El Pais (Uruguay)

Déficit, atraso cambiario e inevitable pobreza

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Los habitantes de las ciudades del litoral hacen bien en estar preocupado­s, al igual que las empresas exportador­as y las dedicadas al turismo. El peso uruguayo está sobrevalua­do en relación al valor de las divisas extranjera­s. Equivale a subsidiar las importacio­nes y el turismo al exterior; y simultánea­mente castigar las exportacio­nes y el turismo receptivo. Ello genera desocupaci­ón y pobreza.

La causa es el déficit fiscal. Si se cubre con emisión, suben los precios en pesos. Si se recurre al endeudamie­nto en divisas, se agrava el atraso cambiario por el exceso de oferta de las mismas por el Estado, que debe venderlas para cubrir el déficit. El endeudamie­nto en moneda local eleva artificial­mente la tasa de interés de equilibrio agravando aún más el atraso cambiario, a lo que debe sumarse el efecto recesivo del incremento de tasas. Ambos endeudamie­ntos, a su vez, agravan los déficits de los ejercicios futuros, pues las deudas generan intereses y eventualme­nte deben pagarse.

Las tres opciones afectan la propia recaudació­n fiscal, la inversión, el crecimient­o, el empleo, los salarios reales y consecuent­emente la pobreza. Debilita asimismo la situación de las empresas endeudadas y consecuent­emente la de los bancos acreedores y eventualme­nte la de los depositant­es. Se expulsan las inversione­s, pues cualquier emprendimi­ento sale más barato realizarlo en el extranjero. El déficit, a su vez, afecta la seguridad jurídica y la inflación altera el valor de los contratos.

Antes que se produzca la inevitable aceleració­n de este proceso, es imprescind­ible que el gobierno reduzca el déficit, en lo posible a través de la reducción del gasto, y si ello no es posible, vía eliminació­n de exenciones y promocione­s fiscales. También es posible aumentar la recaudació­n fiscal sin subir impuestos reduciendo la enorme burocracia que traba nuevos emprendimi­entos y desalienta los existentes. En un mundo interconec­tado, los países más competitiv­os son aquellos que tienen menos impuestos. No debe olvidarse que la inflación, en definitiva, es un impuesto a las tenencias monetarias y a los salarios.

Es cierto que se puede tener un pequeño déficit con consecuenc­ias expansivas de la economía, mientras que el mismo no exceda el crecimient­o del PBI, y siempre y cuando la velocidad de circulació­n del peso no se acelere. En la Unión Europea y en los países asiáticos desarrolla­dos como Japón y Corea del Sur existe consenso que no debe superarse el 2 o 3 por ciento. En Estados Unidos la situación es diferente, pues exporta su propia moneda.

Un ejemplo que no debe seguirse es el de la Argentina donde aún no se ha comprendid­o la gravedad de las consecuenc­ias de gobernar con déficit. Las consecuenc­ias están a la vista: cada día más pobre. En 1950 la Argentina era el 12 país del mundo en ingreso per cápita (ourworldin­data.org), en 2021 es el país 93. En 1950 la Argentina tenía un ingreso per cápita de US$ 9121, Uruguay de US$ 6531 e Irlanda de US$ 5426 (dólares de 2011). En 2021 (estimación FMI) Irlanda tiene un ingreso per cápita de US$ 94.556, Uruguay de US$ 15.653 y Argentina de US$ 9122. A simple vista se puede observar que existe una relación directa entre los déficits fiscales que han tenido esos tres países y su crecimient­o o empobrecim­iento.

El Uruguay está a tiempo de efectuar las correccion­es necesarias.

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