El Pais (Uruguay)

Todas las lecciones que nos deja Charlie Watts

- RODRIGO GUERRA

La muerte de Charlie Watts anuncia el final de una era. El martes, cuando los Rolling Stones despidiero­n al hombre que casi pasaba desapercib­ido en los shows porque los bailes de Mick Jagger y las poses de Keith Richards y Ron Wood se robaban todas las miradas, también perdieron a su motor. Aquel hombre discreto y de buen vestir fue el encargado de que la maquinaria más longeva del rock se mantuviera aceitada. Es por eso que su muerte a los 80 años trae un montón de incertidum­bre respecto al futuro de los británicos.

“Charlie es la razón por la que todavía toco con Mick y es el secreto de que los Stones se mantengan tan bien y se renueven de manera tan efectiva”, le dijo Richards a Rolling Stone en 2013. “No puedo imaginarme a la banda sin él”, agregó Jagger en ese entonces. Los Stones pudieron sobrevivir la pérdida de los guitarrist­as Brian Jones y Mick Taylor, y la salida del bajista Bill Wyman, pero la ausencia del hombre que vestía camisetas de colores primarios en cada show es difícil de asimilar.

Por ahora, el grupo no se refirió a su continuida­d —aunque sí le dedicaron varios emotivos mensajes en sus redes sociales— pero lo que sí se sabe “Pienso en Charlie y pienso en calidez”, dice el baterista de No Te Va Gustar, Diego Bartaburu. es que estaban terminando su primer disco de canciones inéditas en 16 años. Charlie se fue con un último as bajo la manga.

Más allá de la promesa del tan esperado sucesor de A Bigger Bang

(2005), el músico que disfrutaba más de los shows en pequeños clubes de jazz que de los estadios repletos, dejó un legado inoxidable. Fue uno de los bateristas más importante­s del siglo pasado, y uno de los encargados de crear el tan venerado sonido stone. “Si Charlie no hiciera lo que hace con la batería, esto no sería como es para nada. Charlie Watts ES los Stones”, aseguró Richards en 1977.

“Su muerte me pegó duro porque era mi referente en los últimos tiempos”, le dice a El País el baterista de Níquel, Roberto Rodino. “Lo empecé a valorar con mi entrada al grupo a través de Steve Jordan, su descendien­te. Mi primer amor era Ringo Starr, que era todo perfección, pero Charlie era maravillos­amente humano. Con él aprendí a gozar de las canciones y de la introspecc­ión”.

Rodino, a quien su compañero de banda Jorge Nasser suele definir como “el Charlie Watts uruguayo”, estudió durante años su toque “y su llevada de raíz jazzera” para desentraña­r el secreto de su sonido. “Era uno en un millón; ese toque de levantar el palo del hi-hat favorecía el sonido del tambor. Su backbeat era único y te permite ubicar el pulso en un lugar ideal. Eso genera que las canciones de los Stones tengan ese sonido único”.

Y tiene razón. ¿Qué sería de clásicos como “Start Me Up”, “Brown Sugar” o “Miss You” sin el pulso vital de su batería? Su aporte fue esencial para que los riffs de guitarras construyer­an el clima ideal para que la voz arrogante de Mick Jagger tomara el protagonis­mo. Sin la necesidad del maximalism­o que convirtió en leyendas a Keith Moon y a John Bonham, Watts trasladaba la elegancia de su vestimenta al repertorio del grupo.

El ejemplo más claro está en su forma de irrumpir en los canciones. Los segundos iniciales de “Let It Bleed” o sus fills antes de sumergirse en el riff agresivo de “Tumbling Dice” lo comprueban. Pero, sin dudas, su maestría queda clara cuando sorprende en “Sister Morphine”, una de las canciones más desgarrado­ras de la discografí­a Stone. El dolor de una vida que se desvanece con agonía queda perfectame­nte capturada en los golpes furiosos de su instrument­o.

Gustavo Etchenique, quien aportó su batería a discos esenciales de Jaime Roos, Fernando Cabrera y otras leyendas locales, tomó con tristeza la muerte del inglés. “Me pegó fuerte porque es alguien cercano, que uno aprecia”, dice. “Charlie era muy importante en el sonido de los Stones porque tenía un estilo bastante particular en su forma de tocar ciertos ritmos. Uno lo reconoce enseguida porque tocaba de manera relajada, pero con un toque muy firme”, define.

Watts, que venía de una formación estrictame­nte jazzera —su manera de sostener las baquetas lo demuestran—, sabía cómo acompañar una larga improvisac­ión como “Going Home” —una joya escondida de Aftermath, 1966— con sus escobillas y darle los matices necesarios a la voz de Jagger, pero también podía sacar su lado más agresivo con el ritmo aceleradís­imo de “Get Off Of My Cloud”.

El público uruguayo pudo comprobar su versatilid­ad en febrero de 2016, cuando los Stones visitaron el Estadio Centenario. Ya lo dejó en claro Belén Fourment, periodista de esta sección, en su semblanza: “Como en esos ejercicios de confianza en los que una persona debe dejarse ir hacia atrás, con la certeza de que quien está atrás la va a salvar del golpe contra el suelo, el músico se convirtió en un respaldo infalible. No importaba qué quisieran hacer Jagger, Richards y Wood en escena, cuánto se quisieran mover o cómo quisieran jugar, ahí iba a estar Watts para mantener el equilibrio y salvarlos de una caída”.

Y aquella noche calurosa no hubiese sido la misma sin Watts manejando las cuerdas desde su asiento. “Charlie Watts era uno en un millón”, le comenta Roberto Rodino, baterista de Níquel, a El País.

“Miss You”, “Honky Tonk Woman” o “Paint It Black” hubieran perdido ese combustibl­e que dispara pogos con apenas unos golpes de redoblante.

Keith Richards definió el sello de Watts en Vida, su autobiogra­fía. “La mayoría de los bateristas tocan los cuatro tiempos en el hi-hat, pero Charlie en el primero no lo toca, levanta la baqueta: amaga como si fuera a tocar y luego la levanta, lo que deja a la caja todo el sonido en vez de tener interferen­cias”, escribió.

Diego Bartaburu, baterista de No Te Va Gustar, dice: “Fue una persona muy importante en mi vida, siempre lo sentí muy cercano, familiar. Dediqué mucho tiempo a escucharlo y aprender de él; es parte de mí”. Comenta que Watts fue la “pieza clave en el sonido de la banda, dueño de una personalid­ad inconfundi­ble, una forma hermosísim­a de expresar el tiempo y adornar las canciones”.

“Su legado es una forma de tocar con mucha autoridad pero al mismo tiempo con delicadeza, sin excesos pero con un lenguaje propio y una forma muy original y personal de tocar acentos, rellenos y de llevar el ritmo”, agrega. “Pienso en Charlie y pienso en calidez”.

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