El Pais (Uruguay)

Convivir con el virus

ASÍ TRABAJAN EN EL PASTEUR

- SEBASTIÁN CABRERA

■ Las vidas de Gonzalo Moratorio, Pilar Moreno y Gregorio Iraola, a cargo de los laboratori­os que detectaron la variante Delta y que investigan sobre Covid, cambiaron rápido desde marzo de 2020. Ellos adquiriero­n una inesperada notoriedad. Los tres científico­s abrieron las puertas del Pasteur a El País. “No se volverá a dar una oportunida­d como esta de mostrar lo que hacemos y de lo relevante que es”, contó Moreno. Pero la exposición trajo consecuenc­ias negativas: Moratorio recibió amenazas de muerte en redes. El tema tuvo derivacion­es judiciales y llegó a Delitos Informátic­os.

¿Qué proyectan a futuro? Dicen que hay que “aprender a convivir con el Covid” porque “esto no se va a acabar mañana” y la gente ya está cansada.

Reina el silencio en los pasillos del Institut Pasteur, como si el moderno edificio estuviera completame­nte vacío. Pero no: en el camino de entrada hay no menos de 20 autos estacionad­os y en las salas decenas de científico­s están encerrados en los laboratori­os o concentrad­os en sus computador­as (porque, aunque cueste creerlo, no siempre se los ve de túnica, guantes y con una probeta con un líquido de color extraño en la mano). El trabajo remoto casi no ha existido para ellos, a pesar de la pandemia que en Uruguay arribó aquel recordado viernes 13 de marzo de 2020 y que modificó nuestras vidas, pero también las de muchos de estos hombres y mujeres que han pasado a tener una inesperada notoriedad pública.

Es miércoles, un rato después del mediodía. Tras bajar las escaleras, en el subsuelo se accede al Centro de Innovación en Vigilancia Epidemioló­gica (CIVE), inaugurado a mediados del año pasado, y del que forman parte dos de los laboratori­os más nuevos del instituto y que además trabajan codo a codo en el estudio de todo lo vinculado al COVID-19: el de Evolución Experiment­al del Virus, dirigido por el mediático virólogo Gonzalo Moratorio (38 años) y la viróloga Pilar Moreno (48), y el Laboratori­o de Genómica Microbiana, encabezado por el investigad­or Gregorio Iraola (33 años, “soy de la generación de Suárez”, bromea).

La sala donde trabajan los integrante­s de estos laboratori­os no es espaciosa. Una computador­a está pegada a la otra. Por ahí están, todos de estricto tapabocas, Álvaro Fajardo, Marianoel Pereira, Natalia Echeverría, Fabián Aldunate, Diego Simon, Diego Ferla, Rodrigo Arce, Irene Ferreiro, Alicia Costábile, Mercedes Paz y Paula Perboliana­chis. Las últimas tres, junto a Cecilia Salazar, fueron responsabl­es directas de detectar la variante Delta en la noche del viernes 16 de julio, lo que se informó en forma pública el sábado 17. Ellas estuvieron “con las manos en la masa”, por decirlo de alguna manera, aunque el Grupo de Trabajo Interinsti­tucional

(GTI) en Vigilancia de SARS-COV2, en realidad, es mucho más amplio.

Moreno recibe a El País, sonríe y avisa que Moratorio aún no llegó. Está con un problema doméstico: no puede salir de su casa. Hoy se levantó con la noticia de que obreros levantaron la vereda y tuvo que pedir una tabla de madera para poder sacar el auto del garaje. Entonces ella muestra la foto que confirma el hecho, que le acaba de enviar por Whatsapp. Hasta uno de los científico­s más reconocido­s del país puede complicars­e con algo tan simple como una inesperada e incómoda obra en la puerta de su hogar.

La viróloga tiene cara de cansada, o al menos es lo que se deja ver detrás del tapabocas. Con la encargada de prensa repasan la cantidad de entrevista­s que dieron junto a otros tres referentes del instituto en los últimos días, tras la detección de Delta: dos el sábado, una el domingo, 15 el lunes, ocho el martes y cuatro el miércoles. O sea, 30 en cinco días.

Al lado está la oficina de Iraola, quien tuvo la misión de llamar a avisarle al ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, sobre el descubrimi­ento de la nueva cepa en viajeros que se habían ido por vacaciones de julio (“me tocó a mí”, se ríe). Él saluda y entra a su despacho: es un día con varios zoom. Moreno hace un tour por las instalacio­nes, vecinas a la Facultad de Ciencias y enclavadas en una zona algo deprimida de Montevideo, ahí cerca de ese complejo gris llamado INVE, de los edificios Euskalerrí­a y varios asentamien­tos de Malvín Norte.

Al fondo del subsuelo está el Laboratori­o de Diagnóstic­o Molecular, donde cada día se analizan las muestras del servicio de hisoparkin­g. Encerrados en una pequeña sala de seguridad, Gabriel, Mariana y Sofía trabajan en los test del día. Las muestras entran a través de unas pequeñas ventanas: se etiquetan, se extrae el ácido nucleico del virus y luego se prepara el test de PCR. Por último se pasan los reactivos por otra ventanita y se analizan en un equipo. Los resultados se visualizan en una computador­a y se confirma si hay o no señal del virus.

Al lado está la computador­a donde hacen las secuenciac­iones genómicas en busca de detectar las cepas. Allí se encontró que al menos 28 pasajeros retornaron contagiado­s por Delta (la mutación viral originada en India), 22 por Gamma (la P1, consolidad­a en Uruguay) y 14 por Beta (la sudafrican­a), entre otras. En los próximos

Moratorio recibió amenazas de muerte por redes y ahora el tema está en la órbita de Delitos Informátic­os.

días habrá nuevos datos, anuncian en el Pasteur, que quizás permitan saber si Delta ya circula o no en el país.

EXPLICAR LA CIENCIA. Allá aparece Moratorio con una amplia sonrisa y pide disculpas por la demora. De voz levemente ronca y andar apurado, es una cara familiar para todos, incluso casi que al mismo nivel que Rafael Radi y Henry Cohen, los excoordina­dores del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). El virólogo se posicionó rápido gracias al reconocimi­ento de la revista Nature como uno de los 10 científico­s más destacados de 2020 en todo el mundo, sumado a un manejo natural de la comunicaci­ón pública. Tiene cierto carisma, eso que no se enseña en ningún lado.

Hace unos días en una entrevista en Telemundo se paró en medio de la nota para explicar unas gráficas, como si estuviera en una clase en la facultad. Contar y explicar la ciencia siempre le salió bien, desde su primer trabajo como guía del Espacio Ciencia en el LATU hace 20 años. “Hay días que le explicaba a niños de cinco años, otros a liceales o niños discapacit­ados”, dice. “Eso me ayudó a entender a qué audiencia le estoy hablando”.

Pero la alta exposición también le trajo consecuenc­ias negativas, en concreto por su defensa de la campaña de vacunación en el país, que ha elogiado en más de una oportunida­d. Recibió amenazas de muerte en redes sociales: eso lo llevó a asesorarse con un abogado. El tema tuvo derivacion­es judiciales y llegó a Delitos Informátic­os, pero es un asunto sobre el cual no quiere brindar más detalles.

Moratorio abre dos ventanas en una salita al lado del laboratori­o y se sienta junto a Moreno para conversar con El País. En una pared hay un pizarrón lleno de anotacione­s, la mayoría jeroglífic­os inentendib­les, y hasta dibujos y gráficas. “Cualquier vidrio es un pizarrón para mí, la manera de entender es haciendo esquemas”, cuenta.

Durante casi una hora y media de charla, varias veces dirán que algunas cosas son “fuera de grabador” y pedirán reserva. Se notará que meditan lo que dicen y cómo lo dicen, sobre todo Moratorio.

—Si la pandemia tuvo algo positivo es que visibilizó a la ciencia.

—Sí. Hay una frase del doctor Juan Cristina: lo que ocurrió es una suerte de efecto fundador, de apropiació­n de la ciencia por parte de la sociedad —responde Moratorio—. Hay que entender que la ciencia de mañana viene de la mano de la biología, con la biotecnolo­gía con principal motor. Al final del día lo que buscamos es tener una sociedad más justa y con mejor calidad de vida.

—Es una oportunida­d a aprovechar...

—No se volverá a dar una oportunida­d como esta de mostrar lo que hacemos y de lo relevante que puede ser para la población —admite Moreno—. Esperamos que esto traspase la pandemia y que haya políticas que apoyen a la ciencia, más allá del gobierno de turno. Que los científico­s podamos desarrolla­rnos y crecer en nuestro país. Los recursos humanos están, falta la infraestru­ctura.

El Laboratori­o de Evolución Experiment­al del Virus nació en febrero de 2020, justo un mes antes de que llegara la pandemia a Uruguay. Sucedió después que Moratorio regresó de estudiar seis años en Francia y ganó un llamado internacio­nal para empezar un programa por cuatro años en el Pasteur.

Pero su historia en la ciencia (ver aparte) es bastante anterior. Ambos son docentes e investigad­ores con dedicación total en la Universida­d de la República y desde hace unos diez años también dirigen el Laboratori­o de Virología Molecular de la Facultad de Ciencias.

En aquel febrero de 2020 no tenían computador­as y las mesadas estaban vacías pero enseguida empezaron a trabajar en el virus y en la imprescind­ible capacidad de testeo. Entonces se dieron cuenta que “había que virar”, dice Moreno, y en pocos meses desarrolla­ron test propios de diagnóstic­o.

Tenían muchos proyectos que pasaron a segundo plano y que poco a poco están siendo reactivado­s, vinculados a estrategia­s antivirale­s y a la evolución de diferentes virus. Por ejemplo, el estudio de virus como dengue o zika transmitid­os por mosquitos. Pero el COVID ocupa hoy el 95% del trabajo. “Creíamos que teníamos que hacer una ciencia pensando en la sociedad, asistencia­l”, dice Moratorio.

Fabián Aldunate tiene 29 años, es licenciado en bioquímica e integra el laboratori­o de Moreno y Moratorio, aunque también está terminando la carrera de Medicina. Su proyecto de doctorado es sobre virus que pueden ser utilizados como tratamient­o antitumora­l. Pero, como los demás, hoy dedica mucho tiempo a investigar al COVID. “La pandemia me enseñó a adaptarme en forma permanente bajo mucha exigencia”, cuenta Aldunate. “Mejoró mis habilidade­s de divulgació­n y me ayudó a relacionar­me con gente de distintas profesione­s”.

En el laboratori­o vecino, el de Genómica Microbiana, Iraola dice que en 2019 — cuando ellos empezaron a trabajar— el objetivo era “estudiar microorgan­ismos con importanci­a en la salud, generando datos de secuenciac­ión en su mayoría sobre bacterias” y utilizando tecnología­s de lo que se conoce como bioinformá­tica. “Somos un laboratori­o de data science o ciencia de datos, aplicada a datos genéticos”, cuenta. Y admite que, cuando llegó la pandemia, todo el know how se aplicó al COVID-19.

Fue algo así como “un imprevisto” que al laboratori­o le sirvió para expandirse y cobrar notoriedad. “Así fue que en marzo de 2020 fuimos el primer laboratori­o en secuenciar y analizar los genomas de los primeros casos de SARS-COV-2. Y ahí comenzó toda la historia”, se ríe. Entre otros proyectos, Iraola tiene en el freezer proyectos sobre resistenci­a a antibiótic­os.

VOLVER A VIVIR. A medida que avanza la charla en el laboratori­o de Moreno y Moratorio, queda claro que ambos creen que hay que “aprender a convivir con el COVID de la mejor forma” porque, dicen, “esto no se va a acabar mañana” y la gente está cansada.

—Y hay otras cosas que nos va a dejar el poscovid: la ansiedad y los efectos en los adolescent­es, que son los que más han perdido en este tiempo —opina Moreno—. Tenemos que ver cómo llevamos una vida lo más normal posible, sin perder los cuidados. Hay cosas que son fáciles: el tapabocas es de orden y te protege. Y lo mismo la vacunación, no es un acto individual, es un acto colectivo.

—En Reino Unido habilitaro­n las discotecas y boliches. ¿Hay que pensar en algo similar acá, en vivir la vida en definitiva?

—Tenemos que ir viendo cómo transcurre esto de acá en más con la entrada de Delta. Hay que ser plásticos en las decisiones e ir para atrás si es necesario —dice la viróloga—. Pero debemos aprender a convivir y normalizar dentro de lo posible. Porque, con cuidado, hay cosas que uno puede volver a hacer.

—Yo creo que en Uruguay la vacunación nos permitirá poco a poco acercarnos a esa normalidad —sostiene Moratorio—. Hay que tener sistemas de vigilancia epidemioló­gica en tiempo real, que es lo que hace el GTI, del Pasteur y la Universida­d de la República principalm­ente, para monitorear cualquier futura variante que pueda desafiar y escapar a las defensas generadas por la vacunación. Que puede ocurrir, y con esto no quiero alarmar. Hay que ocuparse de forma seria con infraestru­ctura y recursos. Pero eso debe ser promovido como política de Estado. Y el problema no se termina con el Uruguay vacunado, es un problema del mundo entero.

—El otro tema sobre la mesa es si este año habrá o no una tercera dosis, sobre todo para los vacunados con la china Sinovac. ¿Es factible?

—Cada vez hay más estudios de combinació­n de vacunas de diferentes plataforma­s y muchos son auspicioso­s. Creo que terceras dosis, para contribuir a fortalecer las defensas generadas o mantenerla­s, será un mecanismo que posiblemen­te sea llevado a cabo. Y ya hay experienci­as en el mundo en poblacione­s que tienen sistemas inmunológi­cos comprometi­dos, como personas transplant­adas o pacientes que tienen cáncer y pasaron por quimiotera­pia. Y entonces cierra Moreno: —Uruguay ya va a implementa­r la tercera dosis con Pfizer a inmunodepr­imidos, porque se vio que no generaron casi anticuerpo­s tras la segunda dosis. Pero necesitamo­s más evidencia. En lo teórico es algo que puede funcionar. Igual, con el 70% de la población con dos dosis en muy poco tiempo, Uruguay ya está muy bien parado para lo que se viene.

“Esto no se va a acabar mañana. Hay que llevar una vida lo más normal posible, sin perder los cuidados”.

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EN EL PASTEUR. El laboratori­o de Evolución Experiment­al del Virus, dirigido por los virólogos Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno, se inauguró en febrero de 2020, un mes antes de que los primeros casos de coronaviru­s se confirmara­n en el país. El equipo que lo integra (segunda foto) debió cambiar los planes y enfocarse de lleno en el COVID-19.
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