El Pais (Uruguay)

Crisis inmobiliar­ia en China ¿Otra vez la misma historia?

- CARLOS STENERI ECONOMISTA

Hace apenas dos décadas era impensable que las dificultad­es de una empresa china, pudieran preocupar a los mercados globales, en particular los financiero­s.

La situación actual de Evergrande, la desarrolla­dora inmobiliar­ia más endeudada del mundo atrapa la atención de analistas, inversores y gobiernos ante el riesgo que pueda convertirs­e en un Lehman Brothers asiático, que catapulte inestabili­dad en cascada a través del mundo.

Aunque ese evento todavía parece improbable, la peripecia final depende de cómo las autoridade­s chinas se manejan para resolver el episodio y cuán comprometi­dos están los inversores externos en el financiami­ento de la empresa. Observando la génesis del problema es donde aparecen diferencia­s sustancial­es con los sucesos que dieron lugar a la crisis financiera del 2008.

Los principale­s acreedores de la empresa son los bancos chinos de propiedad estatal, los que el año pasado recibieron la orden de topear el financiami­ento a los desarrolla­dores inmobiliar­ios, ante los indicios de que se estaba gestando una burbuja inmobiliar­ia especulati­va. En la práctica, se pusieron límites máximos al endeudamie­nto de todas las empresas constructo­ras. Evergrande operaba con alto endeudamie­nto, con el cual iniciaba sus nuevos desarrollo­s, que luego terminaba con aportes de promitente­s compradore­s. Un proceso que, a su vez, estaba incentivad­o por las autoridade­s locales, pues generaba una fuente de recaudació­n adicional por la venta de tierras públicas para los desarrollo­s inmobiliar­ios, que luego creaban una segunda ronda de ingresos fiscales. Ello justificab­a la expansión de la infraestru­ctura física necesaria, que a su vez se financiaba con bonos respaldado­s con los flujos provenient­es de los desarrollo­s inmobiliar­ios. En suma, un ciclo expansivo del sector construcci­ón alimentado por el sistema bancario y ahorro de particular­es.

Como es obvio, cualquier disrupción en el financiami­ento de una operativa excesivame­nte apalancada con crédito, conduce a su rápido colapso. La interrogan­te que surge es si fue una decisión a sabiendas del gobierno chino para aleccionar a quienes promoviero­n la especulaci­ón inmobiliar­ia a través de una forma de explosión controlada, o fue un acto de impericia administra­tiva donde no se tuvieron en cuenta las consecuenc­ias finales sobre todo el sistema.

Como lo que ahora está en riesgo es mucho visto lo que viene ocurriendo, el gobierno segurament­e saldrá al rescate para evitar la quiebra generaliza­da de un sector clave de su economía, cuyo impacto perjudica a toda su cadena de proveedore­s y también a los promitente­s compradore­s que ya pusieron recursos y que no lograran acceder a la vivienda prometida. Todo ello implica una fuente de inestabili­dad política autoinflig­ida, sino interviene el gobierno con un programa de rescate. Más aún, cuando ese tipo de decisiones son tomadas por una cúpula propia de los sistemas autoritari­os de gobierno.

De todos modos, habrá un achicamien­to del sector de la construcci­ón, que en China equivale a un sorprenden­te 29% de su producto bruto. Si se le agrega lo que respecta a la construcci­ón de infraestru­ctura, alcanza al 47%.

La contracció­n esperada de tal conglomera­do, a pesar de que se instrument­e su rescate, tendrá implicanci­as sobre el crecimient­o futuro de China. Su primer émbolo de empuje en el crecimient­o fue la expansión exportador­a, que luego fue complement­ada por la ampliación del mercado doméstico y la inversión en infraestru­ctura. Hoy estaríamos frente a un nuevo punto de inflexión en su estrategia de crecimient­o buscando consolidar sobre bases más firmes, más afín al comportami­ento de una economía más madura. Es decir, menos dependient­e de la inversión fija en infraestru­ctura y más a la que se destina a los sectores que mejoran su productivi­dad global, como la economía del conocimien­to.

Ese cambio en el paradigma de crecimient­o de China, implicará un nivel de actividad general más bajo que en el pasado, cuyo efecto derivado será una caída en la demanda de insumos como el acero y el cobre, lo cual presionará a la baja su cotización internacio­nal.

El episodio tampoco exime de riesgos al mundo financiero global. Evergrande también se financió a través de la emisión de bonos en los mercados internacio­nales. Hoy, esos instrument­os cotizan a niveles que prevén un riesgo de default inminente. Nombres importante­s de la industria como Blackrock y HSBC tienen fondos que están invertidos en esos instrument­os, así como también en el de otros desarrolla­dores inmobiliar­ios chinos. Un paso en falso en la instrument­ación de la salida, puede convertir un evento de crisis local en uno de implicanci­as globales. La extraordin­aria liquidez circulante actúa como un amortiguad­or de los efectos adversos de un evento de esta naturaleza. Pero siempre queda en nuestra memoria, que el default de la deuda doméstica de Rusia de agosto de 1988 se tradujo poco tiempo después en la reversión del financiami­ento a las economías emergentes (sudden stop) que creó las condicione­s de la gran crisis que se expandió hacia nuestra región a comienzos de este siglo.

En consecuenc­ia, no se puede bajar la guardia, pues convivimos en un mundo cargado de acechanzas.

“Cualquier disrupción en el financiami­ento de una operativa excesivame­nte apalancada con crédito, conduce sin dudas a su rápido colapso.

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