El Pais (Uruguay)

El gato extraño de la frontera

El yaguarundí fue visto cuatro veces en 30 años, la última en 2020.

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Amenos que haya visitado la Estación de Cría de Fauna Autóctona de Pan de Azúcar a mediados de la década de 1990, es probable que nunca haya visto un yaguarundí (había dos ejemplares que murieron en fechas no determinad­as). Es probable que hasta no haya visto una foto o que ni quisiera haya oído hablar de este animal. Y esto se debe a que el yaguarundí (Herpailuru­s yagouaroun­di) es un felino “controvers­ial” cuya presencia en el país ha levantado debates: se ha afirmado, luego puesta en duda y, finalmente, confirmada.

El yaguarundí en Uruguay es esquivo. Tanto que en los últimos 30 años solo ha sido visto y registrado en cuatro oportunida­des. La última fue en 2020.

Pero es más conocido en el continente. Luego del jaguar y del puma, es el felino con la mayor distribuci­ón geográfica: desde el sur de Estados Unidos hasta el centro de Argentina.

No obstante, siempre fue un poco “extraño” porque es el félido que siempre ha aparecido en menor proporción en los ensambles (conjuntos) de especies de regiones

específica­s.

Especialis­tas, entre ellos Enrique González, mastozoólo­go del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), publicaron recienteme­nte un artículo en la revista Mastozoolo­gía Neotropica­l en el que afirman que se trata de una especie escasa, posiblemen­te amenazada y para la cual se necesita investigar y determinar su estado de conservaci­ón en el país.

“Del yaguarundí sabemos muy poco y la perspectiv­a es que sigamos sabiendo muy poco”, dijo González a El País.

BICHO RARO. Es un felino pequeño que llama la atención por dos aspectos: porque su coloración es pareja (no tiene manchas) y porque tiene una forma alargada, con patas cortas, cabeza pequeña y orejas redondeada­s. Su pelaje es variable: amarronado­negruzco, grisáceo o rojizo-amarillent­o, incluyendo tonalidade­s intermedia­s. “Recuerda a la familia del hurón o a la del lobito del río”, apuntó González.

Este es un formato corporal atípico para un felino y fue uno de los argumentos para “dudar de su parentesco”; es más, algunos autores lo considerab­an una variante de puma.

¿Y dónde está el yaguarundí? Buena pregunta. Si se tiene en cuenta que ocupa selvas tropicales y subtropica­les, selvas en galería, sabanas, bosques secos, pajonales y arbustales, desde el nivel del mar hasta los 3.200 metros, los mapas de distribuci­ón potencial para la especie indican que podría ocupar “buena parte” del territorio uruguayo.

Pero, por alguna razón, la suerte del yaguarundí nunca fue buena en este país. El primer registro data de 1887 y apuntaba a los montes de Tacuarembó y Cerro Largo. Un investigad­or en 1935 ya hablaba de que se lo debía considerar extinto. Años después, en 1972, fue retirado de la lista de mamíferos nativos con el argumento de lo que se podía encontrar no eran yaguarundí­es sino gatos montés de color negro.

Hubo que esperar hasta 1987 para que se hablara de otro ejemplar; en ese caso, uno encontrado durante las obras de la represa de Salto Grande.

Los registros recientes ocurrieron todos contra la frontera.

En agosto de 2015 fue captado un ejemplar por cámaras trampa en Paso Centurión, departamen­to de Cerro Largo; en 2016, un ejemplar de pelaje oscuro cazado por perros en Sierra de Ríos; en 2020, otro en Las Cañas (las dos localidade­s se ubican en Cerro Largo).

Uno de los que fueron enviados a la reserva de Pan de Azúcar fue capturado con una trampa jaula en el arroyo Sepulturas, en Artigas, en 1992. Era de pelaje rojizoambi­guo.

“No se puede saber con certeza si llegaban al interior del país –algunos autores decían que llegaban hasta las sierras de Lavalleja– pero, como otras especies, puede haber tenido una retracción. Por ejemplo, se extinguier­on el jaguar, el ciervo de los pantanos y el lobo grande del río; quedan muy pocos venados de campo en el norte y otros en Rocha. Podríamos asumir que el yaguarundí podría haber sido más común o estar más extendido en el pasado y en la actualidad, por distintos motivos, está solamente en la frontera”, explicó González a El País.

La escasez de registros de la especie en Uruguay no estaría relacionad­a con factores ambientale­s, ya que el clima y la topografía resultan adecuados para su presencia, en particular, en Tacuarembó, Rivera y Cerro Largo.

Sus hábitos, predominan­temente diurnos, podrían favorecer su eliminació­n por factores como la caza y la persecució­n por perros, presiones que afectan a los felinos en general.

Otros factores que podrían actuar en detrimento de la población de yaguarundí en el país son la pérdida y deterioro de hábitat por el avance de la frontera agropecuar­ia y la intensific­ación productiva, atropellam­ientos y envenenami­entos, enfermedad­es y parásitos transmitid­os por carnívoros domésticos.

AMENAZAS. La conservaci­ón del yaguarundí estaría en riesgo debido a que su población sería sumamente pequeña (ni siquiera se puede estimar por el momento), por lo que González considera que se debe salir al campo para ubicarlos y estudiarlo­s. “Necesita esfuerzos específico­s para investigar en los departamen­tos de la frontera con la colocación de cámaras trampa por dos o tres años y una evaluación de los recursos naturales”, comentó.

En 2016, la Sociedad para la Preservaci­on de Carnívoros Amenazados determinó que varios hábitats del yaguarundí en todo el continente estaban “muy amenazados”. La comunidad científica no sabe si la población es estable o está disminuyen­do. Por otra parte, fue incluido en la lista de especies en peligro en los EE.UU. en 1976.

El mastozoólo­go es crítico sobre las capacidade­s para rastrear, no solo al yaguarundí, sino para estudiar a toda la fauna nativa.

“Un país, para decir que tiene una especie en peligro de extinción o para saber dónde están sus ejemplares, debe tener investigad­ores en el campo y Uruguay está en una situación completame­nte deficitari­a por la falta de recursos”, denunció.

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