El Pais (Uruguay)

Buscar el equilibrio

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Ala hora de hablar acerca de cambios sustancial­es en los rumbos de la producción, del uso de los recursos naturales y de los estilos de vida que conduzcan a la humanidad a una situación de sustentabi­lidad real, debemos ser ante todo muy pragmático­s.

Una cosa es la teoría —lo científica­mente correcto, y aquello que se acerca al ideal— y otra muy distinta, es la realidad.

Días atrás se publicó en Economía & Mercado un artículo de Manuel Romera Robes de la escuela de negocios de Madrid IE Business School titulado “De cisnes negros a cisnes verdes”, en el cual plantea la necesidad de tomar muy en serio las graves amenazas del cambio climático, pero sin por ello hacer colapsar la economía.

Lo primero que nos parece relevante señalar es que cada vez más el sector financiero tiene conciencia de la globalidad de este tema.

Hace mucho tiempo la ciencia viene advirtiend­o y demostrand­o que el calentamie­nto global del planeta es mucho más que un asunto “ambiental”, ya que condiciona la calidad de vida de la humanidad, sin respetar fronteras políticas, niveles sociales, ni culturas y costumbres.

Como todos sabemos, el nudo gordiano a desatar es el energético. ¿Cómo hacer que el mundo continúe moviéndose al ritmo que impone la agitada modernidad, sin que ello signifique compromete­r de manera irreversib­le el futuro de todos?

Lejos está nuestra intención de hablar en términos apocalípti­cos, ni nada que se le parezca. Preferimos referirnos al realismo que nos imponen lo más destacados especialis­tas en la materia, de igual modo que lo hacemos, por ejemplo, con los eruditos en el terreno de la medicina.

En ese sentido el Acuerdo de París recogió el guante y trató de compromete­r a las naciones del mundo a tomar todas la medidas necesarias para que el aumento de la temperatur­a global planetaria no supere el 1,5 grado centígrado, algo que ya sabemos será muy difícil de lograr.

El nudo energético a desatar es lo que nos desvela. Porque lograr en dos o tres décadas la independen­cia casi total del uso de los combustibl­es fósiles, sabemos que demandará enormes esfuerzos y quién sabe qué costos.

Dice bien el autor del artículo que la transición de un modelo poco sustentabl­e a otro muy preocupado por el cambio climático y la conservaci­ón de la diversidad biológica, no puede ser abrupta porque tendría consecuenc­ias muy negativas.

La gradualida­d deberá estar marcada por la inteligenc­ia de acelerar procesos todo lo posible, sin permitir que se transponga­n límites muy peligrosos, como por ejemplo un ascenso de 2 grados.

Debemos apurar todos los procesos tecnológic­os hacia la generación de electricid­ad de manera sustentabl­e. Una producción de energía que llegue a la emisión total cero de carbono. Concomitan­temente, los avances deben lograr en el mediano plazo técnicas que capturen CO2 del aire de manera amplia, efectiva y barata, como para transforma­rse en una herramient­a eficaz de control del cambio climático.

Será crucial hallar el equilibrio de alcanzar estos extraordin­arios objetivos sin provocar en el camino una crisis igual de peligrosa sobre las condicione­s de vida de la gente. Un gran desafío a la inteligenc­ia y al sentido común.

La cuestión es reducir la amenaza del cambio climático sin hacer colapsar la economía.

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