El Pais (Uruguay)

Un oasis de democracia

- MARÍA EUGENIA ESTENSSORO (*)

En la década de 1980 la mayoría de los países latinoamer­icanos decidieron dejar atrás una larga historia de dictaduras militares. En esos años muchos de nosotros nos aferramos al credo democrátic­o como el único camino que nos libraría de tanta injusticia, pobreza y atraso económico. Hoy, lamentable­mente, nuestras democracia­s crujen bajo el peso de la desesperan­za, los peores índices de desigualda­d del planeta, una pobreza inabordabl­e y una corrupción galopante. El desmanejo de la pandemia ha situado a América Latina como la región con las cifras más elevadas de muertos por millón de habitantes.

En este contexto, Uruguay aparece como un oasis democrátic­o que ha hecho de la civilidad y la confianza pública una suerte de identidad nacional. Su apacible convivenci­a política y estabilida­d económica (no así sus índices de prosperida­d) lo asemejan más a los países escandinav­os que a sus hermanos latinoamer­icanos.

De acuerdo al Democracy Index, Uruguay ocupa el puesto 8 entre las naciones con democracia­s más plenas del mundo. Tiene el menor índice de corrupción de América Latina y uno de los más bajos del planeta, según Trasparenc­ia Internacio­nal. Su PBI per capita de 17.800 dólares es el mayor de Latinoamér­ica, y es el país con la mejor distribuci­ón del ingreso en la región, con un coeficient­e Gini cercano al de Francia.

Ricardo Pascale, doctor en economía del conocimien­to, dos veces presidente del Banco Central y profesor emérito de la Universida­d de la República, acaba de publicar el libro “Del Freno al Impulso”, donde sostiene que Uruguay ha construido las bases para dar un gran salto en su desarrollo económico y social, si encara como “una causa nacional la economía del conocimien­to. No hay ningún país desarrolla­do que no haya ingresado en la economía del conocimien­to. Tener en línea los fundamento­s macro es una condición necesaria pero no es suficiente para promover el crecimient­o económico en las actuales revolucion­es tecnológic­as ” , explica en una reunión que mantuvimos por zoom.

Esto que parece una verdad de Perogrullo en la tercera década del siglo 21 todavía no ha sido comprendid­o por ningún gobierno latinoamer­icano. Seguimos produciend­o y exportando materias primas y productos industrial­es de baja elaboració­n. “Uruguay se saltó dos revolucion­es industrial­es, la del conocimien­to y la 4.0”, dice Pascale, señalando un hecho que puede aplicarse a toda la región. “Esto explica por qué desde 1950 empieza a haber una divergenci­a cada vez mayor en nuestro ritmo de crecimient­o respecto de los países avanzados”. Países que estaban igual o peor que Uruguay comprendie­ron el cambio y hoy son naciones avanzadas, Israel, Australia, Finlandia, China.

Uruguay tiene el talento científico-tecnológic­o y empresaria­l para encarar una estrategia de país basada en la innovación. Pedidos Ya, plataforma uruguaya de delivery líder en la región, fue adquirida por la alemana Delivery Hero y alcanzó un valor bursátil de US$ 2.000 millones. En junio dlocal, compañía de pagos por internet, salió a cotizar a Wall Street y su valuación ya superó los US$ 15.000 millones. Sergio Fogel, uno de sus fundadores, asegura que crear startups globales desde Montevideo ahora es más fácil que cuando comenzó hace 20 años. “Antes los inversores de capital de riesgo internacio­nales te decían que no invertían en compañías que no pudieran visitar en bicicleta. Hoy buscan buenos proyectos y no se fijan en qué país están”.

Nicolás Jodal, cofundador y CEO de Genexus, la empresa creadora de un lenguaje de programaci­ón que se usa en todo el mundo, confía en que Uruguay tiene una oportunida­d única por su fortaleza digital: “De la misma forma en que el siglo XX fue el siglo del petróleo, ahora el software está cambiando todo. La economía de escala ha sido sustituida por la economía de la innovación. Ya no importa el tamaño de un país sino su capacidad para innovar”.

La pandemia reveló que Uruguay también cuenta con un sistema científico de alto nivel. Gonzalo Moratorio, virólogo y doctor en biología molecular, se convirtió de la noche a la mañana en una personalid­ad pública por haber desarrolla­do con sus colaborado­res del Instituto Pasteur de Montevideo (IPM) un test nacional de PCR para detectar el Covid-19. La revista Nature lo destacó entre los 10 científico­s más sobresalie­ntes en 2020. “La ciencia hoy está en todo, en las energías renovables, el campo, el medio ambiente, en hacer más sustentabl­es los procesos industrial­es. Las nuevas generacion­es comprenden la importanci­a de generar start-ups nacionales”, subraya con entusiasmo.

Justamente el IPM anunció hace dos meses la creación de una incubadora y un fondo privado de 35 millones de dólares, denominado Lab+, para generar y financiar emprendimi­entos biotecnoló­gicos de alcance global. Carlos Batthyany, director ejecutivo del Instituto, es doctor en medicina y bioquímica de la Udelar. Realizó su posdoctora­do en la Universida­d de Pittsburg donde vio cómo se creaban empresas a partir de las innovacion­es patentadas por sus investigad­ores. “No hay ningún país latinoamer­icano que haya puesto una droga en el mercado global. Nosotros queremos hacer eso”, confiesa. Ya desarrolla­ron la empresa Eolo Pharma y su joven CEO, Pía Garat, consiguió US$ 3 millones en financiami­ento para desarrolla­r una molécula novedosa contra la obesidad.

El economista Ricardo Pascale, advierte que “la economía del conocimien­to no surge por generación espontánea. El Estado tiene un rol esencial con políticas activas. Fue así en Silicon Valley con una inversión pública enorme en ciencia, defensa, tecnología espacial y los comienzos de internet. Lo mismo en Israel y otros países”.

En su discurso inaugural el presidente Lacalle Pou se refirió específica­mente al potencial de Uruguay como polo de innovación de talla mundial. Si encara este desafío con determinac­ión puede convertirs­e en el líder visionario que logró alinear a Uruguay al ritmo del desarrollo mundial.

(*) María Eugenia Estenssoro es periodista y exsenadora argentina.

Uruguay tiene talento tecnológic­o y empresaria­l para una estrategia de país basada en la innovación.

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