El Pais (Uruguay)

“Uruguay fue muy importante en el comienzo de mi carrera” PALITO ORTEGA

El histórico músico argentino habló con El País sobre su nuevo disco y repasó su vida

- RODRIGO GUERRA

“Si no creés en vos, no vas a convencer a nadie de lo que valés”, asegura.

Creo que venimos con un destino marcado. Es como una luz que te acompaña, porque yo no puedo creer que todo lo que me pasó en la vida haya sido solamente producto de la casualidad”, le dice Ramón Ortega, mejor conocido como Palito Ortega a El País. Y cuando el compositor de clásicos inmortales como “La felicidad”, “Despeinada” y “Yo tengo fe” repasa su historia desde el otro lado de la llamada telefónica, a uno no le queda más que creerle.

A los 15 años dejó Lules, su pequeño pueblo en Tucumán, para probar suerte en Buenos Aires. No conocía a nadie, pero las casualidad­es —mejor dicho “las causalidad­es”, como asegura— lo llevaron a cumplir su sueño de dedicarse a la música.

Primero trabajó como limpiador, luego como mozo y cuando ingresó a una empresa llamada Supermetal parecía que había encontrado su oficio. Sin embargo, uno de sus compañeros colocó un preservati­vo inflado en la cartera de una de las empleadas, y cuando el jefe descubrió la broma le echó la culpa a Ortega. Lo suspendió de inmediato.

Sin embargo, en vez de frustrarse decidió cambiar el rumbo. Comenzó a trabajar de cafetero y, en medio de su búsqueda por vaciar sus termos, llegó a la puerta de Radio Belgrano, donde encontró su lugar en el mundo (ver recuadro). En cuestión de meses, se había hecho amigo de la orquesta estable y salió de gira con ellos como plomo.

Fue el comienzo de un camino que lo llevaría a ingresar a El Club del Clan —el programa televisivo que se transforma­ría en todo un fenómeno musical—, grabar cientos de canciones alegres, filmar películas y vender millones de discos.

Ahora, a los 80, está de estreno. Se trata de Te llevo bajo mi piel, un bellísimo disco de homenaje a Frank Sinatra, el hombre que lo dejó en la quiebra y que luego lo ayudó a levantarse.

Sobre estas historias, Ortega habló con El País.

—Te llevo bajo mi piel es un proyecto que tenías pendiente desde la visita de Frank Sinatra a Buenos Aires. Sin embargo, recién ahora pudiste concretarl­o. ¿Cómo surge la idea? —Después de cada uno de los shows que hizo Sinatra en Buenos Aires en 1981, nos encontrába­mos para tomar unas copas y yo siempre le cantaba, jugando, “Te llevo bajo mi piel” mientras imitaba sus gestos. Él se reía y una noche me dijo: “¿Por qué no grabás esas canciones?”. Su arreglador, Don Costa, estaba en ese momento y me comentó que si me decidía, él me iba a hacer los arreglos. Pero justo me fui a Alemania para hacer otro disco y quedó pendiente. Finalmente, me decidí a hacerlo con un músico argentino que se llama Nelson Pombal, y grabé con una big band. Es un gusto que me quise dar y espero que la gente lo pueda disfrutar.

—Las canciones que elegiste eran parte del repertorio de Sinatra. ¿Es un homenaje a lo que representó en tu vida?

—Sí, y la idea parte de lo que él me comentó cuando le cantaba en broma. Cada vez que me decía que grabara el disco, en broma yo le respondía: “No, porque no quiero que comparen nuestras voces, porque sé que a la gente le va a gustar más la mía” (risas ).A la distancia, me parece mentira que nos hayamos encontrado en esas noches. Fue un poco de alegría entre todo el drama que habíamos vivido por la devaluació­n del peso que me llevó a una situación económica difícil. Había pagado dos millones de dólares por traerlo, pero cuando se devaluó el peso, sabía que iba a perder mucho dinero. Podría haber suspendido todo, pero quise seguir. Cuando terminaron los shows y se fue a subir a su avión privado, él me dijo: “Yo sé todo lo que te pasó, así que si viajás a Estados Unidos y necesitás alguna garantía, no dejes de llamarme”.

—Al final cumplió su promesa. —Sí. Años después me fui para allá y me animé a llamarlo, aunque pensé que no me iba a dar bola. A la tercera llamada lo ubiqué y el tipo se alegró. “¿Qué necesitás?”, me dijo. Yo le comenté que me estaba instalando con una productora y en cuestión de días me empezaron a visitar personas de bancos en las que ni siquiera tenía cuenta para ofrecerme créditos. Después me llamaron de Telemundo para trabajar y cuando me quise dar cuenta me había comprado un terreno con salida al mar. Todo fue gracias a una gestión de Sinatra. Te llevo bajo mi piel es un homenaje a esas noches tomando una copa con él y escuchándo­lo cantar. Si no nos hubiésemos conocido, este disco no hubiera existido. —Una parte de tu carrera está muy ligada a Uruguay. ¿Cómo definirías esa relación? —Uruguay ha sido muy importante en el comienzo de mi carrera. Era un escenario que teníamos permanente­mente porque íbamos todos los fines de semana con El Club del Clan. Después, en 1964, gané el Festival de la canción en Parque del Plata y fue muy importante para mí. Tengo recuerdos muy gratos de Uruguay y siempre me han recibido con cariño. En esa época íbamos a ver a Los Shakers, que mostraron el perfil de los buenísimos músicos que hay allá, escuchábam­os cantar al Negro Rada, que ya era famoso. También fui bastante a Punta del Este a visitar a Carlos Páez Vilaró. Uruguay siempre fue el escenario de grandes artistas. —Mencionast­e al Club del Clan. ¿Has analizado por qué tuvo tanto éxito?

—A mí lo que me ayudó a crecer fue mi perfil de cantautor, porque en ese momento todos estaban atentos a los éxitos de Elvis, Paul

Anka y Neil Sedaka para hacer su versión en español. Pero yo siempre buscaba melodías. Andando con la banda, me di cuenta de que la gente que va a los conciertos le gusta participar. Tomé esa referencia y me dije: “voy a hacer melodías para que la gente cante conmigo”. Así surgieron canciones como “Dejala, dejala” y “Bienvenido amor”. Después vino “La felicidad”, que era tan simple, que se la canté no muy convencido a un productor llamado Antonio Carrizo. Cuando me escuchó, me respondió: “¿Vos sos loco? Te la van a grabar en todo el mundo”. Pensé que el loco era él, pero al final la grabó Iva Zanicchi en Italia, Ray Conniff en Estados Unidos y hasta la tocó una banda alemana en el Albert Hall de Londres.

—Por más de que haya sido una melodía simple, terminó conectando con el público. Al final, eso es lo que importa.

—Sí. Recuerdo que varios músicos me decían: “Uno puede escribir varias melodías como estas en un día”, y yo le respondía: “No escribas varias, escribí una como esa y te la grabo enseguida”. Pero no es tan fácil.

A muchos virtuosos les cuesta escribir una melodía popular porque están tan sujetos al conocimien­to profundo que tienen, que no se atreven a una cosa tan básica como una melodía que se cante. Lo que importa es la emoción. Una vez venía de la discográfi­ca y escuché a un grupo de gente cantando porque volvía Perón; yo percibí ese sentimient­o y cuando llegué a mi casa tomé la guitarra y en cinco minutos escribí “Yo tengo fe”. No hice más que darle forma a ese sentimient­o y la gente la tomó y hasta llegó a las canchas. De eso se trata la música popular: viene de las calles, el músico la toma para hacerla melodías y luego vuelven a las calles. Es maravillos­o.

—¿Es verdad que desde que eras niño estabas convencido de que ibas a ser famoso?

—Sí. Cuando vivía en Tucumán le decía a mis amigos: “Cuando sea grande voy a trabajar en películas y la próxima vez que me quieran ver van a tener que pagar una entrada”. Se mataban de risa los pibes. Imaginate que en mi pueblo no teníamos ni energía eléctrica ni agua potable. Era un hecho casi delirante, pero creo que venimos con un destino marcado porque no puedo creer que todo lo que me pasó en la vida haya sido solamente producto de la casualidad. —Bueno, pero aunque el destino esté marcado uno lo ayuda. Llegaste a Buenos Aires a los 15 años y nunca bajaste los brazos. —Sí, porque si no creés en vos, no vas a convencer a nadie de lo que valés. La vida está llena de oportunida­des, pero si solo te remitís a hacer lo que te dicen que hagas, es difícil lograr lo que querés. En un momento, los caminos se bifurcan y uno tiene que elegir el camino. El tema es estar seguro siempre.

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