Tour de France
El pasado domingo 18 de julio culminó la más importante carrera ciclista del mundo: “Le Tour de France”, considerada el hito del ciclismo, junto a las tradicionales “Vueltas” de Italia y de España.
Este notable ejemplo de un deporte hermoso y sacrificado, extraordinaria justa ciclística, iniciada un 1º de julio de 1903, ofreció este año su 108ª.
Compitieron durante 23 días, en 21 etapas, en las que recorrieron el territorio galo en un festival de colores de máquinas y casacas de los diversos actores intervinientes; de motos y automóviles que acompañaron y del público que efusivamente bordeó los sinuosos caminos de la campiña francesa con un fervor rayano al frenesí.
Los más calificados ciclistas del mundo jerarquizaron con su presencia y esfuerzo este evento deportivo, vistiendo de fiesta los caminos franceses, compitiendo profesionalmente con increíbles bicicletas y la más actualizada tecnología, en equipamiento mecánico, vestimenta y logística.
Pero más allá del deporte, el “Tour” cuenta con ingredientes que aportan un “plus” y transforman la carrera en un evento inigualable que a adeptos y profanos les regocija la vista y el espíritu. Los paisajes de la campiña francesa, los pueblos, villas y aldeas y sus añosas construcciones, iglesias y castillos que se exponen en detalle por una filmación televisiva exquisita y detallista, captan desde los rostros tensados de los esforzados protagonistas, hasta espectaculares vistas aéreas de las rutas y su zigzagueante derrotero entre nubes y montañas.
Así, cada año, como en este 2021 en que se recorrieron 3.414 kilómetros, esta fiesta del deporte, impecablemente organizada, engalana las emisiones televisivas, agregando al deporte en sí, un baño de “cultura, historia y folklore” de una nación que ocupa un espacio preponderante en la “Historia de la Humanidad”.