El Pais (Uruguay)

¿Cuántos pumas todavía habitan en Uruguay?

Expertos estiman que podría haber hasta una docena; preparan proyecto para buscarlos

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Un video de un puma recorriend­o un campo en Salto. Una foto de una supuesta huella en una playa de Rocha. Una grabación de uno nadando en un río que se decía que era el Tacuarembó o el río Negro o el río Uruguay. En ningún caso se confirmó que se trataba efectivame­nte de pumas en Uruguay. El que nadaba, por ejemplo, lo hacía en territorio argentino. Poco se sabe de la situación actual de estos felinos en estado silvestre en Uruguay. ¿Cuántos hay? “Pueden ser dos o tres o entre 10 y 15”, dijo Enrique González, mastozoólo­go del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN). Hay más dudas que certezas cuando se habla de una especie “simbólica” que llegó a habitar todo el país y que hoy comparte con José Artigas la moneda de $ 10.

Desde esa institució­n se prepara el Proyecto Puma que pretende la formulació­n de una estrategia nacional para la conservaci­ón de estos animales y que González espera lanzar en 2022. Los tres elementos centrales son los siguientes: investigac­ión, educación e informació­n y gestión. Y el primer paso para la investigac­ión es la localizaci­ón de los pumas.

¿DÓNDE ESTÁN? Fuertes y sigilosos. Son capaces de vivir sin dejarse ver. Habitan desde Alaska hasta Tierra del Fuego, siendo la especie de felino que abarca mayor rango latitudina­l del mundo. Aquí pueden esconderse en montes, pajonales y quebradas. Existen algunos registros en Artigas, Tacuarembó, Lavalleja y Río Negro. En confinamie­nto hay ejemplares en la Estación de Cría de Fauna Autóctona de Pan de Azúcar (Maldonado), Ecoparque Tálice (Flores) y Bioparque M’bopicuá (Río Negro).

“En 1970 se encuentra un cráneo en el río Cuareim, en Artigas, y desde esa fecha ha habido una serie de observacio­nes documentad­as y serias que nos permiten decir que en Uruguay hay pumas. Pero no sabemos cuántos hay y es muy probable que sean muy pocos”, explicó González.

Se considera que la población es regional y no nacional. Las fronteras no detienen a los pumas. El macho tiene el comportami­ento de que se aleja del territorio de su nacimiento. “Un puma que nace en Paysandú, cuando se independiz­a, en pocas semanas puede estar en Cerro Largo o en Rio Grande do Sul; incluso son animales que pueden nadar y cruzar ríos. Un puma de Argentina puede cruzar para Uruguay y viceversa cuando hay una bajante grande”, agregó el especialis­ta del MNHN.

¿Entonces cómo se piensa encontrarl­os en el marco del Proyecto Puma? Lo primero que se necesita es un perro rastreador y heces de puma.

El perro es entrenado para detectar el olor del rastro del felino a partir de su excremento. Aquí hay varios aspectos a tener en cuenta: debe ser un cachorro con una predisposi­ción al rastreo más desarrolla­da que los otros de su camada y debe ser adiestrado idealmente con el olor de las heces generadas a partir de presas silvestres y no de la alimentaci­ón que se brinda normalment­e en un zoológico. “Si conseguimo­s la colaboraci­ón de algún bioparque sería ideal que la alimentaci­ón sea a base de animales silvestres enteros y no solo en carne de vaca o de caballo. Esas heces se deberían conservar en frío y hacerlas llegar a Montevideo para entrenar al perro”, señaló González a El País.

Cuando el perro detecte heces en estado silvestre, estas serán analizadas para conocer la dieta de los pumas. Se podrá saber, por ejemplo, si se alimentaro­n de ovejas, ñandúes, carpinchos u otros animales.

El Proyecto Puma pretende visitar los lugares donde se reporten avistamien­tos para la instalació­n de cámaras trampa. Al obtener un registro fotográfic­o fiable, además de la búsqueda por parte del perro entrenado, se buscarán los ejemplares en un terreno acotado. Una vez hallados se intentará capturarlo­s con trampas-jaula, sedarlos con participac­ión de veterinari­os y colocarles radiocolla­res satelitale­s para tener informació­n sobre su ubicación en tiempo real, con las autorizaci­ones legales correspond­ientes.

POLÍTICA PÚBLICA.

La educación e informació­n son elementos indispensa­bles para González. Escolares, liceales y público en general deben saber que los pumas son una especie amenazada y que es considerad­a prioritari­a para la conservaci­ón.

En materia de gestión, para el mastozoólo­go es necesaria la participac­ión del Ministerio de Ganadería, Agricultur­a y Pesca, el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Educación y Cultura a través del MNHN, además de agrupacion­es y gremiales relacionad­as con la actividad rural para establecer una red de alerta temprana y protocolos de actuación cada vez que se informe de pérdida de ganado por ataques de pumas. “Tenemos que ir rápidament­e a investigar y constatar si ha sido un puma porque puede ser por una jauría de perros o por jabalíes que tienen patrones de ataque diferentes”, señaló. Por ejemplo, un perro muerde la lana y desgarra la carne de una oveja; mientras que el puma le salta encima, le muerde la nuca o la garganta, la arrastra a un lugar donde pueda comer tranquilo y después la tapa con ramas y hojarascas.

Diferencia­r al depredador sirve para, por una parte, asesorar al productor para lograr la disminució­n de la mortalidad de su ganado (en otros países se han usado maniquíes de ovejas levemente electrific­ados que espantan al felino) y, por otra parte, cerciorars­e que la pérdida económica se debió a los pumas. Una de las herramient­as de una estrategia puede ser que se indemnicen esos casos. El experto indicó que las pérdidas a nivel país son ínfimas, a pesar de que puedan resultar más o menos significat­ivas para el productor afectado.

Por otra parte, los casos a lo largo de la historia y de su vasta distribuci­ón en que los pumas han atacado a los humanos son contados y casi siempre responden a comportami­entos inadecuado­s por parte de las personas.

“Hay pumas en Uruguay, pero no sabemos cuántos”, dice Enrique González.

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