El Pais (Uruguay)

A la lucha

- elpepepreg­unton@gmail.com

Acomienzos de noviembre de 2019, a tres semanas del balotaje que llevaría a Luis Lacalle Pou al gobierno, la entonces vicepresid­enta de la República, Lucía Topolansky, advirtió que si la denominada Coalición Multicolor ganaba las elecciones sobrevendr­ía “una movilizaci­ón social gigantesca” que generaría en el país “mucha inestabili­dad”.

“Me parece muy dudoso que esa coalición pueda resistir esa movilizaci­ón social”, alertó Topolansky, que dijo que bajo un gobierno de Lacalle Pou el país podría vivir situacione­s de tensión como la que por entonces atravesaba­n Chile, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia.

No estaba sola. Semanas antes el entonces senador Rafael Michelini había alertado sobre un “inevitable enfrentami­ento social” si Lacalle Pou era electo presidente.

“Es ingenuo y peligroso a la vez creer que la gente se va a quedar de brazos cruzados cuando vea cómo se afectan sus derechos. (…) Ecuador va a ser un poroto”, vaticinó el legislador, aludiendo a la violencia social, represión y crisis institucio­nal que por entonces sacudía a ese país.

Lo que aseguraban que pasaría, no sucedió. El último paro general del Pit-cnt, anunciado como la mayor movilizaci­ón de los últimos años, apenas fue acatado por el 12% de los trabajador­es. Y la gente, o “el pueblo” como les gusta llamarlo, no parece estar pensando en un estallido. De hecho, la última encuesta de la empresa Factum, a la que nadie en su sano juicio tildaría de oficialist­a, indicó que el 61% de los uruguayos aprueba la gestión del presidente Lacalle Pou.

La gente, evidenteme­nte, no reaccionó como algunos auguraban. Pero eso tiene remedio. Siempre se puede trabajar día a día para generar una sensación de creciente descontent­o. Ya no les funcionó con la pandemia, cuando hicieron todo lo posible por responsabi­lizar al gobierno de un colapso en los CTI que nunca se produjo y cuando se apresuraro­n a cuestionar una política de vacunación que demostró luego ser ejemplo en el mundo. O cuando cacerolear­on. O cuando pidieron la cuarentena obligatori­a. Eso no anduvo.

Pero no se rinden. Y van por más.

El Frente Amplio parece estar sin conducción y con problemas para encontrar la forma de hacer oposición efectiva al gobierno. Para colmo, luce cada vez más radicaliza­do y sin sectores moderados capaces de atraer, como antes, a ciudadanos de centro.

Es el turno del Pit-cnt. Y está haciendo lo suyo. La planta de UPM, la mayor obra del país, detenida por un sindicato que pide y pide, que pretende más privilegio­s de los muchos que ya tiene y que, de yapa, no disimula su xenofobia. El puerto de Montevideo paralizado durante tres días, afectando a todo el comercio exterior del país, poniendo en riesgo mercados que mucho costó alcanzar, y dañando a empresas y también a trabajador­es de otros sectores, que aparenteme­nte a nadie interesan.

Y un paro diferente cada día. Y cada vez que se puede, una ocupación, a ver si en algún desalojo ordenado por la Justicia se genera alguna situación de tensión a la que se pueda sacar rédito. Y la LUC, claro. Que tiene la culpa de todo. O de casi todo.

En eso están. Y ya se nota demasiado.

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