El Pais (Uruguay)

Un problema político

- JUAN ORIBE STEMMER

La informació­n que ha salido a luz en los últimos meses sobre los errores, y horrores, cometidos por la Delegación de nuestro país en el seno de la Comisión Administra­dora del Río de la Plata (CARP) desde el 2009, debería hacernos pensar seriamente sobre la forma en que se ha encarado nuestra política exterior en el escenarios más importante para el Uruguay. Si la geografía es la madre de la historia, entonces el Uruguay —la antigua Banda Oriental (aunque algo retaceada)— es el hijo de su ubicación en el umbral de la Cuenca del Río de la Plata y en el punto de contacto entre las dos grandes placas tectónicas coloniales: el imperio español y el portugués.

A partir de esa realidad, hemos acumulado a través de mucho tiempo y a considerab­le costo —dentro de poco se celebrarán tres siglos del principio del proceso fundaciona­l de Montevideo— conceptos básicos que fueron condensado­s por Luis Alberto de Herrera en su “Uruguay Internacio­nal”, publicado en 1912, y que deberían orientar nuestra política exterior. En realidad, no hay mucho para innovar. El problema es que, a veces, parecería que olvidamos esas líneas directrice­s. Así parece haber sucedido en el caso de CARP. En este punto es importante recordar que la Delegación de nuestro país en ese organismo no es un ente autónomo, independie­nte, sino un instrument­o de la Cancillerí­a de quien debe depender. Por lo tanto, las omisiones, o acciones discutible­s, que haya tenido la representa­ción uruguaya en CARP, forman parte de la política exterior de nuestro país y son de la responsabi­lidad del Ministerio de Relaciones Exteriores.

El Río de la Plata es el punto central de la política exterior del Uruguay. Siempre ha sido así. Este curso de agua es un espacios limítrofe complejo, alberga ecosistema­s compartido­s, contiene vías esenciales de comunicaci­ón marítima y fluvial, tiene una variedad de recursos económicos y es un ámbito de cooperació­n entre los dos ribereños.

La realidad es que la política del Estado uruguayo en CARP desde el 2009, fracasó en dos áreas temáticas estratégic­as: los errores elementale­s cometidos en las gestiones para la profundiza­ción del Canal de Acceso al Puerto de Montevideo y las inexplicab­les omisiones en el asunto del emisor subacuátic­o que está construyen­do Argentina. En un caso se desconocie­ron los vitales intereses de nuestro país en asegurar la modernizac­ión y el eficiente funcionami­ento de su

La política exterior debe estar fundada en una visión realista y de largo plazo.

principal puerto; en el otro, se olvidaron los deberes (y, aún más importante) los intereses que tiene el Uruguay en tutelar el medio acuático del Río de la Plata y de su franja costera.

Esas omisiones no se debieron a la falta de instrument­os jurídicos o de institucio­nes idóneas.

El Uruguay ha tenido la sabiduría de construir una estructura de tratados que protegen sus principale­s intereses marítimos y fluviales. En el caso del Río de la Plata tenemos el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo, suscrito en 1973, con la República Argentina que define principios básicos en materia de navegación y puertos, y protección del medio acuático. El acuerdo también creó dos comisiones binacional­es de carácter permanente con amplios cometidos y competenci­as. Sin embargo, parecería que estos instrument­os no han sido utilizados en forma sistemátic­a y seria.

Los medios están, el problema es político.

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