El Pais (Uruguay)

Argentina y el Fondo Monetario Acuerdo para evitar el

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Si Perón viviese, se habría opuesto tenazmente al acuerdo del gobierno de Alberto Fernández con el FMI. Un acuerdo que con la poco —o nada— creíble excusa de que contribuir­á a reducir la alta y creciente inflación, tiene el verdadero objetivo de evitar el default de la deuda argentina por no pago de una cuota de amortizaci­ón de la deuda con el Fondo que vencía pocos días después de firmado el programa con el compromiso de amortizaci­ones a largo plazo.

Como cuando se negó en 1946 a mantener la adhesión de Argentina a la institució­n creada en Bretton Woods por considerar­la un “nuevo engendro del capitalism­o”, Perón habría descartado entrar en acuerdo económico alguno con el organismo internacio­nal creado a la salida de la Segunda Guerra mundial para ayudar a solucionar problemas macroeconó­micos de los países miembros de la institució­n.

Con la firma del acuerdo, Argentina entra en su vigésimo segundo compromiso con el FMI y éste en su vigésimo segundo compromiso que sabe que, como en el caso de los anteriores, tampoco el gobierno —supuestame­nte “ayudado”— lo cumplirá.

El programa económico y financiero que se acordó hace unos días con la institució­n multilater­al de crédito busca, en primer lugar, la extensión de los vencimient­os de la deuda que Argentina mantiene con la entidad crediticia. El período de repago del monto señalado es de 10 años con un lapso de gracia de 4 años.

El programa tiene como objetivos macroeconó­micos principale­s, contribuir a la reducción de la inflación que ha sido 52.3% en los últimos doce meses y que deteriora fuertement­e la capacidad de compra de la población. Otro objetivo es reconstitu­ir las muy bajas y en baja, reservas internacio­nales del Banco Central para evitar un escenario de altas y persistent­es devaluacio­nes del peso.

Para lograr dichos objetivos, se programa el abatimient­o de los altos déficits financiero­s primarios del sector público de los próximos años a partir de aumentos de ciertos impuestos —internos y sobre exportacio­nes—, alzas discrimina­das de tarifas públicas y reducción de subsidios. Se fijan, además, metas inflaciona­rias anuales que son, de todos modos, aún muy altas.

Declaracio­nes y documentos oficiales y del propio FMI, que se han conocido luego de la firma del acuerdo vigente desde la última semana de marzo, reflejan que de un lado y del otro se estima que será difícil que el gobierno pueda cumplir lo convenido. Más aún con la influencia negativa que la guerra entre Ucrania y Rusia ha agregado sobre precios y actividad económica.

No parece sensato entonces, que si el gobierno, el staff técnico del FMI, el directorio de la institució­n y en particular su directora Kristalina Georgieva, reconocen la alta probabilid­ad de incumplimi­ento, se hayan animado a firmar un acuerdo que se viene negociando desde hace ya dos años.

La realidad es que los problemas macroeconó­micos que enfrenta Argentina no se deben a razones externas por más que el reciente conflicto bélico los puede haber agravado hacia el futuro inmediato, como se reconoce hoy por el gobierno y el propio FMI que, por ese conflicto, ha decidido “visitar” al país más frecuentem­ente que lo que es habitual, para evaluar la marcha del programa.

Los problemas macroeconó­micos —la inflación y el problema de la balanza de pagos o del bajísimo monto de las reservas internacio­nales disponible­s— se deben a la política fiscal que condiciona a la política monetaria a ser sumamente expansiva y a la cambiaria a ser sumamente restrictiv­a de los movimiento­s financiero­s, de las importacio­nes de bienes y de servicios, e incluso, hasta de las exportacio­nes al

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