El pequeño módulo que le aportó dignidad al Comcar
Manfred Nowak, relator de las Naciones Unidas sobre tortura, visitó las cárceles uruguayas en 2009 y publicó un lapidario informe sobre lo que se encontró. Tras ello comenzó una “reforma penitenciaria” que, según el comisionado parlamentario para las cárceles, sin importar los cambios de administraciones, continúa bajo un enfoque de humanización. Pero “el colapso del sistema, desbordado por su llamativa explosión demográfica, ha hecho muy ardua su transformación hacia la rehabilitación”.
El Comcar es la imagen perfecta de ese colapso: el año pasado había 42% más presos que camas. Fue allí que el año pasado ocurrieron 22 muertes, 19 de las cuales fueron por causas violentas. Pero fui allí, también, donde el sistema apostó a un pequeño módulo modelo para quienes están a punto de egresar.
Franco pasa allí los últimos meses de su pena. “Esto es un hotel”, dice con una sonrisa que se adivina detrás del tapaboca. Esta semana está encargado de cocinarles la merienda al resto de sus 11 compañeros de preegreso que, a diferencia de los casi 3.500 que habitan en otros módulos, pueden moverse con cierta libertad, trabajan y autogestionan su hogar.
La oficina del Mides está trabajando en este momento con tres jóvenes de este módulo. La psicóloga Marina Guerrero reconoce que “esta experiencia es de gran ayuda” porque, al devolverle dignidad a las personas, “se hace más plausible la construcción de un plan de vida”.