El Pais (Uruguay)

LOS TRES ESCENARIOS DE TRONCOSO

El actor uruguayo repasa sus proyectos en cine, teatro y streaming.

- RODRIGO GUERRA

“Nos estamos aproximand­o a lo que predijo Orwell en 1984”, comenta.

“Mi personaje en El baño del Papa fue bisagra en mi vida”, comenta Troncoso.

Series, películas y teatro. Las tres actividade­s se entrelazan y conviven en la apretada agenda de César Troncoso, el actor uruguayo de mayor actividad internacio­nal. Por más de estar en Buenos Aires filmando Diciembre, 2001, una serie para Star + inspirada en la novela El palacio y la calle (Miguel Bonasso), el público local lo puede ver en dos propuestas bien diferentes.

Una es La teoría de los vidrios rotos, la brillante comedia de Diego “Parker” Fernández donde Troncoso interpreta a un comisario bastante despistado; y la otra 2084, una versión libre de 1984, el clásico de George Orwell que presagió un futuro distópico, que se reestrena hoy en el Auditorio Nelly Goitiño. Las funciones van hasta el domingo y las entradas se consiguen en Tickantel.

Pero hay más, porque el domingo 26 se estrena Entre hombres en HBO MAX. “Es un elencazo”, le comenta a El País desde Argentina. Y no exagera, porque la lista de actores promete: Claudio Rissi, Diego Cremonesi, Diego Velázquez, Gabriel “Puma” Goity y Nicolás Furtado participan del drama policial escrito por Germán Maggiori. “Tengo mucha expectativ­a porque estuvo en varios festivales de series y tuvo un buen recibimien­to. Parece que rompe todo”, dice el encargado de personific­ar al superior de los policías interpreta­dos por Velázquez y Goity.

Troncoso se ríe cuando menciona que va a trabajar por “partida triple” con su compatriot­a Furtado. Es que, además de Entre hombres, compartirá elenco con la estrella de El Marginal en las series Diciembre, 2001 —que también tiene a los argentinos Luis Machín, Luis Luque y Jean Pierre Noher— y la brasileña Impuros, que se filmó en Montevideo.

Sobre todos estos proyectos y su interés por el desafío constante, el actor habló con El País.

—Estás trabajando para tres series de streaming en simultáneo. Sin dejar de lado las salas de cine, ¿sentís que ese es el futuro del consumo de productos audiovisua­les?

—Sí, aunque mi expectativ­a está en eso que decís: que lleguen cosas nuevas pero que no se pierdan las viejas. Es cierto que las grandes plataforma­s de streaming pisan fuerte porque tienen una espalda muy grande, pero si el balance no es correcto pueden complicar la existencia del cine nacional en pantalla. Pero, por ahora, creo que las salas de cine van a seguir porque los productore­s lanzan películas en plataforma­s y en salas. Hay que ver cómo sigue todo, pero mi expectativ­a es que esto sume. Para mucha gente es una fuente de trabajo más que bienvenida, pero me gustaría que el streaming no le ponga una tapa a las películas independie­ntes o a las que tienen un color más local, porque además de mostrar un color regional, es el lugar donde suelen aparecer las nuevas figuras.

—Lo interesant­e de las plataforma­s es que permiten darle una nueva vida a películas de hace diez años y que se estrenen algunas que interrumpi­eron su presencia en las salas por la pandemia. Es el caso de Alelí, que fue un éxito en Netflix. —Exacto. El streaming es bárbaro porque es una alternativ­a como en su momento fue el cable. Además suma por el lado del placer de ver contenidos. Yo llegué al cine porque es maravillos­o, no por el salario; así que si lo que uno hace lo puede ver la mayor parte del planeta, mejor. De la misma forma que tenemos acceso al cine coreano, francés o español, uno desea que las plataforma­s abran el juego para que todos nos conozcamos.

—Lo que siempre me interesó de tu obra en cine es que, desde Viaje hacia el mar hasta ahora, has hecho papeles muy diferentes. ¿Cómo lograste no quedar encasillad­o en un determinad­o perfil?

—Por un lado, está el deseo de no hacer siempre lo mismo, pero también he tenido la suerte de que me hayan evaluado como un tipo que puede hacer varias cosas distintas a la vez, por eso me han ofrecido personajes distintos. Hay que decir que si vivís en Uruguay y te llaman cuatro veces para hacer el mismo papel, terminás agarrando las cuatro veces aunque no lo desees. Creo que la propia dinámica de la profesión, junto al hecho de ser un tipo bastante común y corriente, es lo que me permitió que se me haya dado roles diversos. Por ejemplo, con La teoría de los vidrios rotos estoy metido en una comedia; por más de que ya haya interpreta­do a otros comisarios, este tiene un matiz diferente. Y eso está bueno. —También estás trabajando en 2084, una interpreta­ción libre del clásico de Orwell, donde actuás de una manera atípica. ¿Qué te interesó de la obra? —Cuando me llamó Marcel Sawchik y comentó las condicione­s del trabajo, acepté. Aparezco desde una pantalla y es un trabajo muy extraño para mí, pero lo que me atrajo es el hecho de hablar de estos temas en el tiempo tan complejo en que estamos viviendo. La novela de Orwell está muy vigente a pesar de haber sido escrita hace mucho tiempo, y me parece que en el cine y en el teatro, además del entretenim­iento, es importante tirar insumos y generar una discusión.

—Y lo que plantea 2084 es que las cámaras de vigilancia están puestas por nosotros mismos, no por ese estado totalitari­o que describía Orwell. —Claro, porque cuando uno pone cámaras en la calle para cuidar al ciudadano también está habilitand­o al control. Pero ya han sucedido varios casos en redes sociales en las que las personas han producido linchamien­tos o dado nombres de delincuent­es. Todo aquello que predijo Orwell en 1948 está sucediendo, no de igual manera, pero sí nos estamos aproximand­o. Tenemos que cuidar nuestras dinámicas para no llegar a esos lugares. La propia pandemia, con algunas lógicas, tuvo que ver...

—Bueno, la filmación y el escrache a cualquiera que rompiera con el confinamie­nto que se vivió al comienzo de la pandemia fue un ejemplo claro. —Claro, ¿te acordás? En España hubo dos pibes que salieron a caminar a una plaza y desde las ventanas los filmaban mientras los insultaban. Por eso, muy astutament­e Marcel plantea 2084, porque estos tiempos son preocupant­es de verdad. No digo que vaya a pasar algo terrible, pero sí hay que estar atentos. Y eso implica poner las cartas sobre la mesa para poder reflexiona­r sobre el tema.

—Al comienzo de esta entrevista te mencioné la versatilid­ad de tus personajes. ¿Hay alguno que te haya marcado?

—Si bien yo no me quedo con los personajes, sí hay algunos que son marcantes. El caso de Beto, en El baño del Papa ,es muy claro: fue un personaje bisagra en mi vida. Lo mismo pasó con mi papel en Infancia clandestin­a, porque me permitió dejar mi trabajo para dedicarme a esto. Gracias a mis personajes ahora soy un tipo más cosmopolit­a, porque antes laburaba en un estudio contable y por las noches me iba a hacer una obra a un teatro del Centro.

No te digo que antes no tomaba aviones, pero ahora tengo un manejo distinto. Te cambia desde las cosas más prácticas hasta las más íntimas. Por ejemplo, yo era un tipo recontra tímido y gracias a mi trabajo he tenido un vuelco. No te digo que haya perdido mi timidez, pero estoy más plantado.

—En este momento estás trabajando en tres series, películas y teatro. Frente a tanta exigencia, ¿cuál es el combustibl­e que te mantiene motivado?

—Como soy un tipo bastante inseguro, que me convoquen y que haya encontrado una profesión que puedo ejercer con idoneidad es muy gratifican­te y una razón para seguir adelante. No quiero vaciar mi vida de las cosas que me hacen bien, y actuar es una de ellas. Por suerte, esta no es una profesión que no te topea, como el fútbol, entonces te permite una renovación constante. Es esa dinámica, que ayuda a mi reafirmaci­ón personal, la que me mueve a seguir con esto.

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