Reconsiderando el referéndum
Así pasan los días, el referéndum sobre artículos de la LUC se diluye en el tiempo para perderse en el pasado como ocurre con otros tantos aspectos de la vida política. Sin embargo, reconsiderando lo sucedido, puede señalarse que éste no fue un acto ciudadano menor, la utilización, sin consecuencias, de una institución con el único propósito de introducir un cambio legislativo. Constituyó una de las cuatro consultas ciudadanas no plebiscitarias acaecidas en el país desde su creación en 1967, pero en este caso revistió una connotación especial. Por un lado fue, como en las oportunidades anteriores, la utilización de un mecanismo que junto a la iniciativa ciudadana nuestra Constitución sanciona como un instrumento de democracia original mediante el cual la ciudadanía retoma el gobierno directo sustituyendo a sus representantes. Por otro se diferenció de ellos, donde solo se ratificaron o derogaron leyes de temática única, mediante una extensa consulta de medio mandato. Un mecanismo que generalmente acompañado por una parcial renovación legislativa, no existe de forma autónoma en nuestro derecho pero adquiere enorme importancia tanto en la vecina Argentina como en los Estados Unidos así como en varias democracias europeas. Y que en nuestra particular instancia local significó, dada la amplitud material del recurso, el intento de derogar varios mojones en los avances de un plan que se promete transformador, buscando imponer al nuevo gobierno un trancazo global del que difícilmente podría reponerse. De allí la necesidad de profundizar en la significación de sus resultados y que ahora, superada la instancia plebiscitaria, cabe esperar que ya sin trabas, se desarrollen plenamente.
En notas anteriores sostuvimos, como impresión inicial, que en líneas generales, en tanto se habían repetido los resultados de la elección presidencial de 2019, este referéndum no había dejado consecuencias políticas innovadoras. En aquellos comicios la derrota frentista había tenido lugar en la primera vuelta, mientras la segunda instancia, de diferente naturaleza, había ratificado, con menor distancia, el resultado anterior. Cosa que ahora se reiteraba. No fue este, sin embargo, el efecto que, adelantados los resultados, buscó generar el acto final del Frente, cuando un desorbitado Fernando Pereira, siguiendo el precedente de Daniel Martínez, pretendió transformar su derrota en una victoria militante. Algo que reiteraron algunos analistas.
Razonando a la inversa, pero con mayor apoyo fáctico, bien podría considerarse que aquí se produjo exactamente lo contrario. Una relevante victoria de la coalición republicana que superando una pandemia y los primeros efectos negativos de una guerra internacional inesperada, consiguió retener la adhesión que había conseguido dos años antes. Un resultado nada sencillo que por cierto no consiguieron la mayoría de los gobiernos sudamericanos, Argentina, Chile, Perú, Ecuador o Brasil, quienes a poca distancia de la asunción de sus gobierno, sufrieron y siguen soportando, graves problemas de inestabilidad política y apoyo ciudadano. Mucho queda por hacer para transformar el país y rescatarlo de una atonía que lo ha maniatado por décadas pero la primera traba ha sido superada. Es imperativo continuar avanzando.
La Coalición Republicana logró una victoria relevante. Por cierto, un resultado nada sencillo.