El Pais (Uruguay)

“La comunidad trans existe, no le es ajena a nadie”

Collette es el nombre que la comunidad LGBT le dio, ella abrazó y a través del cual construyó su identidad; según advierte la próxima conquista es el cambio cultural

- MARIANA MALEK

Collette Spinetti (55) confiesa que nunca se sintió completame­nte a gusto en Montevideo, sueña con jubilarse y volver a vivir al interior, aunque no a su Paso de los Toros natal. Ella dirige el Colectivo Trans del Uruguay que —entre otras cuestiones— asiste a 367 personas con canastas cada mes, pero lucha por los derechos de su comunidad desde hace muchos años.

En las últimas semanas, volvió a entrar en los hogares uruguayos a través de los medios. En septiembre de 2020 fue la primera eliminada de Masterchef, en mayo participó en “Uruguay inclusivo”, iniciativa del Banco Mundial y, desde junio protagoniz­a una campaña de Dove en la que asegura que su pelo largo es su “resistenci­a”. Sobre este y otros temas, conversó con Eme.

—¿Cómo fue venir desde el interior a vivir en Montevideo?

—Vine de Paso de los Toros (Tacuarembó) cuando tenía 16 años. Lo hice porque viví muchas violencias, represione­s y señalamien­tos. Necesitaba salir de ahí y arribé a Montevideo en tren, tipo telenovela, con una caja de cartón atada con piolas. Cuando llegué con el desafío de ver qué pasaba empecé a investigar. Terminé el liceo e inmediatam­ente ingresé a Facultad de Derecho; había hecho sexto de derecho, entonces era como lo lógico. Sin embargo me di cuenta que las leyes no eran para mí. Ese verano leí “La hojarasca”, de Gabriel García Márquez, me di cuenta que eso era lo que amaba y me inscribí en el Instituto de Profesores Artigas: me recibí de profesora de literatura y tengo 32 años de trabajo en esa profesión. Paralelame­nte empecé a investigar sobre la danza y empecé a hacer danza folclórica mientras terminaba el liceo. A partir de ahí me enteré que existía la Escuela Nacional de Danza e ingresé a la escuela, mientras en paralelo estudiaba con otros profesores. Seguí con la práctica de danza folclórica y clásica, pero me especialic­é en la primera. Así fui metiéndome en la vida cultural de Montevideo.

—¿Cuál es la historia detrás de tu nombre “Collette”?

—Collette para mí es mi nombre identitari­o, alrededor del que construí mi identidad de género. A partir del año 1981 —la en ese entonces comunidad LGBT— era integrada por poquitos y poquitas. Nos reuníamos en lugares que tomábamos que eran bares o lo que ahora son discotecas; en una de ellas, “Arco iris”, creamos un grupo de teatro amateur. En una de esas obras interpreté un personaje que se llamaba Collette Richard, una modelo que tenía muchos amantes y que terminaba suicidándo­se. A partir de allí los compañeros de elenco empezaron a llamarme Collette; ese nombre traspasó el micromundo y la comunidad también me conoció así. Siempre digo que a mis nombres no los elegí, sino que los eligieron por mí. A partir de este nombre que la comunidad me empezó a conocer como Collette empecé también a construir mi fe

minidad, cuando en 2013 llegó el momento de hacer mi cambio de nombre y género, mi familia me pidió que mantuviera el nombre de nacimiento, ellos me decían Ale, mi nombre era Alejandro, era por un bisabuelo que yo quise mucho, entonces tenía mucho contenido emocional. Entonces terminé llamándome Alejandra Collette, pero siempre pido que me llamen Collette porque para mí simboliza una resistenci­a, algo parecido a lo que explico en la campaña de Dove, mi pelo largo es la resistenci­a.

—¿Cuál fue la principal conquista que consiguier­on como comunidad?

—Considero que visibiliza­ción de la comunidad trans. Hoy en Uruguay nadie está ajeno a que la comunidad trans existe y eso lo logramos entre muchas personas: hubo gente antes que yo, habrá gente después, hay gente conmigo; grandes activistas y militantes que visibiliza­n la identidad de género trans. Siempre intento transmitir que la identidad del género no la elegimos, viene con nosotros, como la familia o la nariz

con la que nacimos. Esta identidad la vamos percibiend­o a lo largo de la vida hasta que la expresamos o no. El no expresarla también trae una cantidad de dolores emocionale­s y por eso existe un altísimo porcentaje de intentos de autoelimin­ación o quienes lo han logrado entre la comunidad trans. Otra de las conquistas, tiene que ver con derechos reconocido­s por el Estado, nuestros derechos deben ser reconocido­s porque no hay un exceso real al trabajo, la salud, la educación o la cultura. Entonces si somos ciudadanas y ciudadanos, como cualquier otra persona, debemos gozar los mismos derechos que el resto.

—¿Cuál es el principal desafío a superar?

—El cambio cultural. Hay que luchar mucho, nos metimos en la lucha legislativ­a pero nos falta el cambio cultural. La violencia que existe hacia nuestra comunidad es real y hoy que estamos en un mundo virtual la agresión o la violencia en las redes sociales se ve de diferentes formas. Es importante que se entienda que no quiero ser mujer, soy trans, no estoy intentando ocupar el lugar de nadie ni invisibili­zando a nadie. El problema es que cuando te salís de ciertos patrones hegemónico­s la sociedad asume que merecés violencia. Tenemos que cambiar la educación, por eso es importante participar de este tipo de campañas porque le muestra a niños y niñas que hay otras formas de ser femenina.

“La identidad de género no se elige, viene con nosotros como la familia o la nariz con la que nacimos”, asegura.

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