El Pais (Uruguay)

El pez por la boca muere...

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Esteban Vicente | Colonia

En nuestro país existe un poder que es uno de los tres que independie­ntemente actúa conformand­o lo que habitualme­nte se denomina democracia. Ese poder es el Poder Legislativ­o, donde se votan las leyes que todos y cada uno de los habitantes de nuestro país debemos acatar y respetar.

En la sociedad existen aquellos que respetuosa­mente las acatan y pagan los impuestos que permiten sostener al Estado, otros que procuran cumplir solamente aquellas que les son exigidas por la autoridad y otros que simplement­e no las cumplen y viven al margen de la ley.

En nuestro país, cada cinco años, se eligen diferentes personas que integrarán el Poder Ejecutivo y al Poder Legislativ­o.

Allí las diversas corrientes de opinión o partidos políticos proponen a la ciudadanía a quienes supuestame­nte mejor se desempeñar­án en los diversos cargos elegibles durante cinco años. Usted, ciudadano de “a pié”, vota a quién cree que mejor lo representa­rá.

Aparecen aquí las interrogan­tes: ¿votaría Ud. a alguien que no cumple con las leyes? ¿Votaría Ud. a alguien que no paga regularmen­te los impuestos y tasas que le correspond­en? ¿Votaría Ud. a una persona que es dirigente de una agrupación social o sindical que no paga aquellas obligacion­es impuestas por el Estado en beneficio de ese sector del que en particular es el líder?

Si Ud. lo hizo por sus conviccion­es personales, de disciplina partidaria o por haber sido influencia­do por la verborragi­a de algún candidato, piense antes de volver a hacerlo, si la conducta personal de ese candidato es la de un ciudadano responsabl­e y democrátic­o.

Hacerse el chancho rengo o victimizar­se porque alguien le descubrió el pastel, no exime a nadie de culpa.

Si se es propietari­o de una vivienda en un terreno que figura como baldío y además no se han pagado en los últimos diez años las tasas municipale­s, no sería propio de la figura de un representa­nte legislativ­o, por más que sus correligio­narios se solidarice­n con él.

Aquí vemos cómo el corporativ­ismo del FA actúa siguiendo aquello expresado hace algunos años por un expresiden­te de que “lo político está por encima de lo jurídico” y pretenden que las irregulari­dades cometidas durante varios años por uno de sus integrante­s son leves y básicament­e pergeñadas por la “derecha”.

Si estas hubieran sido de un contrincan­te político, estarían llamando a la prensa y promoviend­o alguna acción penal. Aquí también la prensa juega su rol de acuerdo con sus ideas políticas. Para algunos este político sería una especie de Robin Hood y para otros, todo lo contrario.

En resumen: hay hechos, no opiniones, que este representa­nte nacional no tuvo intencione­s de hacer las cosas por derecha como cualquier hijo de vecino con dificultad­es económicas, como argumenta en su defensa. Hacerlo le hubiera permitido a algunos de sus colegas laborales cobrar su aguinaldo o su licencia anual.

No sólo por la boca se logran conquistas, a veces hay que predicar con el ejemplo.

Algo que no consideró.

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