El admirador incómodo
El flamante presidente chileno, Gabriel Boric, visitó Argentina, donde dijo varias cosas significativas. Tal vez la que generó más comentarios en Uruguay fue su confesión de que nos “admira” como país, algo que azuzó el conocido complejo de inferioridad de buena parte de nuestra sociedad, que hace que nos derritamos como helado al sol, ante cualquier elogio foráneo.
Pero, a continuación, Boric, dijo cosas altamente preocupantes.
Al ser consultado sobre la situación de violación permanente de los derechos humanos en países que supieron ser “modelos” para la izquierda regional como Venezuela, Cuba o Nicaragua, Boric se enojó y dijo que “el problema que existe en algunos sectores de izquierda respecto de un doble estándar en materia de derechos humanos también los tienen los sectores de derecha”.
Para luego agregar, con tono ofuscado, que “¿Por qué los medios solamente me preguntan por Venezuela, Cuba y Nicaragua y no me preguntan por las violaciones de derechos humanos por ejemplo en nuestro país, en Chile, o los asesinatos de dirigentes sociales en Colombia?”.
Vamos por el principio. El motivo por el que es importante preguntarle a un mandatario nuevo, joven, que ha basado su carrera política en un discurso disruptivo contra el orden establecido, y que ha coqueteado muchas veces con los radicalismo ideológicos de raíz marxista, es que Cuba, Venezuela, y Nicaragua, han sido durante años los modelos políticos preferidos de quienes piensan como él. Modelos políticos, hay que aclararlo, que han derivado en sistemas dictatoriales, liberticidas, y que han arruinado la economía de sus países por décadas. ¿A qué persona en su sano juicio puede sorprenderle que a alguien como Boric, que ha dicho que su gestión será “la tumba del neoliberalismo”, se le pregunte por lo que pasa en países donde mandan Maduro, Ortega o Díaz Canel, que suelen usar términos idénticos?
Es más, hasta no hace tanto, el propio Boric seguía reivindicando al experimento chavista en Venezuela como algo positivo. ¿No es de interés público saber si piensa hacer cosas parecidas en Chile?
Un segundo punto que inquieta de sus declaraciones, es que tenga el atrevimiento de equiparar de alguna forma lo que sucede en esa tríada de países saqueados, (tal vez irreversiblemente) por la receta marxista, con Chile o Colombia. Estas últimas dos naciones seguramente tendrán problemas, habrá abusos y delitos. Pero no hay sistemas organizados para asfixiar la libertad de sus ciudadanos. Tanto en Chile como en Colombia hay sistemas judiciales que funcionan y dan garantías, cosa que no pasa en Venezuela ni en Nicaragua ni en Cuba.
Y algo más, que Boric debería valorar más que nadie. Los dirigentes políticos que intentaron oponerse al régimen existente, y desafiarlo democráticamente en las urnas, como hizo el propio Boric en Chile, terminaron presos, torturados o asesinados. ¿A qué persona en su sano juicio se le ocurre que es equiparable lo que pasa en Nicaragua con lo que sucedió en Chile? En Nicaragua, gente que salió a la calle con una pancarta está cumpliendo penas de 15 años de cárcel. En Chile, un activista que insultó en la cara a un policía, es hoy el nuevo presidente de la República. ¡Pavada de diferencia!
Por último, no es el rol de un político, de un Presidente, darle lecciones a la prensa sobre lo que debe o no preguntar. Contesta o no contesta. Pero en ningún
La declaración del nuevo presidente chileno Gabriel Boric, comparando la situación de derechos humanos en Nicaragua o Venezuela, con lo que pasa en Chile o Colombia, es alarmante. Más aún, que haya gente en Uruguay que lo haya festejado.
caso tiene el conocimiento, el talento, o el derecho a cuestionar lo que se le pregunta. Si a las semanas de asumir, ya tiene este talante intolerante con la prensa, da miedo pensar qué pasará a futuro.
Ahora bien, casi tan grave como lo que hizo el nuevo presidente chileno (los chilenos sabrán por qué lo votaron), es la reacción de muchos dirigentes políticos y académicos uruguayos. Fueron muchos quienes elogiaron las palabras de Boric, y lo citaron como si fuera un manantial de sabiduría. De la misma manera que vienen aplaudiendo su llegada al poder como una especie de reivindicación personal de sus ideas.
Esto no es novedad. Lo mismo hicieron estas personas con Fidel Castro, con Hugo Chávez, con Maduro, y con Ortega. A quien incluso le dieron el título de visitante ilustre de Montevideo, cuando ya se sabían sus aficiones a violar a menores de edad. Parte de ese enamoramiento infantil que tiene la izquierda por cualquiera que reivindique las viejas y fracasadas banderas del socialismo. Ojalá, por los sufridos chilenos, que después no tengan que salir de manera avergonzada a retractarse de su amor, como ya han tenido que hacer en los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.