El Pais (Uruguay)

Aquellas películas que acompañaro­n una vida

Se editó “El país que no estaba en los mapas” de Jorge Burel

- FERNÁN CISNERO

AJorge Burel le encanta el cine. Y en un rato de una entrevista que se fue volviendo una charla sobre películas, eso quedó bien claro. La conversaci­ón se pierde en citas de escenas, momentos de la vida y esas cosas que bien valen la pena.

Esa fascinació­n por el cine está patente en El país que no estaba en los mapas, su nuevo libro, subtitulad­o, precisamen­te, “Viaje a la tierra del cine”. Se lee como la educación cinematogr­áfica de Burel desde aquel cine Lutecia de Goes a su descubrimi­ento y redescubri­miento de los grandes hitos de ese arte. Pensándolo mejor, es como un mapa de la educación cinematogr­áfica de toda una generación; Burel tiene 65 años.

El libro se presenta hoy, presencial y con una transmisió­n online via Youtube, en la universida­d ORT, a las 18:30. Participa el periodista Jaime Clara con quien, anuncian, Burel estará hablando sobre el papel del cine en la cultura uruguaya.

La idea de escribir El país que no estaba en los mapas surgió de otro libro: el que el crítico británico Geoff Dyer dedicó a La zona, la película de Andrei Tarkovski. “Cuando lo leí, sentí que si alguien puede escribir un libro tan maravillos­o sobre una película, yo podría hacer una sobre mi relación con el cine”, le dijo Burel a El País en su apartament­o entre libros y películas “Y otra cosa que me movió es rescatar del olvido una sensibilid­ad que existió frente al hecho cinematogr­áfico en este país, principalm­ente en las décadas de 1960 y 1970, la época en la que vi más cine”. Menciona las enseñanzas de Homero Alsina Thevenet y Jorge Abbondanza.

“Le daban al público un mundo de referencia­s y advertían aquello que había que apreciar en las películas”, dijo Burel. “El libro es un testimonio de esa sensibilid­ad que, afortunada­mente, estuvo muy extendida”. El volumen está dedicado, in memoriam, al crítico y promotor cultural, Ronald Melzer.

Así, El país que no estaba en los mapas hace un recorrido emocional y analítico que se inicia en el deslumbram­iento de un cine de la avenida General Flores y llega a reflexione­s sobre obras de las importante­s.

“El vínculo con las películas, afortunada­mente es muy personal”, dijo Burel. “Esa frase muy manida de que vemos lo que somos es maravillos­amente cierta. Hace que no haya una respuesta única antes el producto artístico y el tiempo, además transforma nuestra mirada y alcanzamos a ver cosas que antes nos percibíamo­s”.

En una tetralogía personal, Burel incluye a Stanley Kubrick (hay un texto sobre Barry Lyndon), François Truffaut (“lo amé como crítico, amé su cinefilia y su entrevista a Hitchcock”, dice), Ingmar Bergman y Kristof Kieslowski (confesión: de la trilogía de los colores, su favorita es Rouge).

Algunas de las películas que se mencionan en el libro, fueron hasta exitosas en su momento. Y sobre eso, Burel en el libro da cuenta de los cambios que vivió el cine en estos años. El último artículo se titula “La sobreviven­cia de la sensibilid­ad”.

—Los tiempos han cambiado, ¿como se adapta esa sensibilid­ad al hoy?

—En mi caso, por ejemplo, a ausentarte totalmente de las redes sociales. Es un mundo que no me interesa en lo más mínimo. Alguna vez dije que escribir es el sexo tántrico y el Twitter es la eyaculació­n precoz y lo ratifico. Eso de estar todo el tiempo escribiend­o, sin reflexiona­r, sin tomar distancia me parece una práctica peligrosa. Y de la misma manera que te podés alejar de eso que hoy es tan importante porque no lo sentís tuyo, también puede existir que yo no participe de los temas y las formas de tratarlos del cine.

“Ahora el cine se consume más que se contempla”, dice. Quizás porque los cambios recientes han excluido a muchos que se criaron en esa sensibilid­ad, Burel está hoy más cerca de los libros que de las películas.

“Hoy encuentro en la literatura una intensidad en la experienci­a y en cómo la vivo que ya dificilmen­te la encuentre en el cine”, dijo. “El libro me produce más adrenalina que las películas”. Eso se debe, reflexionó, a que el cine abreva inevitable­mente en el tiempo que estás viviendo. “De repente ya no conectas como antes con la actualidad, con los temas, con los intereses, con las ideas”, agregó.

“No digo que lo de ahora sea malo: es que no me llega”, dijo. “Tenemos todo el derecho del mundo de darle la espalda a lo nuevo cuando no nos satisface. Hay que resistirse al culto atolondrad­o a lo nuevo”.

—¿Y eso es como que todo tiempo pasado fue mejor?

—Objetivame­nte en el pasado hay cosas que son muy buenas y no se puede acusar a nadie de nostalgia por verlo de esa manera. Yo creo que nada es mejor porque se hizo después, que en el arte no necesariam­ente hay progreso y que es perfectame­nte posible que lo mejor ya se haya hecho. Y en el arte, además, el tiempo es el juicio definitivo.

Y por ahí transcurre El país que no estaba en los mapas .Esun pedazo de nuestro pasado, de nuestra formación cultural y de aquellas películas que nos ayudaron a crecer. Y a honrar la vida.

Se presenta hoy, a las 18:30, en la ORT; se puede ver en vivo a través de Youtube.

“Hay que resistirse al culto atolondrad­o a lo nuevo”, dice Burel sobre estos tiempos.

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Jorge Burel repasa sus recuerdos de cine y reflexiona sobre un montón de películas que integran su canon personal.
CINÉFILO. Jorge Burel repasa sus recuerdos de cine y reflexiona sobre un montón de películas que integran su canon personal.
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Precio: 550 pesos.
EL PAÍS QUE NO ESTABA EN LOS MAPAS Autor: Jorge Burel. Editorial: Textos del pez.. Páginas: 236. Precio: 550 pesos.

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