El intríngulis del combustible
Como era de esperar, las recientes subas del precio de la nafta y el gasoil han provocado un fuerte rechazo en distintas tiendas. Se comprende la irritación del sector agropecuario, el más importante de la economía uruguaya, confiado en que con el cambio de gobierno estarían a salvo de medidas que van en contra de la producción tras los aumentos en menos de tres meses del combustible en nuestro territorio. Se lo han hecho saber al presidente y se anuncia para hoy una movilización de gente de Un Solo Uruguay. El primer mandatario está firmemente convencido de que es imperioso bajar los costos de producción para impulsar el crecimiento económico con creación genuina de empleo y mayor bienestar. Pero de golpe surgió la pandemia, con sus graves secuelas sanitarias y económicas. Lacalle Pou tuvo que cambiar la mira y distraer esfuerzo y millones de manera inimaginable, a partir del 13 de marzo de 2020, 12 días después de asumir.
Es pecar de ingenuo creer que a puro voluntarismo el precio del combustible baje, cuando el oro negro en el mercado internacional ha estado al alza desde hace meses. En los últimos 12, el barril de petróleo de la OPEP aumentó 63%. Para comprender la situación es necesaria una mirada holística sobre esta compleja problemática, atravesada por varios ejes. Para empezar por algo, no es posible obviar que en Uruguay todo conspira en contra de quien pretende hacer transformaciones estructurales. No lo apoyará la oposición que hoy se refriega las manos satisfecha al ver que un flanco se ha abierto en la muralla de aprobación que rodea al presidente. Posiblemente tampoco ciertos integrantes de la Coalición Republicana que encabeza y otros que forman parte de los núcleos productivos directamente vinculados. Ni cualquiera que tenga que llenar el tanque de su vehículo, moto, camión de reparto e inclusive los amantes de las “picadas” nocturnas. A nadie le gusta tener que pagar más para circular, encender la calefacción o arrancar el tractor.
Además hay otros factores a tener en cuenta. El Ejecutivo en un principio pretendió liberar la importación de combustible y terminar con el costoso monopolio de Ancap, tal como se dijo más de una vez a lo largo de la campaña, pero en pos de la armonía política finalmente se sacrificaron parte de los planteos. Lacalle Pou debió renunciar a su proyecto de máxima y hubo que encontrar algún atajo, tal como suele suceder en la República Oriental del Uruguay, si de hacer transformaciones se trata. La solución para sincerar la fijación del precio del combustible fue la de un mecanismo alternativo, más alineado con la realidad del mercado mundial, por medio de la Unidad Reguladora (Ursea) encargada de poner el precio de acuerdo al de Paridad de Importación (PPI) en lugar de imponerse el monto para satisfacer las necesidades de Ancap y el Estado. Lo positivo del actual sistema es que finalmente se ha aclarado cómo se compone el hoy discutido precio del combustible en nuestra tierra. Lleva varios agregados que suponen casi 3 pesos por litro. El llamado factor X, abarca desde el subsidio al supergás, al transporte público capitalino, a la mezcla de un antieconómico biocombustible y pérdidas como las generadas por la producción de pórtland. Aparte de la suma de ineficiencias típicas de la gestión estatal y su inflacionado número de empleados.
Entre 2014 y 2019, en tiempos del gobierno del Frente Amplio, Ancap se
Si el Uruguay quisiera realmente bajar el precio del petróleo debería hacer lo de Nueva Zelanda, que ha decidido cerrar la refinería de Marsden, haciendo un acuerdo de suministro de 135.000 barriles diarios de combustible refinado, para el 2022, con Exxon y BP.
financió con la pronunciada baja del crudo que llegó a descender hasta los US$ 12,225 el barril, con un promedio de US$ 40,66 a abril del 2020 aunque esos abaratamientos no se notaban en surtidor.
Esto llevó a que en ese período los usuarios hayan pagado US$ 907 millones de sobrecostos. Pero daría la impresión que muchos no se enteran de que el petróleo ha aumentado durante los últimos meses, aparte de algún día que desciende algo. En los últimos 12, el precio del barril de la OPEP creció en promedio 63%. Si el Uruguay quisiera realmente bajar el precio del petróleo debería hacer lo de Nueva Zelanda, que ha decidido cerrar la refinería de Marsden, haciendo un acuerdo de suministro de 135.000 barriles diarios de combustible refinado, para el 2022, con Exxon y BP.
Pero como no hay quien le ponga el cascabel al gato, tal vez la ansiada baja en los combustibles se produzca finalmente a raíz de un enfriamiento de la economía a nivel mundial a causa del avance de la variante Delta. Si bien, al estar todo endiabladamente encadenado, de ser así el turismo y los servicios serían castigados otra vez cuando recién han empezado a levantar cabeza.