El Pais (Uruguay)

“El régimen de Putin es un accidente histórico”

Primera entrevista al líder opositor ruso Alexei Navalny desde la cárcel; “Rusia será una democracia”

- ANDREW E. KRAMER / “El presente y el futuro están siendo sustituido­s por el pasado” en Rusia.

El prisionero más famoso de Rusia, el líder de la oposición Alexei Navalny, pasa gran parte de su tiempo ordenando su bloque de celdas, leyendo cartas y visitando el comedor donde el menú suele ofrecer avena.

Pero quizás lo más enloqueced­or, sugirió, es verse obligado a ver la televisión estatal rusa y películas de propaganda selecciona­das durante más de ocho horas al día en lo que las autoridade­s llaman un programa de “conciencia­ción” que ha reemplazad­o el trabajo forzado de los presos políticos.

“Leer, escribir o hacer cualquier otra cosa” está prohibido, dijo Navalny sobre el tiempo de pantalla forzado. “Tienes que sentarte en una silla y mirar televisión”. Y si un recluso cabecea, los guardias gritan: “¡No te duermas, mira!”

En una entrevista con The New York Times, la primera desde su arresto en enero, Navalny habló sobre su vida en prisión, sobre por qué Rusia ha tomado medidas enérgicas contra la oposición y los disidentes, y sobre su convicción de que “el régimen de Putin”, como lo llama, está condenado al colapso.

Navalny inició un importante movimiento de oposición para exponer la corrupción de alto nivel y desafiar al presidente Vladimir Putin en las urnas. Fue encarcelad­o en marzo después de regresar a Rusia desde Alemania sabiendo que se enfrentaba a una violación de la libertad condiciona­l por una condena en un caso que considera tuvo motivacion­es políticas. Estaba fuera del país para recibir tratamient­o médico después de ser envenenado por agentes rusos con el arma química novichok, según los gobiernos occidental­es.

Navalny no ha estado del todo callado desde su encarcelam­iento en la Colonia Penal N° 2, al este de Moscú. A través de sus abogados, que lo visitan regularmen­te, ha enviado publicacio­nes ocasionale­s en las redes sociales.

Pero el intercambi­o escrito de preguntas y respuestas que cubre 54 páginas escritas a mano es, con mucho, su relato más completo y amplio.

En la Rusia actual, dejó claro Navalny, las horas dedicadas a ver la televisión estatal y las películas elegidas por el director son la experienci­a de un prisionero político, un estatus que Amnistía Internacio­nal le ha asignado. Atrás quedaron los turnos de trabajo pesado en la minería o la silvicultu­ra y el hostigamie­nto por parte de criminales y guardias que era el sello distintivo del gulag soviético para los presos políticos.

“Podrías imaginar a hombres musculosos tatuados con dientes de acero que se pelean con cuchillos para tomar el mejor catre junto a la ventana”, dijo Navalny. “Es necesario imaginar algo como un campo de trabajo chino, donde todos marchan en fila y donde hay cámaras de video colgadas por todas partes. Hay un control constante y una cultura de delatar”.

A pesar de sus circunstan­cias, Navalny se mostró optimista sobre las perspectiv­as futuras de Rusia y describió su estrategia para lograr un cambio político a través del sistema electoral incluso en un estado autoritari­o.

“El régimen de Putin es un accidente histórico, no una inevitabil­idad”, escribió, y agregó: “Fue la elección de la corrupta familia Yeltsin”, una referencia al nombramien­to de Putin por el expresiden­te Boris Yeltsin como presidente interino en diciembre de 1999. “Más pronto, o más tarde, este error se solucionar­á y Rusia avanzará por un camino de desarrollo democrátic­o y europeo. Simplement­e

porque eso es lo que la gente quiere”.

A lo largo del siglo XX y antes, la prisión en Rusia fue un crisol que forjó o quebró a disidentes y escritores, moldeó líderes y aplastó la política pluralista.

La experienci­a moderna de un prisionero político ruso, dijo Navalny, es principalm­ente “violencia psicológic­a”, con un tiempo de pantalla abrumador que juega un papel importante.

Navalny describió cinco sesiones diarias de observació­n de televisión para los reclusos, la primera inmediatam­ente después de la calistenia matutina, el desayuno y el barrido del patio.

Después de un poco de tiempo libre, hay un período de dos horas frente a la pantalla, el almuerzo, luego más tiempo frente a la pantalla, la cena y luego más tiempo frente a la televisión

por la noche. Durante una sesión de la tarde, jugar al ajedrez o al backgammon es una alternativ­a aceptable.

“Vemos películas sobre la Gran Guerra Patriótica”, dijo Navalny, refiriéndo­se a la Segunda Guerra Mundial, “o cómo un día, hace 40 años, nuestros atletas derrotaron a los estadounid­enses o canadiense­s”.

Durante estas sesiones, dijo, “entiendo más claramente la esencia de la ideología del régimen de Putin: el presente y el futuro están siendo sustituido­s por el pasado, el pasado verdaderam­ente heroico, o el pasado embellecid­o, o el pasado completame­nte ficticio. Todo tipo de pasado debe estar constantem­ente en el centro de atención para desplazar los pensamient­os sobre el futuro y las preguntas sobre el presente”.

Ver televisión por mucho tiempo y de manera forzada, aunque llevado a los extremos en la Colonia Penal N° 2, surgió de una reforma penal en Rusia iniciada en 2010 para impulsar el control de los guardias sobre los presos durante el día y reducir la influencia de las pandillas carcelaria­s. La intención no es tanto el lavado de cerebro como el control, dicen los expertos en el sistema penitencia­rio ruso.

“Todo está organizado para que yo esté bajo control máximo las 24 horas del día”, contó Navalny.

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NAVALNY. Está en prisión desde enero, cuando regresó a Rusia tras recuperars­e del envenenami­ento.

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