Hipótesis vigente
Uruguay está procesando un cambio de época, con nuevos protagonistas y maneras distintas de hacer política, de gestionar y de liderar. El cambio se hizo evidente con las elecciones de 2019, afectó a todos los partidos, aunque a cada uno de manera diferente, y el resultado del referéndum no hace más que confirmar ese proceso.
La idea de que había un cambio de época protagonizado por una nueva generación, la expuse en mi libro publicado hace pocos meses. Sucesivos hechos muestran que la hipótesis se mantiene vigente.
Otros columnistas desarrollaron conceptos similares en diversos medios. Si en lugar de calificar a tales textos de “panfletos” (como me pasó), los hubieran leído como insumos, opinables pero útiles, a muchos les sería más fácil entender qué está sucediendo en el país.
La discusión sobre cuan exiguo es el margen de votos obtenidos por el No y el Si, es banal. Esa diferencia, a veces un poco mayor, a veces un poco menor, es la que se viene dando desde 2004. Durante tres períodos el Frente tuvo mayoría en primera vuelta en 2004, con balotaje en las siguientes dos elecciones y control mayoritario del Parlamento. Con eso gobernó.
En 2019 las cosas se revirtieron. La coalición multicolor logró mayoría parlamentaria y ganó el balotaje. Mantuvo parecida adhesión en las elecciones departamentales y la reforzó con el referéndum.
Lo que hay es una coalición de cinco partidos que pretende mantenerse unida para las siguientes elecciones. La campaña por el No ayudó a consolidar esa alianza que tiene una virtud (la que explica su intención de continuar) y un defecto (que lleva a roces causados por la necesidad de exhibir perfil). Al final, virtud y defecto son la misma cosa: su flexibilidad.
A eso se suma el surgimiento de un líder carismático, Luis Lacalle Pou, que se expresa de manera distinta a como lo hicieron algunos caudillos civiles en el pasado reciente. Ese liderazgo fue fundamental para darle coherencia inicial a la coalición y podrá tener presencia por muchos años, pero no en la próxima elección. Por eso, habrá que buscar otros mecanismos para mantener aglutinada a la coalición. Por ahora solo hay la convicción de que ningún socio, por sí solo, logrará algo No es poca cosa. Lo que los unió para llegar al gobierno sigue vigente y la campaña para ganar el No, lo volvió a demostrar.
El Frente Amplio creyó que Lacalle Pou era una figura liviana, ridiculizable y sin atractivo popular y actuó en consecuencia. Se equivocó y se sigue equivocando.
¿Quién perdió este referéndum? La respuesta fácil sería decir que fue el Frente Amplio. Sin embargo es algo más complicado que eso.
Sus posturas fueron confusas, es verdad. En los debates se dijeron cosas. Ante la prensa, otras. Y el mensaje final, resumido en el video emitido para la cadena, fue desconcertante porque casi no abordó ninguno de los temas planteados durante la campaña, varios de ellos rápidamente desmontados por la propia realidad.
La campaña por la derogación la hizo la izquierda, sí, pero en sus diversas manifestaciones. Por un lado estuvo el movimiento sindical, que arrancó con la recolección de firmas. También varias organizaciones sociales tuvieron protagonismo.
El Frente Amplio fue uno más. Su vocero fue su flamante presidente que, para colmo, venía de ser un mediático presidente del Pit-cnt y por lo tanto se dirigía a un público que no tenía claro en qué rol lo hacía. En la noche del referéndum habló rodeado de sindicalistas, no de políticos.
Ese cambio de época al que me refiero en mi libro, implicó para el Frente dos duros golpes en 2019. Una derrota que se explica por el lógico desgaste de 15 años de gobierno, y la ausencia de sus líderes tradicionales. Murió Tabaré Vázquez, a Danilo Astori no se lo ve y la poca presencia de José Mujica es confusa. Algunas de sus declaraciones parecían ir contra el Si. Otras no.
Para salir de este lío el Frente tiene un elemento a favor. Perdió, pero por muy poco. Pesa en Montevideo y Canelones, un poco en Paysandú y en las zonas urbanas “montevideanizadas” de San José. Pero está muy distanciado del resto del país.
El Frente necesita pasar por una profunda recomposición. Debe desprenderse de su malsana relación con el sindicalismo que hoy parece ser su dueño. Tiene que recuperar su centro; no es bueno un Frente dominado solo por los sectores radicalizados (el Partido Comunista y el MPP). Necesita por último, agilizar su recambio de liderazgos. Esa carencia es hoy notoria.
Para ello, debe hacer un proceso introspectivo que es más que la mentada “autocrítica”. Si insiste en seguir con la resistencia y la exacerbada hostilidad a este gobierno (a la vez que propone casi cogobernar con el) no va a llegar lejos.
Es que todos los partidos (frentistas y de la coalición), deben detenerse y ver cómo se está procesando este cambio de época y cuáles son la nuevas formas de hacer política.