El Pais (Uruguay)

Las políticas públicas y el turismo

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El episodio de la salida de Germán Cardoso del ministerio de Turismo, ha sido negativo en muchos frentes. Para empezar, porque con razón o sin ella, echa sombras sobre la probidad administra­tiva de funcionari­os políticos. Aunque luego se descarten las denuncias o no haya pruebas de nada irregular, la imagen ante la opinión pública queda de alguna forma manchada.

En segundo lugar, porque muestra los conflictos fratricida­s que padece hoy el Partido Colorado, uno de los ejes centrales de la coalición republican­a que llegó al gobierno hace un año y medio, con el mandato popular claro de cambiar de fondo muchas políticas públicas de la era frenteampl­ista. Si los dirigentes de ese partido no entienden eso, y sus prioridade­s son otras, el futuro del Partido Colorado no será nada estimulant­e.

Pero, por último, porque el turismo es uno de los grandes afectados por la pandemia. Y a meses del incio de una temporada de verano que el sector aguarda con un fervor rayando en la desesperac­ión, lo último que necesita son sacudones agrios en la conducción política.

Si bien el turismo es una actividad donde las regulacion­es públicas no tienen el mismo nivel de influencia que en otras industrias, el ingreso de un nuevo ministro así de golpe, incluso siendo alguien con la experienci­a en gestión y el manejo político de Tabaré Viera, no parece que ayude a nadie.

Ahora bien, ante algunos comentario­s públicos, en especial de la ex ministra Liliam Kechichian, parece necesario hacer algunas puntualiza­ciones.

Si bien el ministerio tiene historia más antigua, pocos analistas pondrían en duda que el gran cambio hacia la profesiona­lización y encare más técnico de esa cartera, se dio con la gestión de Pedro Bordaberry entre 2002 y 2005. Fue una gestión tan positiva que, catapultó a Bordaberry a los primeros lugares de la política nacional, y fue el lanzador del verdadero despegue de esa actividad como rubro de ingreso de divisas al país.

Tal vez una de las cosas más interesant­es de esa gestión, y que es un ejemplo de cómo puede la política rescatar los mejores valores del país, fue que cuando se produce el cambio de gobierno en 2005 y asume Héctor Lescano, fue poco lo que se cambió en la cartera.

El propio Lescano se encargó de decir públicamen­te que coincidía con buena parte de las directivas que venía tomando Bordaberry (pese a las diferencia­s ideológica­s), e incluso se mantuvo a buena parte del equipo que venía del gobierno anterior. Eso hizo que el ministerio tuviera una buena gestión, valorada por los empresario­s del sector y por la ciudadanía en general. Incluso cuando Lescano, alguien de buena imagen en todo el sistema político, dejó su lugar a la ahora senadora Kechichian, y su hombre de confianza, Benjamín Liberoff.

Pero al poco tiempo algo pasó. Casi a la par con la decadencia que significó en general el tercer gobierno frentista, las políticas y las actitudes del ministerio empezaron a ser erráticas y confrontat­ivas. Esa división de buenos y malos, de ellos y nosotros, permeó y ya nada volvió a ser igual. Tal vez el punto de quiebre más sonoro fue cuando el ahora intendente de Maldonado, Enrique Antía volvió a ganar las municipale­s en 2015, y la entonces ministra Kechichian tuvo unas declaracio­nes agraviante­s y absurdas. ¿A qué ministro de Turismo se le ocurre insultar al jerarca recién electo que manejará el principial destino del país?

Si la cosa en Turismo ya venía mal, a partir de ahí, el ministerio se dedicó a

Los cambios en el ministerio de Turismo en un momento como este son desafiante­s. Poco ayuda que ex jerarcas cuya gestión fue un corte negativo para el rubro, pretendan sacar rédito político menor, avivando diferencia­s y divisiones.

hacer política menor, y a promover una microguerr­a de clases, donde se hablaba de “turismo social” como contrapues­to al ingreso de visitantes extranjero­s de dinero. De más está decir que los últimos años de esa gestión de Kechichian y Liberoff fueron agrios, marcados por un estancamie­nto y divorcio de los principale­s operadores. Casi como le sucedió al ex intendente de Maldonado, Oscar de los Santos, cuya implosión tiene muchos puntos en común con lo ocurrido en el gobierno frentista en general, y en el Mintur en particular.

Escuchar ahora a la exministra decir que el nuevo gobierno cambió de raíz lo que ella había hecho es asombroso. ¡Claro que sí! Y ojalá lo haga más, porque ese fue el mandato de la ciudadanía al votar. Pero sobre todo es el reclamo de los operadores y empresario­s del sector. Que si hace dos años ya estaban cansados de la mala onda, y sectarismo en un ministerio que debe ostentar todo lo contrario, hoy mucho más.

El país entero necesita que esta temporada sea un éxito, y que la industria del turismo en Uruguay sea rentable y potente. Es de esperar que la gestión de Tabaré Viera sea proactiva en apoyar para que eso se concrete.

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