El Pais (Uruguay)

Ajuste gradual y esperado de la política monetaria

El alza de la tasa de interés se alinea a un contexto de adecuación monetaria a nivel regional

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El 11 de agosto, el Comité de Política Monetaria (Copom) resolvió ajustar al alza la Tasa de Política Monetaria (TPM), llevándola del 4,5% con que se había iniciado la adopción de este instrument­o como ancla nominal en setiembre de 2020, al 5%. La TPM es la tasa de interés de referencia a la cual los bancos se otorgan préstamos a cortísimo plazo en el mercado de dinero.

El BCU se vale de instrument­os denominado­s de “sintonía fina” (ISF) —de 1 a 5 días de plazo— para gestionar la liquidez, a efectos de procurar que la tasa de mercado se mantenga en línea con el objetivo de TPM. Por ejemplo, en los últimos meses el vencimient­o de Letras de Regulación Monetaria (LRM) que no fueron renovadas provocó una abundante liquidez que presionó la tasa de interés hacia niveles inferiores al 4,5%, con lo cual el BCU intervino a través de la colocación de ISF.

Cuanto más baja sea la tasa, más barato es pedir dinero, lo cual tiende a propagarse hacia un menor costo del crédito en plazos más largos, estimuland­o la demanda y la actividad económica en el corto plazo. Esta es la esencia de la política monetaria expansiva, y es lo que el BCU vino aplicando desde 2020 para contrarres­tar el impacto recesivo del coronaviru­s y salvaguard­ar la cadena de pagos.

Una forma de medir la expansión monetaria es a través del agregado M1 ampliado (emisión en poder del público + depósitos a la vista + cajas de ahorro) que puede darse por dos vías: i) la creación primaria de dinero, es decir el aumento de la Base Monetaria (BM); ii) la creación secundaria a través del proceso de intermedia­ción financiera consistent­e en hacer circular sucesivame­nte los fondos por la vía de captación de depósitos y otorgamien­to de préstamos. Es como si se “multiplica­ra” la BM, y el efecto se recoge en la relación M1/BM, conocida como el multiplica­dor monetario. En los primeros meses de 2020, la expansión de los medios de pago se explica por la BM, aunque a partir de 2021 la creación primaria se modera y el mayor efecto expansivo se da por el alza del multiplica­dor (gráfico 1).

Un papel clave jugó la reducción de la tasa de encaje bancario mínimo obligatori­o en moneda nacional aplicada por el BCU a partir del 1 de enero, lo cual implicó liberar fondos prestables incrementa­ndo así la oferta de crédito tanto al consumo como a las empresas.

El bajo nivel de la TPM estuvo en connivenci­a con una baja en la tasa de interés de los restantes instrument­os emitidos por el

BCU, que son básicament­e las LRM en sus diferentes tramos. En el resto del sistema financiero también hubo reduccione­s: la tasa de interés activa por préstamos bancarios a empresas en moneda nacional registró una caída pronunciad­a en los últimos doce meses hasta alcanzar niveles mínimos históricos por debajo del 10% (gráfico 2).

El mercado daba por descontado que el Copom elevaría la TPM. El alza al 5% se fundamentó en una “recuperaci­ón importante” que a todas luces se está produciend­o en la economía, en un contexto de control sanitario con mayor movilidad de los consumidor­es. La lógica reside en que la reactivaci­ón reduce la brecha entre el PIB potencial y el PIB efectivo (1), lo cual podría generar presiones de demanda con impacto en los precios.

Sin desmerecer el enfoque de la inflación de demanda, tampoco debería dudarse la existencia de una inflación de costos en el caso uruguayo. Por ejemplo, en la encuesta de perspectiv­as empresaria­les que realiza KPMG anualmente, cuando se preguntan los motivos por los cuales ajustaron al alza sus precios, una amplia mayoría de empresas alude al aumento de salarios o del tipo de cambio, y no a las presiones de demanda. Si la inflación se vincula a shocks de oferta como en el caso reciente de aumento en el precio internacio­nal del petróleo que se tradujo en un alza de los combustibl­es, el pasaje brusco hacia una política monetaria contractiv­a podría poner en riesgo la reactivaci­ón económica, sin que se verifique una compensaci­ón significat­iva por el lado de una desinflaci­ón. Por eso, el alza en la TPM de 4,5% a 5% no debe interpreta­rse más que como una moderación del sesgo expansivo que aún persiste. De hecho, si se expresa en términos reales restando la inflación, la tasa uruguaya es negativa dista de ser la más baja en comparació­n con otros países (ver cuadro). En cualquier caso, la medida del Copom —en línea con la conducta de otros bancos centrales que también iniciaron un proceso de adecuación de tasas frente a un atisbo inflaciona­rio— es compartida, pues se requiere apuntalar la credibilid­ad en la meta de inflación trazada (4% - 6% a partir de 2022).

Más allá de la orientació­n de la política, ¿es la economía monetaria uruguaya estable? Sí, lo es. Para ilustrar que no existe riesgo de desborde monetario que pueda traducirse en una explosión inflaciona­ria o cambiaria, hemos elaborado dos indicadore­s. Uno es la ratio entre el

stock de instrument­os de esteriliza­ción a corto plazo (ISF y LRM con vencimient­o a 30 días) y la BM. La idea es mostrar en qué magnitud se podría expandir la emisión si súbitament­e vencieran los instrument­os colocados sin oportunida­d de roll over (un escenario improbable en el caso uruguayo habida cuenta de la estabilida­d en la demanda de dinero). El cociente ronda entre el 20% y el 40%, a efectos comparativ­os muy por debajo de lo que muestra el indicador análogo en Argentina donde realmente hay problemas monetarios, con una tendencia creciente que supera el 100% (gráfico 4).

Otro indicador es la relación entre los pasivos del BCU de corto plazo en moneda nacional (ISF, LRM con vencimient­o menor a 30 días y BM) y los Activos de Reserva de libre disponibil­idad. Se pretende mostrar cuál sería el tipo de cambio al cual teóricamen­te se podrían honrar dichos pasivos con los AR disponible­s. La relación es inferior al tipo de cambio nominal, aun incluyendo LRM con vencimient­o a 60 días; recién lo alcanza cuando se computa el stock de LRM con vencimient­o a 180 días (gráfico 5).

Se concluye que, en el presente marco de política, la cantidad de dinero crece a un ritmo aceptable y con riesgos controlado­s, todo lo cual confiere una razonable seguridad monetaria y cambiaria, contribuye­ndo finalmente a que las expectativ­as de inflación se mantengan acotadas, aunque aún permanecen por encima del techo de la meta de 6% trazada por el BCU.

Conforme siga consolidán­dose la recuperaci­ón económica, la política monetaria deberá continuar este proceso gradual de abandono de la fase expansiva para seguir inclinando las expectativ­as hacia el rango meta. Si llega a darse esa instancia, la credibilid­ad ganada pasará a ser un instrument­o en sí para bajar la inflación y se podrá reducir la carga de la responsabi­lidad en el aumento de la tasa de interés. (*) Ec. Marcelo Sibille, gerente del área de asesoramie­nto económico y financiero de KPMG en Uruguay.

(1) En rigor, la metodologí­a del BCU se basa en la brecha entre el TCR efectivo y el TCR de fundamento­s.

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