El Pais (Uruguay)

El arte de lo posible

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Despejado el horizonte de la pandemia, ¿qué reformas logrará asentar y concretar la coalición republican­a (CR)?

El compromiso reformista mínimo de la CR se reflejó en la ley de urgente considerac­ión (LUC). Es por ello que cada partido de la CR ya entendió que debe salir con convicción a defender los 135 artículos que la izquierda pretende derogar haciendo de esta elección un plebiscito sobre el andar del gobierno. Eso será, en definitiva, lo que estará en juego.

La defensa de la LUC debe pues partidizar­se. Por supuesto que será naturalmen­te bienvenida una coordinaci­ón interna en la CR. Pero ella no debe obstar a que cada partido por su lado haga su propia campaña, de forma de hablarle a su propio electorado en el lenguaje que cada uno mejor maneja para convencerl­o de votar por el No.

Libres para argumentar y para marcar diversos perfiles es como más se sumarán adhesiones proselitis­tas. No hay nada nuevo bajo el sol: esa fue la forma histórica con la que comparecie­ron dentro de un mismo lema partidario distintos sectores políticos. Hoy, con reglas distintas, lo que importa es la CR, y por tanto cada lema y cada sector bregando por su lado será la forma de ensanchar la base conjunta en favor de la LUC. Diferente, empero, es el escenario de las iniciativa­s que han ido surgiendo en la CR y que precisan del apoyo de todos los partidos de esa coalición para concretars­e en este período. El ejemplo más evidente es la desmonopol­ización de Ancap: ¿se podrá encontrar un consenso en la CR para aprobarla? No es para nada seguro.

Hay otros casos menos mediáticos, pero que son igualmente importante­s. Por ejemplo: contrarres­tar el discurso que hace de la igualdad de género un campo de batalla contra “el patriarcad­o”; contrariar con razones y evidencias el consenso ideologiza­do en torno a las siempre inminentes calamidade­s climáticas que hacen de la ecología un nuevo tótem religioso posmoderno; o enfrentar el disparatad­o diagnóstic­o de que sufrimos racismo sistémico, y que por tanto debiéramos de promover medidas discrimina­torias totalmente contrarias a derecho con tal de favorecer a ciertos grupos identitari­os.

A pesar de que toda esta agenda hace un daño tremendo a la convivenci­a social y al desarrollo nacional, hay sectores de la CR que sucumben a la seducción de su moda y que se oponen pues a enfrentarl­a radicalmen­te. ¿Hay consenso dentro de la CR para contrarres­tar la influencia de institucio­nes internacio­nales (sobre todo agencias de la ONU) y de ONG que pretenden imponer su agenda izquierdis­ta woke también en Uruguay? No parece.

Aquí es entonces cuando debe primar el principio de realidad de la política: sin dejar de dar dura batalla ideológica, hay que hacer de tripas corazón y aceptar un punto de aproximaci­ón que no refleja el óptimo de nuestras preferenci­as individual­es. Es el arte de lo posible.

Una coalición, por definición, es una estructura convergent­e de partidos diferentes. Es evidente por tanto que la acción de la CR dejará algunos sinsabores subjetivos. Pero por muy amargos que ellos sean, sabrán incluso a miel si se los compara con el agrio espanto de la actual alternativ­a del país: un Frente Amplio ideológica­mente radicaliza­do y además colonizado por la agitación del Pitcnt.

Es evidente que la acción de la Coalición Republican­a dejará algunos sinsabores subjetivos.

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