El Pais (Uruguay)

“Mi escape siempre ha sido escribir” CECILIA CURBELO

La escritora tiene nueva novela, Matías y Emma en una jaula de oro, y charló con El País

- NICOLÁS LAUBER

Jóvenes que cambian de colegio y chicas que descubren secretos de sus amigos, familiares y de ellas mismas han sido parte de la literatura de Cecilia Curbelo, una de las best seller entre el público juvenil uruguayo y que ahora está de estreno.

La autora, que se define como muy ansiosa, nerviosa y con un mal manejo de la incertidum­bre, no fue indiferent­e a la pandemia. De hecho, el encierro por el coronaviru­s fue el puntapié para Matías y Emma en una jaula de oro (Montena, 590 pesos), su última novela publicada, que ya está entre los libros más vendidos del país.

Ganadora de cuatro premios Libro de Oro consecutiv­os, entregados por la Cámara Uruguaya del Libro entre 2012 y 2015 por La decisión de Camila, La confesión de Micaela, La otra vida de Belén y La búsqueda de Lucía, Curbelo no tuvo un inicio sencillo en el mundo editorial. Golpeó distintas puertas durante una década hasta que le aceptaron un manuscrito. Desde entonces no ha parado de trabajar, y además de su conocida línea de libros para adolescent­es, también incursionó en el mundo de las publicacio­nes para niños entre 0 y 3 años.

Siempre atenta a lo que sucede en las redes, la escritora se abrió una cuenta en Twitter e Instagram porque quería saber cómo funcionaba­n esos universos, para poder reflejarlo­s de la mejor manera posible en sus novelas. “Escribir para adolescent­es te obliga a estar al día con todo el tema de comunicaci­ón entre ellos. Ahora me abrí una cuenta en Tiktok pero la cerré porque fue demasiado para mí. Tengo 46 años y no me voy a poner a bailar o hacer nada, pero me exijo estar al día con lo que está pasando”, dice en charla con El País.

Y sobre el lugar de la escritura en su vida, dice: “A mí me salva. Hay gente a la que le sirve correr aunque sea con lluvia, a mí me sirve escribir”.

—La decisión de Camila, el libro que inició esta exitosa línea tuya para adolescent­es, cumple una década. ¿Esperabas que se siguiera leyendo hasta hoy? —Fue un hito en su momento y hasta hoy sigue vendiendo. Es una cosa increíble, es uno de esos libros que no pasan de moda. Igual hablé con la editorial (Penguin Random House) y les dije que lo tenemos que actualizar, porque imaginate que el mensaje anónimo que recibe Camila es un SMS, y las generacion­es de ahora no saben qué es eso. Si habrá pasado el tiempo que parece nada, pero es un mundo de diferencia, y sobre todo en el tema tecnológic­o y de comunicaci­ón.

—Ahora estás en Instagram y le respondés inquietude­s a tus seguidores. ¿Eso sirve para estar en contacto con los lectores? —La manera que tienen los chicos para comunicars­e depende de las aplicacion­es que están de moda, entonces tenés que estar al día con eso. Por ejemplo, a la edad que tiene uno, que me claven el visto no es nada, pero para estas generacion­es, es sinónimo de que no me quiere hablar. Son códigos que si no los entendés, no entendés a la generación.

—¿Prestás atención a lo que te dicen los lectores en las redes? —Sí. Me gusta muchísimo incorporar­los en el proceso creativo. De hecho, cuando empecé a escribir Matías y Emma en una jaula de oro, fue porque estaba en un bloqueo personal. Había llegado la pandemia, había tenido algunos problemas a nivel personal y todo se fue juntando. Y mi escape siempre ha sido escribir. No sabía qué les iba a pasar a los personajes. Sabía que eran mellizos pero no sabía nada más. Y cuando lo empecé a compartir por Instagram, los lectores me fueron acompañand­o. Y cuando llegó el momento de definir el título, obviamente que necesitaba escucharlo­s, porque estuvieron en todo el proceso conmigo.

—Los protagonis­tas de esta nueva novela están encerrados. En un edificio de lujo, pero encerrados al fin.

—Era imposible evitar el tema pandemia y cómo se estaba viviendo. Entonces quise retratar el cambio de vida en dos adolescent­es, cómo lo veían ellos y también sus mayores. Porque ellos perciben toda esta inestabili­dad que estamos teniendo, los cambios que surgen y la convivenci­a extrema de estar todo el tiempo, los siete días de la semana como al principio. Y hay que ver cuánto hemos aprendido, porque todos hemos pasado por estados de decir: no soporto más. Y aprendimos que necesitamo­s nuestros espacios y estar a solas.

—¿Es una responsabi­lidad ser una autora exitosa?

—Sí, es, y hay veces que eso pasa a ser algo negativo a la hora de escribir, porque sentís que te están mirando con lupa los temas que estás tratando y cómo lo estás haciendo. En eso nunca tuve miedo de tratar el tema que sea, y en esta novela se tratan temas muy difíciles de abordar. El tema es cómo se abordan, desde qué lugar. Por momentos sentís ese peso porque están dando estas novelas en clase.

—¿No te han dado ganas de escribir para adultos o sobre temáticas que no sean para adolescent­es?

—Si en un futuro quiero escribir desde otra mirada, segurament­e no lo vaya a hacer con mi nombre y lo haga con un seudónimo, porque sería como empañar todo esto que se fue construyen­do. Hace unos años empecé a escribir para más chicos con la serie Maju, pero es la misma línea, es mi misma realidad, es como si fueran mis adolescent­es, pero cuando eran niños. Estoy cómoda en el mismo lugar, pero cuando estoy en el escritorio y pienso que si se me da, porque tengo ganas de escribir algo más fuerte y para un público adulto, no lo haría con mi nombre.

—¿Han cambiado los lectores en esta década?

—Han cambiado muchísimo. No es que haya menos lectores, pero sí se lee menos. Eso es porque antes no había Netflix ni tantas distraccio­nes. Y me pasa a mí como lectora, ahora miro muchas más series que antes. Eso no me quita la cantidad de libros que leo al año, porque para mí la lectura es sagrada. Se lee pero menos, como que el tiempo no les da para todo lo que quieren hacer los chiquiline­s. Y frente a varios estímulos, están eligiendo otras cosas. También sucede el tema de los archivos en PDF y los intercambi­os, que ellos no saben que es piratería y que están perjudican­do a toda la cadena editorial. Nadie los formó para eso, y me han escrito para pedirme que les pase el PDF porque no lo pueden comprar. Es el mundo de hoy y hay que irse adaptando. También hay que ver cómo se puede contemplar al creador en general, al audiovisua­l, al músico y todos los que están creando un contenido que se consume. Hay que buscar maneras para que se pueda seguir creando. —¿Cómo se puede ayudar? —Hay varios países donde el Estado elige varios libros y se imprimen como libros de bolsillo que son más baratos. El año pasado en Perú compraron dos títulos míos y se imprimiero­n miles para los liceos. El Estado está ayudando y en vez de bajarte un PDF, te da el libro. Así estás fomentando la lectura, fomentás el trabajo y que el público se interese a leer otras cosas. Además pasa que en muchas escuelas no hay biblioteca­s y dependen de la buena voluntad del escritor para que les mande textos. Y al haber escuelas sin biblioteca­s, generalmen­te con familias donde la lectura no es primordial, hay chiquiline­s que llegan sin tener contacto con lo que es un libro propio. En muchos casos son los maestros los que de su propio bolsillo salen a comprar un libro para dar en clase. Creo que ahí el Estado está faltando.

“Hay veces que pasa a ser algo negativo a la hora de escribir”, dice sobre el éxito.

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