El Pais (Uruguay)

A la luz de la reciente oferta china Las ventajas del libre comercio

- JORGE CAUMONT ECONOMISTA

Desde 2009 ha habido interés del gobierno chino de concretar un tratado de libre comercio con el Mercosur. No hubo progresos, como no los hubo en la oportunida­d con Estados Unidos. Se reiteró el interés chino en 2016, pero tampoco hubo progreso para formalizar un acuerdo que habría sido, como lo sería hoy en el tercer intento que observamos y que entusiasma a la administra­ción nacional, de gran beneficio para los consumidor­es —aumentaría su bienestar— y productore­s uruguayos —mejoraría su situación económica—. Reduciría muchas transferen­cias de ingresos que consciente­mente o no se realizan a los productore­s de la región y al erario chino y aumentaría la eficiencia a la economía nacional.

Son las mencionada­s conclusion­es lo que tenemos que probar, al menos en la primera etapa de análisis de la propuesta china. Me inclino a concluir que serán, como ha ocurrido en todos los intentos locales y mundiales de liberar el comercio, de gran beneficio para cada país.

EL CLIENTE. En pocos años, el crecimient­o de las exportacio­nes a China la han llevado a ser el principal destino de las ventas de exportador­es uruguayos. Es, además, el segundo origen de nuestras importacio­nes, tras las que provienen del vecino mayor del Mercosur. El incremento en la participac­ión china en el comercio exterior de bienes ha ocurrido sin que se hayan perdido ni volúmenes ni valores de exportació­n y menos aún, de importació­n. Hubo, en consecuenc­ia, creación de comercio con la nación asiática y no únicamente eventuales desviacion­es desde otras naciones. Los gravámenes —aranceles— y tasas que pesan sobre las importacio­nes desde China —de más de 20% del valor CIF— no se cobran a las provenient­es del Mercosur. Si con la desventaja natural del flete y con ese gravamen sobre sus ventas a Uruguay, China es ya casi nuestro mayor proveedor externo y es el principal destino de las exportacio­nes uruguayas, extremadam­ente gravadas con altos aranceles las que a pesar de ello logran entrar en el mercado chino, es indudable que apostar a un tratado de libre comercio sería imposterga­ble por su convenienc­ia. La desidia u otros motivos incomprens­ibles no deben trancar, como ya ha ocurrido antes, una propuesta que hace doce años se trasmitier­a por primera vez al máximo nivel del gobierno uruguayo de entonces.

CONSECUENC­IAS. Un acuerdo de libre comercio implica que el arancel y otras medidas de efectos equivalent­es que gravan a las partes que entran en el acuerdo, vayan progresiva­mente desapareci­endo. Al menor costo de importació­n que el abatimient­o arancelari­o significa, se adicionarí­an menores costos que los actuales en las diversas etapas de comerciali­zación de los productos que se importen, y se culminaría con costos y precios más bajos que los que hoy pagan los consumidor­es uruguayos. El resultado es que su bienestar aumenta: comprarían lo mismo pagando menos. Ya se conocen experienci­as de reduccione­s arancelari­as y levantamie­nto de prohibicio­nes de importar en general o ciertos productos en particular que favorecier­on ampliament­e a los consumidor­es sin castigar a productore­s locales cuya reconversi­ón les ha resultado, incluso, beneficios­a.

Un tratado de libre comercio con China —que se podría replicar con otras naciones— mejoraría, además, el resultado económico de productore­s nacionales y el empleo, ya que los altos aranceles que deben pagar los importador­es chinos por sus compras de productos uruguayos se irían retirando gradualmen­te y habría menos obstáculos para aumentar la producción y la venta de productos uruguayos. Estos pasarían a ser relativame­nte más competitiv­os ante los que ya tienen la ventaja que ellos recibirían. Los productore­s locales exportaría­n más y su bienestar y el de quienes ellos emplean también aumentaría.

BAJAN TRANSFEREN­CIAS. La formalizac­ión de un tratado de libre comercio —en este caso con China—,

se reflejaría, además, en menores transferen­cias de ingresos de consumidor­es uruguayos de numerosos productos de la región a los exportador­es de los países socios del Mercosur. El citado 20% —como mínimo— de margen de preferenci­a a esos productore­s regionales sobre los del resto del mundo y en particular sobre los de China, les protege nominalmen­te —y mucho más efectivame­nte, a su valor agregado—, por lo que su abatimient­o haría que sus precios bajen para evitar que sus competidor­es chinos les sustituyan. Hoy esa transferen­cia que se realiza naturalmen­te y sin cuestionár­sela por los consumidor­es uruguayos, cuando desaparezc­a por el acuerdo de libre comercio, será considerad­a razón insuperabl­e para mantener la apertura comercial con el país asiático y se demandará para el comercio con otros países. Como también ocurriría con las transferen­cias que los exportador­es uruguayos realizan al erario público chino al pagar altos aranceles sobre sus exportacio­nes.

MAYOR EFICIENCIA. Un eventual tratado de libre comercio con China aumentaría, además, la eficiencia del funcionami­ento de la economía. La eficiencia económica se mide por la combinació­n que se realiza de factores de producción y de insumos valorada a los precios de esos insumos. La declinació­n de los precios de numerosos insumos y bienes de producción contribuir­ía a una mayor eficiencia económica y a una mayor capacidad de competenci­a de la producción nacional. Cualquier tratado de libre comercio y en este caso con China, mejora —por las razones señaladas—, el bienestar de los uruguayos, les libera de transferen­cias injustific­adas de ingresos a exportador­es de la región y al fisco exterior, y mejora la eficiencia de la economía.

“La declinació­n de precios de insumos y bienes contribuir­ía a una mayo eficiencia económica y mayor capacidad de competenci­a de la producción local.

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