El Pais (Uruguay)

“Los desafíos me alimentan” VICTORIA RODRÍGUEZ

La conductora de “Esta boca es mía” analiza la vigencia del ciclo

- RODRIGO GUERRA

“Fue un cambio muy abrupto y tuve que pagar derecho de piso”, recuerda.

La vigencia de Esta boca es mía se explica por la vigencia del formato”, le dice Victoria Rodríguez a El País. “Es como el informativ­o: siempre suma porque todos queremos ser partícipes de lo que pasa”. Es la explicació­n más clara de que el programa que irrumpió en las tardes de Canal 12 mantenga su lugar tras 13 años al aire.

Si al debate en torno a la agenda periodísti­ca se le añade la palabra de los defensores de cada postura —“la polifonía y el concepto de lo coral”, define— y el aporte de panelistas que cambian cada determinad­o tiempo, se vuelve difícil que el programa caiga en la repetición.

El combo se completa con el aporte de Rodríguez, cuyo rol como mediadora en temas políticos y sociales sorprendió en el lejano 2008, y que se encarga de bajar a tierra cada uno de los conceptos tratados de lunes a viernes en Esta boca es mía.

Y, por más de que últimament­e han surgido otros programas de debate en la televisión local —como Todas las voces (Canal 4) y Polémica en el bar (Canal 10)—, el programa conducido por Rodríguez tuvo que ganarse su espacio en un horario que supo estar dominado por las clásicas telenovela­s brasileñas de la Globo.

Pero la vigencia de Esta boca es mía, va, en realidad, mucho más allá del formato. También fue el lugar donde Rodríguez logró reinventar su imagen en los medios y demostrar que su faceta iba mucho más allá de glamour y sus aparicione­s en los programas de verano en Punta del Este. Fue un camino que se inició con A conciencia y que el año pasado creció con Referentes, el programa de entrevista­s donde trabajó junto a Guillermo Amoroso y Alejandra Borques.

Sobre el camino recorrido al frente de Esta boca es mía y sus miedos al momento de cambiar de rubro, Rodríguez habló con El País.

—Esta boca es mía lleva 13 años al aire. ¿Qué reflexión te genera su permanenci­a?

—Mi primera reflexión tiene que tener obligatori­amente con el contexto en el que estamos viviendo, porque todos los días ves produccion­es que cierran, compañeros de trabajo que quedan sin sus espacios. Entonces, cuando me hablás de la permanenci­a del programa no puedo evitar, más que nunca, dar gracias cada mañana. Cuando arrancamos Esta boca es mía hace 13 años, sentí que me estaban dando un premio consuelo porque durante mucho tiempo no se sabía muy bien qué hacer conmigo. Conversé con el canal porque habían sido muchos años de Los viajes del 12 y los programas de verano, y yo insistía en que quería cambiar el rumbo para que las temáticas que abordara acompañara­n mi maduración personal. Así surgió A conciencia, que fue un antes y un después. Fue un cambio muy abrupto y me cobraron que haya pasado del glamour a los problemas sociales, pero pagué el derecho de piso. Eso me permitió entrar en Esta boca es mía, que empezó más light y se fue politizand­o a través del tiempo. —Lo que empezó con temas más cercanos a la familia y la educación se fue transforma­ndo en un programa más político con distintos puntos de vista. ¿Esa es la clave de su vigencia?

—La capacidad de polifonía del programa es clave. Se trata de poner a debatir a todas las voces y de que vayan rotando todo el tiempo. Además está la moderación, que aunque a veces se cuele mi pensamient­o, tiene el ejercicio de pinchar cuando la cosa no está movida. Que los panelistas sean rotatorios es importante para no agotar al televident­e, porque si uno ya sabe lo que el otro va a decir se pierde el dinamismo. A esta altura, todo el mundo ha venido a Esta boca es mía, y al que no le guste el debate puede estar presente a través de llamadas. Es válido, porque el debate no es para cualquiera. —En un momento en el que las redes sociales muestran una polarizaci­ón creciente, que haya un programa con variedad de voces es algo valioso. ¿Sentís que eso le da cierto valor agregado a Esta boca es mía?

—Por supuesto. Y ese es el pensamient­o que me concilia con lo que estoy haciendo: el creer que estoy sumando algo y generando la posibilida­d de que se escuchan distintas opiniones sin irte a la miércoles, que es lo que sucede en las redes sociales. Es verdad que a veces los decibeles suben un poco porque los debates son pasionales, pero estamos aportando un granito de arena a los debates que nos importan a todos. En eso es clave el rol de la producción de Tania Melgar, Lucía Núñez y durante mucho tiempo Diego Travieso, que son guerreros de todos los días. Cada programa hay que elegir dos temas y conseguir invitados, y todo con poca capacidad de planificac­ión porque estás obligado a mantener la actualidad. —¿Recordás el momento en que se sintieron listos para dejar los temas más “light” para meterse en la política?

—No tengo registrado el momento, pero se fue dando con mucha naturalida­d, de la misma manera que naturalmen­te han salido personalid­ades que después tuvieron una relevancia determinad­a en el qué hacer político y parlamenta­rio. Y eso habla del lugar que ocupa el programa, porque por Esta boca es mía han pasado Fabiana Goyeneche, Beatriz Argimón y Graciela Bianchi. Esta es una ventana para personas que tienen intereses más allá, como una carrera política. Y eso no es mala palabra, porque a todos nos sirve.

—¿De qué manera te ha servido estar en Esta boca es mía? —Primero que nada es trabajo y tiene que ver con mi naturaleza, que es la comunicaci­ón. Tuve todo que aprender para hacer esto, porque venía de un palo totalmente distinto, pero los desafíos me alimentan. La historia de mi vida es ser un poco autodidact­a, así que fui aprendiend­o con el paso del tiempo, y en eso las críticas son muy buenos maestros. También me he nutrido de las opiniones diferentes y mi mirada del mundo hoy es mucho más rica que antes; todo gracias a que estuve atenta a escuchar cómo se sienten las distintas personas sobre el país y la política. —Dijiste que cuando entraste al programa te “cobraron” ese cambio abrupto. ¿Cómo recordás el inicio del ciclo, cuando todo era tan nuevo?

—Con miedos, por supuesto. Era importante hacer coincidir mis intereses con lo que quería la empresa, y cuando se llegó a este formato, tenía miedo porque la tarde era el horario de las telenovela­s. Imponer producción nacional en ese horario era una jugada arriesgada, y te puedo asegurar que este es un rubro en el que nadie hace beneficenc­ia. Si estás al aire es porque algún peso le reportás a la empresa, más allá de que todos tienen su compromiso social. Si bien tuve muchos miedos, siempre fui de las personas que trata de tomar conciencia de para qué hace las cosas. Fue un ejercicio interno que, lejos de dejarme quieta, me hizo ir para adelante. —En estos 13 años, ¿sentís que pudiste cambiar la percepción que el público tenía de vos, o no le das importanci­a?

—Eso de no darle importanci­a es bullshit, porque siempre trabajamos para la gente. Al que te ve porque le gusta cómo trabajás o porque odia a tal panelista pero no puede dejar de mirar, siempre les agradezco. Supongo que debe haber mucha gente que se quedó en el casillero anterior, donde se me encasilló por toda una etapa de mi carrera profesiona­l, para bien o para mal. Habrá mucha gente que no quiere ver otra cosa, pero la gran mayoría me acompaña en esa evolución: algunos pensarán que lo hago o mejor o peor. Pero de eso se trata, de que te acompañen, con la certeza de que le gusta lo que hacés.

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