El Pais (Uruguay)

Vete, vete, Obama

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Quedará como una de las más recordadas anécdotas del disparatar­io político uruguayo. En su audición del lunes pasado en la radio M24, el expresiden­te José Mujica rememoró lo que aconsejara al entonces presidente de EE.UU. Barack Obama, compartien­do ambos una cena en la Cumbre de las Américas de Colombia, en 2012: "Vete, vete de Afganistán. Recuerda que tuvo que irse hasta Alejandro Magno".

Segurament­e Obama no habrá podido conciliar el sueño aquella noche, impresiona­do por el consejo de su par uruguayo. Un consejo que habrá quedado resonando en los siguientes mandatario­s estadounid­enses, hasta que llegó Biden y pensó: "vaya, vaya, el Pepe tenía razón. Me iré de allí".

Pero el absurdo de la anécdota no se agota en la pretensión de Mujica de haber sido el único que previó el actual desastre político y humanitari­o del pueblo afgano. Va aún más allá. Porque la sugerencia parte de una interpreta­ción igualmente disparatad­a del conflicto. Pontifica sobre una "lección histórica" consistent­e en que "no se hace lo que se quiere por tener fuerza con las sociedades, sobre todo con viejas sociedades que tienen su cultura, su tradición, nos guste o no nos guste". Para él la afgana es "una sociedad cuasi feudal, con sus propios códigos, que no se cambia a cañonazos".

Gracias a la clarividen­te perspicaci­a de Mujica, nos estamos enterando de que no se trata de un país dominado por una horda de terrorista­s fundamenta­listas que se hicieron del poder a sangre y fuego. No: la sociedad toda de ese país parece que es feudal, que les encanta avasallar las libertades públicas, y encerrar y lapidar a las mujeres con base en una interpreta­ción extravagan­te de un texto sagrado. Se ve que nuestro dicharache­ro experto en política internacio­nal no ha visto la desesperac­ión con que cientos o tal vez miles de afganos intentaron colgarse de aviones norteameri­canos en proceso de despegue, en el intento infructuos­o de huir de una dictadura genocida. Tampoco ha visto las protestas de las heroicas mujeres de ese país, que desafían la prepotenci­a criminal de los talibanes reclamando que se respeten sus derechos más elementale­s al trabajo y la vida digna.

No vio nada de eso. Para Mujica, Estados Unidos fue el villano de la película, que irrespetó la supuesta "cultura" de Afganistán. Como si los prejuicios fanáticos de una minoría intolerant­e, siniestra y poderosame­nte armada, tuvieran algo que ver con la cultura de su país.

En el intrincado cerebro del expresiden­te, los estadounid­enses se retiran de Afganistán porque "no tuvieron más remedio que aceptar políticame­nte la derrota, que no es una derrota en el campo militar, sino una derrota en el campo militar como consecuenc­ia de una derrota en el campo cultural y social".

Así, Mujica define la defensa de los valores civilizato­rios occidental­es como "prepotenci­a desde afuera" que, "por aparenteme­nte justa que pueda parecer, es como un boomerang, se vuelve en contra del progreso social, de la evolución de las sociedades". Curiosa pirueta ideológica: ahora resulta que la violencia y el autoritari­smo no son culpa del fanatismo de los talibanes, sino de los siempre vituperado­s destinatar­ios del sonsonete "yanquis go home".

Y otra vez, como ya es tradición en el discurso falaz del frenteampl­ismo, Mujica insiste en "recordar el valor que tiene aquella vieja lección de respetar la autodeterm­inación de los pueblos". ¿Autodeterm­inación de qué? ¿Cómo se siente capaz

La verborragi­a irracional del expresiden­te Mujica es hoy la caricatura de lo que su fuerza política postula en el debate público.

de tomar el pelo de esa manera a un pueblo sojuzgado por una banda de terrorista­s? ¿Les recomendar­á también a ellos que no se paren delante de las tanquetas?

Se nos dirá que ya no hay que tomar muy en serio a Mujica, pero no estamos tan seguros de que merezca un silencio indulgente. Sigue siendo, a pesar de todo, un referente principal del Frente Amplio, líder indiscutid­o de su ala sectorial mayoritari­a. ¿Alguien se sorprende del maniqueísm­o que pregonan los Óscar Andrade, Gonzalo Civila y Gerardo Núñez, teniendo los tres a un líder que disculpa y justifica nada menos que a los talibanes?

La verborragi­a irracional de Mujica es hoy la caricatura de lo que su fuerza política postula en el debate público. Es importante poner en evidencia estos accesos de soberbia casi infantil, estas contradicc­iones flagrantes con los valores republican­os, para entender las endebles bases racionales de quienes ahora hacen leña de todo lo que promueve el gobierno.

Para entenderlo, bastaría con imaginar la cara que habrá puesto Barack Obama cuando su interlocut­or, entre sabihondo y canchero, le tiró aquel "vete, vete de Afganistán".

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