El Pais (Uruguay)

Suba de tasas de interés, inflación, salarios y turismo

El dólar cayó un 2,4% (un peso) desde el aumento de la tasa de interés por el BCU

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El Banco Central dejó atrás su fase más expansiva y elevó Tasa de Política Monetaria de 4,5% a 5,0%, ante las incipiente­s señales de reactivaci­ón económica y consideran­do que las expectativ­as de inflación, si bien han ido reduciéndo­se, se mantienen por encima del objetivo fijado por el Banco.

A grandes rasgos, la tasa de interés referencia­l, que determina la remuneraci­ón de las colocacion­es a un día que realizan los bancos comerciale­s, y las tasas de las Letras de Regulación Monetaria, operan en la economía abaratando o encarecien­do el costo del y afectando así las decisiones (en el margen) de ahorro, consumo e inversión. A medida en que la demanda de dinero se “normaliza” con la recuperaci­ón de la economía (los agentes demandan menos dinero, por ejemplo, porque consumen más), la oferta de dinero debe acompañar la caída de la demanda para evitar presiones inflaciona­rias.

En Uruguay, el alto grado de dolarizaci­ón de la economía le quita eficacia a la herramient­a, ya que buena parte del consumo (ej. electrodom­ésticos) está denominado en dólares y, además, si bien el crédito para familias es fundamenta­lmente en pesos, un alto porcentaje de los créditos a empresas aún está denominado en dólares. Un aumento en las tasas de interés (en $) suele traducirse rápidament­e en una apreciació­n del tipo de cambio, ya que los agentes cambian parte de sus dólares en su portafolio para colocarse en pesos a una tasa más convenient­e. Esa dinámica, abarata los productos importados y vuelve menos rentable la producción de bienes y servicios exportable­s (se encarecen en dólares).

Ese dilema, que no es nuevo para el país, fue objeto de discusión en las últimas semanas. ¿En que medida debía el BCU iniciar el proceso gradual de aumento en las tasas de interés, siendo que persisten riesgos vinculados a la pandemia, la recuperaci­ón continúa siendo asimétrica y que la caída del dólar en Uruguay nos podía a encarecer frente al resto del mundo?

La convergenc­ia de la inflación hacia el centro del rango meta (4,5%) fue uno de los principale­s objetivos que se plantearon las nuevas autoridade­s. Para lograrlo, no solo era necesario que la trayectori­a del déficit fiscal y pautas salariales fuesen consistent­es con el rango de inflación planteado, sino que también iba a ser necesario virar hacia una política monetaria menos expansiva hasta tanto las expectativ­as de inflación no se ubicasen en los valores deseados por el Banco, y ello conllevarí­a una apreciació­n del tipo de cambio, al menos en el corto plazo.

Es válido el debate sobre la convenienc­ia o no de elevar la tasa de interés en este momento, pero creemos que no iba a ser posible reducir las expectativ­as de inflación y cumplir así con las proyeccion­es planteadas en la última rendición de cuentas (6,9% en 2021 y 5,8% en 2022) si el Banco no daba señales claras de su compromiso con el objetivo de inflación, en especial en un contexto de apreciació­n global del petróleo, insumo fundamenta­l para nuestra economía.

A su vez, existe un fuerte vínculo entre las expectativ­as de inflación y su trayectori­a, con las proyeccion­es incluidas en la negociació­n salarial. Si empresas y trabajador­es perciben que la inflación se ubicará por encima de lo previsto por el gobierno, tendrán incentivos a firmar convenios con tasas de inflación implícitas más elevadas o bien esperarán un fuerte correctivo nominal al final del período para compensar la pérdida transitori­a del salario real. Ello constituir­ía un circulo vicioso, en el cual los ajustes nominales de salarios se negocian con proyeccion­es de inflación por encima de lo que espera el gobierno, y las expectativ­as de inflación no convergen al rango planteado por las autoridade­s ya que los salarios nominales (y los costos de las empresas) se ajustan por encima.

Los lineamient­os salariales de cara a la próxima negociació­n colectiva incluyen una inflación implícita para los próximos dos años (julio 2021 – junio 2023) de 10,9%, que junto a la recuperaci­ón del salario real de 1,6% totalizan un ajuste nominal de 12,7%. Actualment­e las expectativ­as de inflación de los analistas consultado­s por el BCU se ubican en torno a 13,7% para ese período, por lo que entendemos era necesario que la política monetaria diera señales de contracció­n si se desea cumplir con las metas de inflación pautadas.

En las últimas semanas, el contexto internacio­nal parece habernos dado una mano. El escenario algo más escéptico para la recuperaci­ón global causado por la variante Delta detuvo el alza del precio del petróleo, que había alcanzado los US$ 78 a fines de julio, y se redujo a entre 70 y 73 dólares durante el mes de agosto.

Por otra parte, el mensaje Jerome Powell en la reciente conferenci­a de Jackson Hole fue interpreta­do por el mercado como que las tasas de interés continuará­n bajas en el corto plazo, dándole aire a las economías emergentes y valorizand­o sus monedas. Ello, junto a la decisión tomada por el BCU, debería permitir que la inflación (y sus expectativ­as) ingresen en un nuevo sendero de reducción.

Como mencionába­mos párrafos atrás, la contracara de la apreciació­n del peso uruguayo es el encarecimi­ento en dólares de la producción de nuestros bienes y servicios exportable­s. En el contexto actual, y a diferencia de lo que sucedía entre 2015 y 2019, los precios récord de los principale­s bienes que exportamos al mundo (soja, carne, etc.) permiten amortiguar en cierta medida el impacto de la caída del dólar en nuestro país. Sin embargo, la situación del turismo es diferente. Además de la incertidum­bre que genera la pandemia, las expectativ­as del sector turístico se encuentran fuertement­e afectadas por la situación económica que atraviesa nuestro principal cliente, Argentina.

Luego de dos temporadas récord (2016-17 y 2017-18), el deterioro de la economía argentina nos encareció en términos relativos. Durante 2018, en momentos en que se negociaba el primer préstamo con el FMI, el tipo de cambio real bilateral con Argentina cayó cerca de 30%. Adicionalm­ente, entre las PASO y la pandemia, la paridad cambiaria tuvo un deterioro adicional de similar magnitud. En suma, a los argentinos les costará el doble consumir en Uruguay en comparació­n con las temporadas de 2016-17 y 2017-18. El gasto de los turistas en temporada (octubre-marzo) cayó casi US$ 600 millones entre 2019-20 y 2017-18, casi en su totalidad por el deterioro cambiario antes mencionado.

Se trata de un problema

esencialme­nte exógeno a nuestra economía, y no parece sensato compromete­r la reducción de la inflación por una mejora marginal —para la dimensión del problema— en la paridad cambiaria con nuestro vecino. En ese sentido, el gobierno deberá desplegar la usual batería de medidas para reducir la brecha de los precios con nuestros vecinos; reduccione­s de IVA, IRPF a alquileres, etc.

(*) Nicolás Cichevski. Gerente del Área de Consultorí­a Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.

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