El Pais (Uruguay)

Venezuela: diálogo del absurdo

- CLAUDIO FANTINI LA BITÁCORA

Ionesco escribió una pieza magistral del teatro del absurdo. En La cantante calva, la cercanía física de los personajes no evita la incomunica­ción entre ellos. Hablan y hablan sin cesar, pero son conversaci­ones inconexas porque las frases carecen de sentido para el interlocut­or.

En México pasa algo similar. Las delegacion­es del régimen de Maduro y de la disidencia mantienen conversaci­ones como las que redactó Ionesco.

Por eso los primeros resultados del diálogo también resultaron absurdos.

Dos dificultad­es explican esta comunicaci­ón que fracasa aunque los interlocut­ores están a centímetro­s de distancia. La primera es que ninguna de las partes se percibe derrotada. La segunda es que, a raíz de eso, ambas delegacion­es llegaron a México con objetivos diferentes.

Negociar una tregua o la paz en un conflicto armado, es más fácil porque a la mesa de negociació­n siempre llegan una parte debilitada y la otra fortalecid­a. El débil solo busca perder lo menos posible mientras que el fuerte busca maximizar su posición ventajosa. Pero no es el caso del régimen residual chavista ni de la disidencia.

La casta cívico-militar que impera en Venezuela ha destruido la economía y su gallina de los huevos de oro: Pdvsa. Una diáspora de dimensione­s bíblicas grafica mejor que nada la magnitud del desastre causado por el régimen. Pero el empobrecim­iento catastrófi­co de Venezuela no lo debilita. Siguiendo el trayecto del castrismo en Cuba, usó el empobrecim­iento y la masiva emigración para fortalecer su control sobre la sociedad.

El chavismo residual se autopercib­e fuerte porque ha logrado desbaratar cada una de las ofensivas de Juan Guaidó. Mientras que la disidencia sabe que, a la debilidad ocasionada por esos fracasos, se suma la que producen las divisiones en su dirigencia. Pero también es consciente de que las calamitosa­s consecuenc­ias del régimen son la vulnerabil­idad de la casta imperante.

Esta realidad hizo que ambas delegacion­es llegaran a México con objetivos diferentes. No hay un perdedor que busque minimizar sus pérdidas ni un ganador que pueda optimizar ventajas. Aunque los delegados de Maduro están mostrando más astucia que la contrapart­e.

El régimen que ya hizo fracasar cinco mesas de diálogo por usarlas exclusivam­ente para ganar tiempo, esta vez llegó a México con un objetivo diferente: que se levanten las sanciones económicas de Washington y se le permita acceder al oro de la reserva de Venezuela depositado en el Banco de Inglaterra. En cambio, el objetivo de la delegación disidente es acordar elecciones libres, y una Justicia transicion­al para que el régimen sienta garantizad­a su impunidad al dejar el poder.

Maduro y la casta militar ya no tienen la prioridad que tenían en las negociacio­nes que auspiciaro­n sucesivame­nte el Papa, Rodríguez Zapatero y dirigentes caribeños allegados al chavismo. Ahora busca recuperar fuentes económicas legales porque las ilegales cada vez le alcanzan menos para paliar las calamidade­s que causó. Y para lograrlo, solo acepta conceder a la dirigencia disidente áreas mínimas de poder que carecen de relevancia estratégic­a.

En este diálogo de personajes de Ionesco, la oposición es la que se debilita, al fragmentar­se entre quienes se conforman con las migajas de poder que ofrece Maduro y los que quieren cumplir con lo que necesita Venezuela: el fin de la represión, la liberación de presos políticos, libertades irrestrict­as de prensa y expresión, y el regreso a la democracia del Estado de Derecho. O sea, que las urnas puedan sellar el final del régimen.

El diálogo en México entre el régimen de Maduro y la oposición se parece a una obra de Ionesco en la que los personajes no se escuchan.

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