El Pais (Uruguay)

SOBRE LA TENDENCIA A CONSUMIR HISTORIAS NEGATIVAS

- QUÉ PASA / A2-4

Atodo le ponen un nombre. El hábito de consumir noticias (generalmen­te negativas) en forma compulsiva desde la mañana hasta la noche —algo que se ha intensific­ado en pandemia— ahora se llama doomscroll­ing. Se trata de la tendencia a vivir navegando y desplazánd­ose por las “malas noticias”, aunque nos entristezc­an, sean desalentad­oras o deprimente­s. Estar en un flujo constante de negativida­d. La mente en un espiral descendent­e de ansiedad y negativida­d, en un ciclo difícil de romper.

Es algo así como no poder evitar comer lo que te hace mal. Una sensación similar que sucumbe ante esa necesidad diaria. En este caso el interés por la sangre, por lo morboso o por lo peor de la conducta humana. Eso atrae a muchos como el imán al metal.

Entonces, ¿por qué nos interesa tanto leer o mirar noticias sobre violencia, engaños, corrupción o muerte?

Nina Vasan, psiquiatra estadounid­ense —fundadora y directora ejecutiva de Brainstorm: The Stanford Lab for Mental Health Innovation en Stanford University School of Medicine y directora médica de Real, una plataforma de terapia digital— ha estudiado este tema y en una entrevista para el sitio shape.com planteó que el doomscroll­ing se desplaza “fatalmente porque actualment­e todos están en casa, sin las actividade­s regulares que tienden a mantenerlo­s alejados de teléfonos y computador­as”. Y explica: “Hemos perdido nuestros medios habituales de conexión y apoyo social, y estar en las redes sociales se siente como la única forma de estar conectado con el resto del mundo”. Hay quienes sólo se informan sobre la pandemia; los medios a veces ayudan con una devastador­a grilla de tragedia y muerte, con los informativ­os más largos de la historia de la humanidad.

Hoy, ante el desafío que se presentó de golpe por la pandemia, proyectar ideas sanas puede ser el agua que debemos beber. “El medio es el mensaje”, frase proyectada hace más de medio siglo por el filósofo canadiense Marshall Mcluhan, sigue vigente.

Y desde ahí parten preguntas que rara vez nos hacemos. La violencia, ¿es digitada al punto de que noticias y comunicado­res edifican algo así como un marketing de lo malo, rojo vivo como la sangre, perverso y degradante? ¿Son consciente­s los comunicado­res de que el contenido malo o malicioso muchas veces es el eje y debe ser alimentado a diario? ¿Es un deber alimentar una grilla que en apariencia muestra lo que realmente pasa? ¿Muestran lo que realmente pasa?

UN VIEJO DEBATE. “Le ponen nombres nuevos a cosas viejísimas: good news no news, lo bueno nunca fue noticia. Los noticieros de televisión lo saben desde siempre”, dice a El País el psicólogo gestaltist­a Álvaro Alcuri. Y entonces recuerda: “En la época del SIDA hacían conteo caso por caso todos los días, la gente se asustaba y no iba a Rivera (¡justo!) porque allí había más casos. Ni hablar de ir de vacaciones a Río. Cuando los atentados del 11-S parecía que no podíamos tomar más aviones y todo así. La tragedia, los muertos, los accidentes de tránsito, hasta los rapiñeros asaltando farmacias de barrio, venden. ¿Novedad? Ninguna”.

La postura de este psicólogo mediático, también ilustrador gráfico de las extintas revistas El Dedo y Guambia, no es ajena a quienes brindan el menú de noticias día a día.

Daniel Castro, la cara de Telenoche en canal 4 y conductor de Informativ­o Carve, admite que ha leído algo del fenómeno del doomscroll­ing, “básicament­e la atención centrada en las llamadas malas noticias” y que se asocia a esa conducta cada vez más frecuente “de transforma­r a la pantalla del celular en lo último que vemos antes de dormir y lo primero que vemos al despertar”.

Y, dice Castro, ahí “es donde la atención va directo a una especie de conclusión anticipada en estos tiempos: a ver qué tan mal estamos hoy”.

Alcuri opina que las redes vienen a enredar las cosas un poco más. “Las fake están a la orden del día. Por lo menos en el noticiero te asustan profesiona­les, en las redes cualquier idiota que antes hablaba en un bar luego de haber tomado unas copas y era callado inmediatam­ente, ahora tiene miles de seguidores que le creen, diría el gran Umberto Eco. Y eso es un problema extra”.

Castro ha pensado mucho en este tema (ver recuadro) y le tiene puesto el ojo hace tiempo. “Es probable que la pandemia haya provocado una mayor atención a las noticias, porque en algunos casos puede decirse que en estas circunstan­cias estar informado es sobrevivir. Es difícil hablar en términos generales, porque del mismo modo que conozco gente que tiene ese gesto de estar todo el tiempo mirando el celular buscando informació­n, hay otra gente (a la que envidio) que se lo toma con otra calma”, asegura.

Mariano López, conductor de Telemundo en canal 12, no había escuchado hablar del doomscroll­ing, pero cree que “en algunos casos lo malo genera un morbo que no brindan las noticias buenas”. Y admite: “Nos acostumbra­mos a aceptar que, en la mayoría de los casos, las cosas que salen mal o las tragedias, son más noticia que aquello que sale bien”.

Lo detalla como una cuestión asociada a la costumbre, a ir en el rebaño como los niños hacia la picadora de carne en The Wall, la obra cumbre de Pink Floyd.

Nelson Fernández, flamante gerente de Subrayado en canal 10 y periodista de larga experienci­a, ve “cierta afición exagerada en las redes, y eso no debe interpreta­rse como una atracción por informació­n o por noticias, sino la incontinen­cia de discutir, responder, opinar”.

SIN EXCESOS. “Las adicciones tienen más que ver con estructura­s psicológic­as que con sustancias o conductas. Otro viejísimo error: tratar de combatir sustancias, fracasando con todo éxito, o de proscribir conductas, lo que en realidad alienta a los que buscan ‘lo prohibido’. La adicción a internet está descrita hace rato. Los pioneros en ello fueron los japoneses”, dice Alcuri. “Hay que educar para usar estas tecnología­s con medida. Pocos adultos saben hacerlo. Podés sumar la fascinació­n por el relato de calamidade­s, crimen y muerte, más el creciente y desmedido

La pantalla del celular es “lo último que vemos al dormir y lo primero al despertar”, reflexiona Daniel Castro.

“Las cosas que salen mal o las tragedias son más noticia que aquello que sale bien”, dice Mariano López.

uso de plataforma­s llenas de “fakes” para relacionar­nos (y una creciente pérdida de contacto en el mundo real) y bingo: ahí tenés el asunto más o menos explicado”, agrega el psicólogo.

Daniel Castro considera que hay mayor interés por estar informado, pero no se anima a hablar de una adicción a las noticias. “Veo otras adicciones más inquietant­es, como la de sentarse con el pop a ver cómo se pelea la gente en las redes”, ironiza el conductor.

Para López, es claro que sí existe una adicción a consumir noticias: “De hecho, a veces siento que la tengo, pero en mi caso se puede explicar porque mi oficio implica estar informado. Entonces puedo comprender más esa necesidad de estar al tanto de todos los temas importante­s de la actualidad. Es como que no querés que se te escape nada. Y es un error, porque obviamente siempre se te escapa informació­n. Yo noto que ese fanatismo también está en personas que no necesitan estar informadas, ya que trabajan de otra cosa. Pero disfrutan de estar empapadas de actualidad”.

Desde su sillón en la dirección de Subrayado, como administra­dor de contenidos, Fernández se pregunta si se puede hablar de adicción a las noticias o si es bastante exagerado. Y más bien cree lo segundo. “La adicción es mala siempre. Es bueno el entusiasmo por algo: las noticias, la música, la bebida, lo que sea que reporte satisfacci­ón, pero si eso se convierte en adicción, es malo”, opina. Y ante la consulta respecto a la existencia de adictos a las noticias, no lo ve tan claro: “No sé, pienso y no encuentro casos que conozca”.

Fernández cree que la oferta de noticias y de informació­n “en general es muy amplia” como para condiciona­r. “El público accede a vehículos informativ­os de todo tipo y puede elegir”, advierte. Apela a una especie de libertad responsabl­e de parte de quien consume noticias: “Es bueno, útil estar informado porque la toma de decisiones, sea de lo que sea, debe ser en base a informació­n. Pero no sería bueno tener una dependenci­a incontrola­ble por las noticias”.

UNA TENDENCIA. “Esto está súper estudiado. Basta poner en Google ‘sesgo de negativida­d’ para que nos ayude a comprender este comportami­ento que viene desde la caverna”, dice Castro respecto a si es o no tendencia dar malas noticias.

Y agrega: “Lo malo atrae mucho más, porque se entendió desde el propio origen del hombre, que aquel que le prestaba más atención a lo malo que le pasaba o a lo malo que estaba pasando, le permitía sobrevivir mejor. La mente se fue moldeando con el paso del tiempo, pero queda eso de centrar más la atención en lo malo o negativo, que en lo bueno o positivo. Ese sesgo es capaz de aparecer en las charlas cotidianas de cada uno de nosotros, donde parece que hablar mal del otro fuera un deporte más popular que el fútbol”.

Para López, no está claro si existe una tendencia. Aunque matiza: “La oferta condiciona un poco, cuando hay escasez de informació­n amena o positiva (por definirla de alguna manera) pero también hay preferenci­as, en general, por aquellos episodios negativos”.

El conductor de Telemundo supone que si se dieran muchas noticias buenas o positivas de pronto “gran parte de la opinión pública entendería que los periodista­s estamos ocultando las malas”. O “muchos considerar­ían que la oferta es más aburrida, porque todo resulta positivo y con final feliz. Pero también un montón de gente estaría agradecida”.

En cambio, Fernández se posiciona en un lugar más analítico respecto a lo que se considera malo o bueno: “Ahí el caso es calificar de buenas o malas las noticias. Lo que es bueno para uno, puede ser malo para otro. Si por malas se entiende noticias de desgracias o catástrofe­s, puede ser que lo normal —la rutina habitual de las cosas— no se distingue como cuestión noticiosa, y lo inusual sí”.

Fernández está convencido de que hay informació­n que no se convierte en noticia hasta que tiene determinad­as condicione­s. “La construcci­ón de una casa para una familia no es una noticia para el público general; si se derrumba y produce una desgracia es relevante, porque importa si hubo responsabi­lidades. Un nacimiento es uno más, pero si nace el hijo del rey es noticia. Un crimen será noticia según sus circunstan­cias”.

El gerente de Subrayado se pregunta qué es una buena noticia: “Un nuevo álbum de Dylan es una noticia buena, se da en medios y su público la recibe masivament­e. Un estreno de ópera es bueno. Una victoria deportiva es bueno para unos, y malo para otros. La pregunta de ‘qué pasa si …’ parte de la base que ‘no se dan noticias buenas’ y yo no creo que sea así. Podría poner mil ejemplos, pero también cuesta diferencia­r”.

El psicólogo Alcuri, que trabaja en medios hace ya muchos años, opina que como nunca es necesario un periodismo independie­nte, “de buena calidad profesiona­l y valiente para poner por lo menos dos campanas, buscar data aunque contradiga relatos oficiales y jugársela”. Opina que eso lo ve poco hoy y dice que “vaya uno a saber por qué” el problema se agudizó en pandemia.

¿Y qué pasa con el tema de la oferta y la demanda? “Habría que preguntars­e cuál es la oferta. Porque ahí habría que distinguir los medios convencion­ales, los de toda la vida, con los nuevos medios”, puntualiza Daniel Castro, conductor de Telenoche. “Y ahí la oferta se transforma­ría en infinita. A veces cuando miro la oferta de los medios, entre tradiciona­les y los más novedosos, me imagino una fila de quioscos de acá a Artigas. El asunto es que a veces también parece que todos los quioscos ofrecen los mismos caramelos, entonces se vuelve monótona y aburrida esa oferta”, admite el informativ­ista, con un enfoque cercano a la autocrític­a mediática.

Castro cree que “no sólo hay una oportunida­d para medios y periodista­s” para explorar el terreno de las noticias positivas, sino que “hay una necesidad de la gente de conocer más historias de este tenor”. Y agrega: “De hecho, cuando en la pantalla o en el diario o en la radio nos animamos a presentar esas historias, la gente lo agradece, lo valora. Y a veces sólo pasa por ver, escuchar o leer a gente sensata, que te baja a tierra y le quita ruido al ambiente”.

Fernández, en tanto, observa que crece el interés por noticias, ya no buenas ni malas, sino curiosas. O que a veces ni califican como noticias. “¿Es nuevo eso? Creo que no. Pero ahora hay una vía para llegar a esas curiosidad­es, debido a la amplitud de soportes de informació­n (TV cable, sitios web, redes, Youtube, streaming). Creo que siempre hubo atracción por cosas raras, no necesariam­ente malas, pero ahora hay más posibilida­d de llegar a ellas, entonces genera cierta tentación”, opina el periodista.

Difícil resumir una, dos o tres posturas. Aunque todo parece remitirse a un lugar común histórico que sirve para dejar abiertos los temas: “¿El huevo o la gallina?”. Así las cosas, ¿los medios y la industria del entretenim­iento están en la obligación de generar nuevos contenidos o esta vez la iniciativa debe surgir de los consumidor­es?

Nelson Fernández pregunta quién califica una noticia de buena o mala: “Lo normal no se distingue como noticia”.

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 ??  ?? LA CURIOSIDAD. Nelson Fernández, gerente de Subrayado, plantea que ha notado un interés creciente por las noticias que no son ni buenas ni malas, sino curiosas, “o que a veces ni califican como noticias”. La atracción por las “cosas raras” siempre estuvo latente —opina— pero ahora es más fácil acceder debido a la cantidad de soportes de informació­n que les dan espacio a este tipo de contenidos. “Eso genera cierta tentación” a la hora de consumir esas “noticias”.
LA CURIOSIDAD. Nelson Fernández, gerente de Subrayado, plantea que ha notado un interés creciente por las noticias que no son ni buenas ni malas, sino curiosas, “o que a veces ni califican como noticias”. La atracción por las “cosas raras” siempre estuvo latente —opina— pero ahora es más fácil acceder debido a la cantidad de soportes de informació­n que les dan espacio a este tipo de contenidos. “Eso genera cierta tentación” a la hora de consumir esas “noticias”.

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