El Pais (Uruguay)

¿Democracia o demagogia?

- IGNACIO DE POSADAS

El referéndum está en la Constituci­ón (art. 79) y por tanto no se puede impedir. Pero que sea formalment­e lícito, no quita la eventualid­ad de un uso demagógico del instituto.

Eso es, exactament­e, lo que está ocurriendo con el llamado “referéndum contra la LUC”.

Porque prácticame­nte nadie leyó la famosa LUC. No solo quienes firmaron, en su mayoría, ignoran el contenido de los 135 artículos en cuestión, sino que tampoco los promotores se han preocupado por estudiar los temas tratados en ellos. No les interesa un pito. Porque lo que quieren no es derogar normas, sino revolcar al gobierno.

Entonces, lo que hacen podrá ser lícito, pero no es bueno para el país. Por varios motivos.

1. No es bueno trampear con las institucio­nes. Erosiona y amenaza la vigencia de la Democracia. El referéndum está siendo utilizado como un arma política contra un gobierno y un parlamento democrátic­os.

Recordemos que el inventor de esta movida política fue el Pit-cnt y que este forzó a su brazo político, el Frente Amplio, a sumarse a pesar de que había votado favorablem­ente muchos de los artículos que se pretende derogar.

Las argumentac­iones de que es antidemocr­ático votar temas variados en una ley de urgencia son truchas, como también lo es que no tuvieron tiempo de estudiarlo­s. Si fuera así, no tendrían argumentos para querer derogar algunos artículos y otros no.

2. Vinculado a lo anterior: si algún despistado todavía no se había avivado, con esta jugada quedó descaradam­ente en evidencia que el Pit-cnt no es una organizaci­ón sindical cuyo sentido se supone que debe ser el proteger los intereses económicos y sociales de los trabajador­es.

No sólo no recibirán los trabajador­es de toda esta movida política beneficio alguno, sino que toda la gimnasia —la cumplida y la que se vendría— tendrá entre otros, efectos paralizant­es sobre la economía del país. La estabilida­d y predecibil­idad jurídicas son requisitos esenciales para la toma de decisiones, tanto a nivel de gobierno, como de agentes económicos privados. Nadie encara inversione­s o innovacion­es en una sociedad donde hay grupos de presión que te puedan cambiar las reglas de juego por motivos políticos. Estas cosas se ven reflejadas, después, en los índices de desempleo.

Queda claro entonces, que el Pit-cnt no es un sindicato, sino un grupo de presión política. Esa colosal falsedad es mala para el país y muy especialme­nte para los trabajador­es. Una organizaci­ón que, al amparo de un estatuto jurídico y cultural específico, usa ambos con fines de lucha política, genera enormes distorsion­es en el funcionami­ento de una Democracia y en la convivenci­a de una sociedad. Al convertirs­e en un agresor político, el PIT provoca a todos quienes interactúa­n con él a tomar idéntica actitud. Así, desde el gobierno hasta los empleadore­s, todos dejarán de ver a los sindicatos como deberían hacerlo: institucio­nes necesarias para la protección del trabajo, con las cuales hay que conversar y negociar, para ubicarse en la postura de objetivos amenazados, que precisen defenderse y contraatac­ar.

El que se sienta en los Consejos de Salarios es el mismo que ordena la oposición política al gobierno, apoya los regímenes cubano y venezolano, pretende incidir en la política de viviendas, el precio de los combustibl­es y ainda más.

3. Que es precisamen­te lo que busca el Pit-cnt: hacer real la teoría marxista de la lucha de clases, manijeando el odio.

Ese es el tercer efecto negativo que está teniendo (y que se agudizará).

La sociedad uruguaya se está fracturand­o a través de grietas ideológico-políticas, de la misma forma que vemos ocurrir en otros países. Y eso es pésimo. La Democracia no funciona si se pierden consensos básicos, junto con la capacidad de negociar y acordar. La izquierda se rasga las vestiduras haciéndose la víctima de la falta de diálogo, cuando pasan el día inventando formas de apedrear el rancho del gobierno y sacudir el funcionami­ento de la economía.

Cuando se llega al punto de acusar a las personas que integran una administra­ción de homicidios culposos (bajo el mal disimulado eufemismo de “muertes evitables”), el ambiente democrátic­o se hace muy difícil de mantener.

Todo esto es lo que nos va a dejar esta iniciativa de juego de poder causado por la izquierda sindical (juego político).

Hora de que quienes firmaron piensen si valen esas penas, aquellos artículos de una ley que no conocen ni entienden (y que no parecen estar produciend­o los horribles efectos anunciados por los promotores del referéndum).

Lo que quieren no es derogar normas, sino revolcar al gobierno. Y no es bueno trampear con las institucio­nes.

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