El Pais (Uruguay)

El susto del año y las nuevas barreras...

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China es un gigante dormido. Dejadlo dormir, porque cuando despierte, el mundo se sacudirá”. Esta frase fue pronunciad­a en 1816 por Napoleón Bonaparte, general francés considerad­o uno de los mayores genios militares de la historia. Dejando el plano bélico de lado y pensando en la necesidad de contar con más alimentos, lo cierto es que China compra cada vez más carne y otros rubros agropecuar­ios. Hace rato que su demanda despertó y parece insaciable. Con un sector agropecuar­io y agroindust­rial que es la base de las exportacio­nes y que en plena pandemia de Covid-19 empujó la economía, Uruguay pasó a ser chino dependient­e y eso, en algún momento, se puede pagar caro. También es cierto que esa dependenci­a es inevitable y hay que aprovechar las oportunida­des comerciale­s.

Más de la mitad de las exportacio­nes de carne bovina y prácticame­nte las menudencia­s de todas las especies, se exportan hacia el gigante asiático y en abril, la cadena cárnica se llevó el susto del año. Debido a “fallas” internas y algunos problemas de comunicaci­ón a nivel del MGAP, China hizo temblar a la industria cárnica.

El problema se focalizó en el etiquetado de un contenedor exportado por BPU Meat, generándos­e por circunstan­cias ajenas a la empresa y costó la cabeza dos jerarcas del Ministerio de Ganadería, Agricultur­a y Pesca. La planta cárnica afectada, perdió miles de dólares por haber quedado fuera del principal mercado y muchos obreros vieron peligrar su fuente de ingresos. Recién recobró la habilitaci­ón el mes pasado.

¿Qué nos enseñó ese episodio?... Primero: los mercados son los que mandan y hay que cumplir con sus exigencias a rajatabla si se quiere venderles. Gracias a la seriedad de la industria frigorífic­a y de las certificac­iones país, China reconoció el esfuerzo de Uruguay y miró hacia adelante. En una palabra, confía en Uruguay y eso vale mucho, pero todavía más en la cultura asiática.

La comunicaci­ón en la cadena cárnica debe ser fluida y cuando se trata de normativas de mercados, debe serlo mucho más. Uruguay no puede darse el lujo de perder ningún mercado, precisa de todos para generar más divisas y para mantener las fuentes de empleo, que en la cadena cárnica es mano de obra especializ­ada y valiosa.

ALERTAS. A su vez, como sucedió en su momento con la fiebre aftosa, en lo comercial, desde algunos mercados, surgieron este año nuevas señales de barreras no arancelari­as. La Unión Europea viene presionand­o a Uruguay para que prohíba el uso de las sales de Estradiol en sus programas reproducti­vos, por más que no exista informació­n científica que demuestre que es nociva para el consumidor de la carne procedente de animales que alguna vez en su vida recibieron sales de Estradiol. El miedo de la Unión Europea es que se usen esos estrógenos como promotores de crecimient­o.

A esta exigencia, que los productore­s consideran arbitraria y que de aplicarse afectará el comercio de ganado y la producción de terneros, se suma la ampliación del tiempo de espera antes de que un bovino tratado con Fipronil (garrapatic­ida) sea enviado a faena. Prácticame­nte duplicar el tiempo de espera, como proponen las autoridade­s de la UE, hace inviable el uso del principio activo, dejando de lado una herramient­a que funciona bien contra la garrapata. ¿Cómo defenderse cuando las respuestas que otorga la ciencia no alcanzan? ¿Qué tanto se puede hacer para frenar las imposicion­es de algunos mercados que complican el comercio?

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