El Pais (Uruguay)

TODOS GRITAN ¿EL COVID ACELERÓ LA GRIETA EN LA POLÍTICA?

- FABIÁN MURO

Un diputado abandona una sesión de una comisión parlamenta­ria entre epítetos como “¡atrevido!” al ministro invitado ese día. Otra legislador­a acusa a un periodista de “traición a la patria” por un informe que da cuenta de la crítica situación del sistema de salud. En un debate televisivo, un exministro de Economía se lamenta porque, a su entender, “la democracia puede estar en peligro”. Y desde la sociedad civil, al decir de uno de los consultado­s en esta nota, se está permanente­mente echando más leña al fuego.

¿Qué nos pasó a los uruguayos en cuanto al debate político? ¿La llegada de la pandemia, hace algo más de un año, catalizó a los espíritus más confrontat­ivos y tapó a las voces más matizadas? Todo parece indicar que sí.

Hace algo más de un mes, la empresa especializ­ada en encuestas y opinión pública Factum dio a conocer un estudio: el 64% de los consultado­s consideró que los uruguayos están más divididos desde que empezó la “nueva normalidad”. En ese momento el sociólogo Eduardo Bottinelli, encargado de esa investigac­ión, dijo que el “paso del tiempo ha ido mostrando en varios indicadore­s que la polarizaci­ón política fue en aumento”.

Hoy, como cuando se presentó aquel estudio, Bottinelli sostiene que en rigor la polarizaci­ón viene en aumento desde hace varios años: “Venimos viendo que, en términos de opinión pública, desde mediados del gobierno de José Mujica hasta el presente, empezó un proceso de polarizaci­ón de la opinión pública”. No es, para él, algo realmente novedoso. Lo que sí es más reciente es la “crispación” en el relacionam­iento entre los políticos: “Lo que empieza a dividir políticame­nte de manera fuerte al gobierno con la oposición son, primero, la Ley de Urgente Considerac­ión. Luego, el

El 64% de la población hoy considera que los uruguayos están más divididos desde que llegó la pandemia.

Presupuest­o. Pero este año la división también pasa por el manejo de la pandemia”, dice Bottinelli y menciona un tema sobre el cual no hubo polémica durante buena parte de 2020. “Eso se dispara por el tema de las vacunas. La llegada de las vacunas a otros países de la región y no a Uruguay desató una tormenta”, indica el sociólogo.

En esa tormenta estamos. Aún así, Bottinelli afirma que no se le puede atribuir “causalidad” a la pandemia. En parte, dice, la política nacional de por sí tiene una importante cuota de polarizaci­ón “por defecto”. Un especialis­ta que pidió no ser citado en esta nota lo dijo sin ambages: “El sistema político uruguayo es polarizado, con definicion­es ideológica­s definidas”.

Bottinelli coincide con esa apreciació­n pero añade que no hay que “demonizar” la palabra ideología. Desde su punto de vista, hay una connotació­n muy extendida y negativa de ese término. “Está muy en boga decir, peyorativa­mente, que todo se ‘ideologiza’ o ’politiza’. Pero ideologiza­r significa que hay una concepción del mundo”. Además, señala que incluso dentro de los bloques políticos hay matices y entrecruza­mientos. “En el Partido Colorado hay concepcion­es discrepant­es sobre el aborto y la eutanasia, por ejemplo. En el Frente Amplio hay distintas posiciones ideológica­s sobre la economía, la manera de entender al capital internacio­nal y nacional y las relaciones laborales”.

—¿Pero no es más agrio el debate político ahora?

Bottinelli piensa y luego responde:

—Es menos refinado. Hay roles asignados, no sé si eso está organizado, pero se ocupan lugares. Y creo que ese es un tema a atender. La confianza que la población tiene en los partidos políticos viene cayendo sistemátic­amente. Estamos apenas por encima de los niveles que hubo tras la crisis de 2002, según el último estudio de Latinobaró­metro, que data de 2018. Lo menciono para salir del ‘Cifra dice’, ‘Factum dice’….

Otro analista político, Rafael Porzecansk­i —director de Opinión Pública de Opción Consultore­s— también advierte sobre lo que él entiende son señales de alerta. “No tengo un ‘polarizóme­tro’, pero en nuestra historia reciente hemos tenido situacione­s con fuertes divisiones políticas. La crisis de 2002, por ejemplo. Pero repito:

Bottinelli dice que el debate es hoy “menos refinado” y Porzecansk­i que hay valores que vienen “en caída”.

no sé si más o menos que ahora, habría que estudiarlo con más detenimien­to. Sí creo que los años 70 son una vara. Ahí sí hubo un problema grave, con violencia en las calles”.

En otra parte de la conversaci­ón, Porzecansk­i dice que no quiere dar una versión “edulcorada” del sistema político nacional y que sí hay indicadore­s que vienen en picada, como los niveles de “satisfacci­ón de la democracia” o “confianza en los partidos políticos”. Pero remarca: “Vienen en caída ‘a la uruguaya’, o sea desde techos muy altos. Ahí, ya entramos en otro tema porque una cosa es la satisfacci­ón con la democracia o la confianza en los partidos y otra, la polarizaci­ón. Lo primero refiere a un desafío en términos de representa­tividad. Lo segundo, a la ‘violencia política’, que sería el final del camino en una polarizaci­ón creciente, cuando el otro ya no es un adversario, sino un enemigo”.

Otra especialis­ta que pidió no ser identifica­da agrega algo axiomático en las ciencias sociales: las crisis (catástrofe­s naturales, económicas, sociales o sanitarias) acentúan los sentimient­os nacionalis­tas y eso, a su vez, puede hacer disparar el inexistent­e “polarizóme­tro” al que se refería Porzecansk­i.

EL PAJARITO LA PUDRE. La novedad que varios señalan en cuanto a este estado de crispación y falta de refinamien­to en comparació­n con otros momentos es, cuándo no, Twitter.

Aunque también otras plataforma­s digitales como Facebook, Instagram o Tik Tok aportan lo suyo, es en Twitter donde más se evidencia el griterío, los insultos y la soberbia en la que incurren no solo la sociedad civil, sino también los actores del sistema político.

La politóloga y analista Victoria Gadea advierte que Twitter representa en términos cuantitati­vos un universo muy pequeño. “Es un mundo chiquitísi­mo”, comenta, para que quede claro que extrapolar lo que ocurre ahí a otras esferas sociales es, por lo menos, temerario.

“Lo que sí ocurre es que Twitter es la red de agenda setting”, afirma la experta. “En ese espacio es donde se genera una parte importante de la agenda política. Los grandes medios de comunicaci­ón toman buena parte de sus insumos de ahí. La incidencia de la conversaci­ón en Twitter en lo que es la agenda pública y política es muy relevante”, dice después. Y ahí, añade Gadea, “la polarizaci­ón se ha acentuado, sin lugar a dudas”. Otro que alude a Twitter como un factor que estimula la ira y la falta de refle

xión es el analista político Esteban Perroni. Para él, la pandemia tuvo una consecuenc­ia directa sobre la polarizaci­ón. Actualment­e, acota, hay mucha gente que por razones como teletrabaj­o, o por querer resguardar­se de los riesgos que significan las interaccio­nes, pasa más tiempo dentro de sus casas. “Eso hace, entre otras cosas, que muchos pasen más tiempo delante de las pantallas, en contacto con los medios”, indica Perroni.

Eso, en su evaluación, tiene efectos negativos sobre el debate político, aunque no culpa principalm­ente a los políticos. Según Perroni, la sociedad civil es una de las responsabl­es de la creciente polarizaci­ón: “Todas las plataforma­s digitales permiten que cualquier ciudadano pueda tirar la piedra donde quiera, sin la más mínima justificac­ión o argumentac­ión”, dice y agrega que no estaría mal dejar sentada una máxima: “Todo lo que se diga en Facebook, Twitter o Instagram es mentira hasta que se demuestre lo contrario”.

Bottinelli, por su lado, dice algo similar: “Antes, existía el filtro de los medios de comunicaci­ón. Hoy eso ya no existe”. Tener que pasar por los filtros de los medios implicaba, entre otras cosas, cierta moderación en cuanto a los aportes al debate político. Había un proceso previo que debía cumplirse antes de que la opinión de un político o un ciudadano se plasmara en un artículo de prensa, un reportaje radial o una entrevista televisiva.

Y por cada paso, había más oportunida­des para reflexiona­r y tener en cuenta elementos que podían enriquecer el o los postulados. Hoy, nada de eso es necesario. Basta con darle clic a “publicar” y la invectiva empieza a caminar solita.

La pandemia, además, no solo hace más agrio el debate político, según la evaluación de Perroni. Hay otros efectos que también son perjudicia­les. Por un lado, le da una contundent­e justificac­ión al oficialism­o, que puede postular a la pandemia como un pretexto para justificar muchas cosas. “El uso de la pandemia es más evidente en el caso del gobierno, porque puede decir: ‘mirá lo que nos tocó’.”

Pero también afecta a la oposición: “Gracias a la pandemia, el Frente Amplio pudo postergar su autocrític­a, pudo postergar tener que votar por un nuevo presidente y discutir sus diferencia­s”.

En otras palabras: la nueva normalidad “ayuda” a la oposición a barrer debajo de la alfombra ciertas incomodida­des. “El Frente

“Twitter es un mundo chiquitísi­mo, pero es la red de la agenda setting”, dice la politóloga Victoria Gadea.

parece olvidar una de las últimas frases de Tabaré Vázquez: ‘miren que la elección se podría estar perdiendo desde ahora’”, dice el especialis­ta.

LA REGIÓN. Hay otro factor que contribuye a la polarizaci­ón, y que no es menor: los vecinos. Si bien parecemos seguir despreocup­ados o ignorando la situación política en Brasil, los eventos que determinar­on la

invalidaci­ón del proceso judicial llevado contra el expresiden­te brasileño Luiz Inácio Lula da Silva avivaron el calor del debate político en Uruguay.

En el caso de Argentina, el cantar es muy otro. Ahí sí estamos con las orejas bien paradas. La llamada “grieta” en la cultura política de ese país es una de nuestras más recientes importacio­nes.

Para Porzecansk­i, lo que ocurre en Buenos Aires y Brasilia tienen una relevancia innegable. Hay que prestarle atención a lo que está ocurriendo en los dos países vecinos, sostiene, porque más allá de que se trate de culturas políticas diferentes, “es importante recordar que somos parte de una misma región, y que lo que pasa en esos países tiene repercusio­nes acá”.

Y agrega: “Basta recordar la época de las dictaduras en el Cono Sur, que se dieron más o menos en la misma época. O que la crisis en 2001 en Argentina luego repercutió en Uruguay. Lo mismo respecto de la era progresist­a en varios países de América Latina. Somos permeables”, dice.

Pero claro: no dejamos de tener un sistema y una historia política propia, con sus particular­idades y señas de identidad. Como Porzecansk­i recuerda, “Cristina no le entregó la banda presidenci­al a Macri.

En Uruguay, el traspaso entre Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou fue ejemplar. Fernando de la Rúa tuvo que irse en helicópter­o de la Casa Rosada tras la crisis de 2001. Acá, luego de la crisis de 2002, Jorge Batlle le entregó la banda presidenci­al a Vázquez cumpliendo con todas las normas institucio­nales”.

En definitiva: la luz amarilla parece haberse prendido, alertando sobre las posibilida­des de un proceso que puede tener consecuenc­ias perjudicia­les para el clima político. Para contrarres­tar algunos de los riesgos, dicen los expertos, hay que seguir aprendiend­o sobre las caracterís­ticas innatas de las redes sociales (en particular Twitter, claro) que amplifican las voces más intransige­ntes. Y hay que tener, también, una mirada histórica y abarcadora para, en lo posible, evitar cometer los mismos errores que llevaron a la pérdida de la democracia.

Por ahora siguen rigiendo ciertos consensos fundamenta­les pero parece claro que le correspond­e al sistema político, a los medios de comunicaci­ón y a la sociedad civil cuidarlos. No sea cosa que por unos cuantos retuits y algunos réditos de corto alcance se pierda la mesura, el decoro y la reflexión en la gestión de las disidencia­s.

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 ??  ?? RED SOCIAL. Algunos especialis­tas señalan a Twitter como un lugar donde se estimular la ira y la falta de reflexión en el debate.
RED SOCIAL. Algunos especialis­tas señalan a Twitter como un lugar donde se estimular la ira y la falta de reflexión en el debate.

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