Contra el divisionismo, la República
Votada por mayorías parlamentarias que en buena parte integraron los mismos legisladores que salieron a impugnarla y aprobada por mayoría ciudadana, la LUC goza de robusta salud. Triunfo de las buenas razones que se dieron para conservarla, fue una victoria política del gobierno, al que se buscó derrotar para debilitarlo, intentando usar el recurso de la democracia directa como si fuera una elección de medio tiempo. Es decir, desnaturalizando la cita en las urnas, fijada para juzgar una ley y no para embretar a un Presidente.
Cundido de apremios, el Uruguay sorteó las desgracias públicas con más entereza y eficacia que los países hermanos en la Patria Grande. En vez de encerronas inicuas, armamos una libertad responsable que nos respetó como personas en vez de acorralarnos como rebaño.
Hace 90 años, el Dr. Luis Alberto de Herrera acuñó en su diario El Debate el siguiente lema: “La quilla de nuestro barco hiende mejor las aguas embravecidas”. Adentrado el siglo XXI, eso es lo que muestra la conducción de la República:
Ministro del Interior las tormentas le acicatean el temple, la lucidez y la fuerza sin miedo. Que en este momento dramático de la región y patético del mundo, esté al timón precisamente Lacalle Pou, bisnieto de Herrera, tiene algo de las resonancias luminosas de las tragedias griegas. Es justicia señalarlo, más allá de las fuertes discrepancias que en su momento provocaba la recordada hoja herrerista. Las naciones se forjan por respuestas altas y arriesgadas en las cuales retoñan arquetipos ahogados y los opuestos se reencuentran en valores de actitud.
A contramano de esto noble que reseñamos, el referéndum patentizó múltiples manchas oscuras, indeseables, que amenazan la estructura de nuestra democracia.
La primera mancha fue la caza de incautos usando mentiras: que la LUC privatizaba la educación, que descuartizaba a Antel, que quitaba seguridad a los inquilinos…
La segunda mancha fue el abuso con que en redes sociales se lanzaron infundios anónimos, se degradó el lenguaje y se empobreció el pensamiento. Así como cabe alabar el aporte de la informática a la comunicación, debe deplorarse que esté sirviendo para golpear bajo e insultar duro. No hay ninguna razón para que los diarios se publiquen bajo responsabilidad civil y penal exigible en cortos plazos, y en cambio la injuria y la difamación en las redes se despenalice de hecho, aunque estén plenamente vigentes los arts. 333 y 334 del Código Penal. No pedimos que se aplique a las redes ninguna limitación extraordinaria. Reclamamos que se impida convertirlas en agujeros negros del Estado de Derecho y humus para la cobardía sin rostro ni firma.
La tercera mancha fue la confirmación de que la mayoría —acotada pero confirmada en tres votaciones— que sigue a una coalición de hombres y partidos libres —que felizmente no siempre coinciden y no tienen el amén fácil—, se ve enfrentada a un conglomerado que con tal de forcejear por el poder, traga sapos y culebras.
La cuarta mancha es que el partido político Frente Amplio le entregó su conducción al sindicalismo inorgánico y elitista del Pit-cnt, empeñado en sembrar el divisionismo no ya para defender los intereses de clase que invoca, sino para apoyar cualquier reclamo junta-votos que aparezca en el horizonte. Nos ha sido injertado un modo de plantar banderas sin escuchar razones y descalificando
“Cuando Larrañaga sacó el 47% con lo de Vivir Sin Miedo, ¿escucharon al FA decir que había que atender a ese 47%? Luis Alberto Heber
Fue una victoria política del gobierno, al que se buscó derrotar para debilitarlo, intentando usar la democracia directa como si fuera una elección de medio tiempo, desnaturalizando la cita en las urnas, fijada para juzgar una ley y no para embretar a un Presidente.
al oponente. En el Uruguay abierto y tolerante de Rodó, Vaz Ferreira y Ardao, eso es una profanación.
Cerrado el capítulo de la LUC, nos esperan temas enormes. Por ejemplo, la reforma jubilatoria, exigida por un sistema que literalmente no da más. Y la educación, que no tiene que ser más rehén de corporativismos y debe recuperar el centro de la idealidad pública, pues si se la enriquece en contenidos será la mejor vía para vencer la desigualdad y acabar con los bolsones de ignorancia y barbarie que hemos soportado demás.
No aceptemos estos vicios como naturales. Son aberrantes. Recordemos que la Constitución no es solo un código electoral sino un programa de vida para todos. Con la parte de ese programa que hemos realizado, estamos mejor que muchas naciones grandes y opulentas. Profundicemos en él, sin que nada nos distraiga de su esencia.
Habitan la Tierra 7.937:587.276, casi 8.000 millones de humanos. Nuestros 3:480.000 son menos de las 5 diezmilésimas partes de la población mundial. Hay apenas un uruguayo por cada 22.000 terráqueos. ¡Si estaremos llamados a cuidar el bien integral de cada hijo de este suelo!