El Pais (Uruguay)

Denuncias y auditorías

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La iniciativa que fuera calificada como “buque insignia” del tercer mandato frentista y segundo del fallecido presidente Vázquez, y que se materializ­ara en la puesta en marcha de un Sistema Nacional Integrado de Cuidados con la sanción de la Ley 19.353 (que fuera publicada en el Diario Oficial con fecha 8 de Diciembre de 2015) y que buscaba instituir un sistema universal de cuidados a personas dependient­es —luego de sus decretos reglamenta­rios— en dos franjas etarias de 0 a 29 años y en mayores de 80 años, se muestra como una “buena intención” pero con importante­s carencias e inconsiste­ncias.

Éstas han quedado al descubiert­o luego de recibirse múltiples denuncias (muchas de las cuales ni fueron atendidas al momento de recibirse, ni menos derivaron en seguimient­o o correccion­es por parte de las autoridade­s públicas) y al efectuarse auditorías desde el Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Al parecer, ha llegado el tiempo de deslindar responsabi­lidades y de aguardar las actuacione­s de la justicia penal, ante este cúmulo de denuncias cruzadas que han salido a luz.

Tan es así que las mismas provienen de los familiares de aquellos que requieren del servicio de cuidados o asistencia personaliz­ada, como de quienes han debido cumplir con el encargo que se les impusiera o para el que han sido contratado­s como “asistentes personales”.

Ha quedado al descubiert­o, entre otras situacione­s, la muy escasa preparació­n de los cuidadores, así como hechos de apariencia delictiva que de comprobars­e, ameritaría­n un reproche penal, ya que el abanico de conductas reprobable­s que se ha denunciado, como abusos sexuales, hurtos, violencia privada, privación de libertad, es realmente preocupant­e.

Lo que resulta inadmisibl­e es que, pese a las denuncias, el denunciado sigue en funciones, lo que debiera subsanarse en el menor tiempo posible.

En esta materia tan sensible habrá que estar a cada caso en particular. Se insiste en mantener el sistema (SNIC) —que en la actual administra­ción se ha integrado al Programa de Discapacid­ad— por tratarse de “un tesoro” que debiera ser conservado como política de Estado, por el alcance del mismo en la calidad de vida de muchas personas que atraviesan distintas problemáti­cas, son dependient­es y sus respectiva­s familias — cuando las tienen— no están en condicione­s de solventar su trabajo y dedicación.

La creativida­d del legislador es, sin lugar a duda alguna, algo verdaderam­ente trascenden­te, pero —seamos sensatos— no existen soluciones “mágicas” y no debiera restársele importanci­a a la real sustentabi­lidad financiera de esa creación. Aparte del factor humano y sus desvíos, queda de manifiesto la significac­ión que poseen los recursos financiero­s a la hora de lograr sustentarl­o, ya que el que nos ocupa, debiera poder ser efectivame­nte una feliz iniciativa que exceda un período de gobierno.

Pero otra realidad nos golpea una vez más: es el necesario seguimient­o de las autoridade­s públicas —que como imprescind­ible contralor— debieran procurar se aplique a estos sistemas, para relevar en los hechos, cómo funciona. Nos ahorraríam­os muchos sinsabores.

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