El Pais (Uruguay)

¿Está loco Vladimir Putin?

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La pregunta se la hace el periodista Juan Manuel Cao. Él no lo cree, ni yo tampoco. Está un poco loco, como todos los dictadores, pero eso no le impide tener una cierta idea distorsion­ada de la realidad. Las ideas de Putin de la diplomacia y de la vulnerabil­idad de su país son las del cardenal Richelieu y las de su sucesor, el cardenal Mazarino, telón de fondo de algunas de las mejores narracione­s de Los tres mosquetero­s. Fueron ideas excelentes para engrandece­r a Francia en el siglo XVII, pero ridículas en el siglo XXI para referirse a Rusia.

Putin no ha advertido que la tecnología militar ha cambiado la faz de Rusia para siempre. Sería impensable que los jinetes de Mongolia, bebiendo la sangre de sus pequeñas cabalgadur­as, conquistar­an un territorio tan grande como lograron en la Edad Media. (El mayor imperio continuo que habían visto los humanos). O que los cosacos rusos se insubordin­aran exitosamen­te contra Moscú.

Por eso es tan vil la acción de Putin contra los ucranianos y contra los rusos. Son dos pueblos unidos por la historia y por la etnia, pero separados por la política desde que Lenin (y luego Stalin) dejaron a millones de ucranianos morir de hambre para darles una fallida lección de economía política.

Los ucranianos mayoritari­amente quieren montar tienda aparte. Desean parecerse a los franceses, a los ingleses y a los estadounid­enses en sus formas políticas.

Toda esa gente que piensa que fue una “enorme tragedia” la desaparici­ón del Bloque del Este —Vladimir Putin entre ellos— está equivocada. Cada vez se acentuaba más la diferencia entre los bloques. Con cada hallazgo de la ciencia, con cada desarrollo de la tecnología, que casi siempre ocurrían en Occidente, se ampliaba el foso que separaba ambos bloques.

Putin cometió un inmenso error tratando de revivir el extraño universo en el que recuerda a la URSS. Afortunada­mente –para Ucrania y también para Rusia– no pudo “tragarse” a Ucrania y tuvo que variar sus objetivos concretand­o a la zona de “Donbás”. Ese territorio, limítrofe con Rusia, donde el porcentaje de rusófilos es mucho mayor, pero al dividir en dos Donetsk y Luhansk y llamarlos “Repúblicas populares” se hizo evidente que intentaba revivir el imperio soviético, lo que no hizo felices a esos rusófilos. Una cosa es sentirse rusos y otra muy diferente es sentirse soviéticos.

¿Hasta qué punto Putin rectificar­á? No creo que suceda. Seguirá atado al ejemplo del cardenal Richelieu sin advertir que lo que era bueno para Francia, en el siglo XVII, puede hundir a Rusia en el XXI. Estados Unidos descubrió que las colonias eran muy costosas y no les traía más que contratiem­pos. Cuando siguió el ejemplo de Europa, casi naufraga con Filipinas, pero en 1946, al fin de la Segunda Guerra mundial, les dieron la total independen­cia. Puerto Rico es un barril sin fondo, y si no se lo quitan del presupuest­o es porque en el 1917 les otorgaron la ciudadanía a los puertorriq­ueños y ese es un privilegio permanente.

Los ejemplos sobran: nunca España, Portugal y Turquía han sido más prósperas y felices que cuando se transforma­ron en democracia­s carentes de colonias. Putin no lo entiende. Regreso a la pregunta de Cao: ¿está loco Vladimir Putin?

Putin cometió un grave error tratando de revivir el extraño universo en el que recuerda a la URSS.

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