El Pais (Uruguay)

La dulce historia de una uruguaya viviendo en Tokio

Una pastelera que triunfa a través de Instagram y que en 2016 se mudó a Japón por amor

- ROSANA DECIMA

Cuando cumplió la mayoría de edad se inscribió para estudiar e ir tras su sueño de ser cantante lírica, pero, de a poco, la pastelería le empezó a abrir puertas. Además, en aquella época, año 2011, conoció a un japonés que estaba en Uruguay temporalme­nte y se enamoraron. Andrea Fraga supo unos meses después lo difícil que era tener una relación a distancia, pero también se dio cuenta de que el amor todo lo puede y en 2016 viajó a Tokio, Japón, para casarse.

Hoy tiene 32 años y desde su casa en tierras niponas contó su historia a El País, la historia de una uruguaya viviendo en un lugar al que describe como “tranquilo” y “seguro”, pero en el que hacer amigos no es tan fácil y en el que idioma y costumbres suelen crear aún más barreras.

“A los 18 años me puse a estudiar en la escuela de ópera del Sodre y dado que la carrera de cantante lírico es larga y tenía urgencia por comenzar a tener mi dinero y no depender de mis padres, un año más tarde comencé a estudiar decoración de tortas y más adelante pastelería profesiona­l”, señaló Andrea, oriunda de Montevideo.

Siempre le había gustado hacer tortas para amigos o familiares, por lo que era algo que miraba como “un camino fácil de salida laboral”. A los 20 años empezó a trabajar por su cuenta vendiendo tortas, mientras que continuaba sus estudios de canto. “En la decoración de tortas encontré que podía expresarme de manera artística por lo que, al final, terminé por decidirme por esa carrera”, dijo.

DISTANCIA. En 2011, cuando tenía 22 años y aún estudiaba en la escuela de arte lírico, conoció a su actual esposo, un japonés que se encontraba en Uruguay trabajando como jugador de fútbol. Durante esa época Andrea trabajó “en los hoteles de lujo más grandes del país y luego me fui a Estados Unidos a hacer una temporada en una pastelería especializ­ada en tortas de boda”, detalló.

Llegó un momento en que la relación con su pareja debió ser a distancia, hasta que en abril de 2016 se mudó a Japón: “Nos casamos ese año. Yo estuve estudiando japonés unos meses y enseguida ingresé a trabajar en una pastelería japonesa”.

Andrea describe aquella experienci­a como “muy dura” ya que en Japón “las jerarquías en el trabajo están muy marcadas. El trato con los superiores es muy diferente al que yo estaba acostumbra­da y al ser la nueva, sin importar mi experienci­a, tuve que empezar desde el punto más bajo, lavando platos y sirviendo de apoyo a las demás pasteleras. La pastelería en Japón se divide básicament­e en dos ramas, japonesa y occidental, que es principalm­ente francesa”, sostuvo.

OCCIDENTAL. La pastelería a la que se dedica Andrea es la occidental y no la japonesa, aunque hizo un curso para aprender sobre la elaboració­n de wagashi, que son los dulces japoneses tradiciona­les a base de harina de arroz, entre otros.

Los ingredient­es con los que se trabaja allá en pastelería occidental son los mismos que los de Uruguay, explicó, “aunque los sabores suelen ser más sutiles, a veces menos definidos y el azúcar se utiliza con mesura”.

La uruguaya contó que en la pastelería japonesa hay sabores caracterís­ticos que se utilizan más como el matcha (té verde japonés) y el sésamo negro, pero que actualment­e ya se utilizan en pastelería de vanguardia en todo el mundo.

En 2018 abrió su propia pastelería en Tokio, en la que vendía postres y tortas decoradas. “Era un negocio pequeño. Abría al público un día para vender una cantidad determinad­a de postres y luego trabajaba por pedidos. Entre otras cosas, hacía mi propio dulce de leche repostero y algunas veces vendía alfajores, los cuales como otros postres, se agotaban siempre”, sostuvo. Pero “lamentable­mente, me vi forzada a cerrar cuando tuvimos a nuestro hijo”, añadió.

IDIOMA. Andrea dijo que una de las cosas que más le costó al haberse mudado a Japón fue el idioma: “Ha sido todo un desafío y dado que básicament­e no accedí a una educación formal del mismo, aún no lo manejo muy bien, pero estoy en el camino de continuar aprendiend­o. En Japón únicamente se habla japonés y el inglés no es una opción, como lo sería en algunas otras partes del mundo, por lo que el día a día es en japonés”.

También contó que la vida allí “es tranquila, es un país seguro, hermoso para pasear y se vive bien”, aunque agregó que “la gente no es tan cálida ni abierta como en Uruguay, así que crear amistades con japoneses es muy difícil, al menos para mí. Las relaciones son diferentes y transcurre­n principalm­ente fuera del hogar, ya que ellos no suelen invitar a su hogar más que a la propia familia”.

A mediados del 2020, en plena pandemia, y después de haber estado un poco más de un año sin trabajar, sintió la necesidad de regresar a la pastelería: “Se me ocurrió comenzar a investigar para crear la mejor versión posible de cada receta que me propusiera y compartir mi camino a forma de hobby en una cuenta de Instagram”.

La primera receta que compartió en esta red social, en la que ya venía subiendo fotos de sus preparacio­nes, fueron unos brownies. “La receta salió después de probar diferentes ingredient­es y ese fue tan solo el punto de partida de todo lo que hago hoy en día. De a poco mi cuenta fue creciendo, la gente comenzó a probar mis recetas y a comprobar que realmente salían bien”, señaló.

Fue entonces cuando se decidió a crear libros digitales con recetas más detalladas, para poderlos vender y seguir costeando sus investigac­iones: “Estaba siendo un hobby muy caro, porque para desarrolla­r una receta hacía 10 o incluso muchas más pruebas”.

Actualment­e en su cuenta de Instagram (@lacakearti­sta) tiene casi 100 mil seguidores y su público está conformado principalm­ente por hispanohab­lantes de todo el mundo. Hay algunos uruguayos, pero sus seguidores son más que nada de México y Argentina.

“La vida en Japón es tranquila, es un país seguro, pero es muy difícil crear amistades”.

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