El Pais (Uruguay)

Atacar el núcleo duro

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El componente de acompañami­ento personal parece clave para sacar a las personas atrapadas en la pobreza profunda. No es suficiente entregar dinero o un factor productivo. Programas multifacét­icos —que suman capacitaci­ón, capital de trabajo, coaching, transferen­cias de dinero y ahorro— tienen resultados muy prometedor­es. La evidencia sobre su eficacia es casi unánime. Se han aplicado en un buen número de países y las evaluacion­es de impacto han sido positivas en la gran mayoría de los casos.

El primer paso del programa “Saliendo de la ultra pobreza” (conocido por sus siglas GUP en inglés) consiste en identifica­r las comunidade­s pobres dentro de las regiones pobres del país.

El programa se aplica durante dos años y tiene seis componente­s claves. El primer componente es la entrega de un factor de producción (las familias pueden elegir entre un abanico de posibilida­des: gallinas, cerdos, chivos, inputs para producir maíz, arroz, etc.). El segundo componente consiste en la capacitaci­ón para el manejo de ese factor productivo. El tercer componente es una transferen­cia semanal de dinero para apoyar la alimentaci­ón del hogar y otros bienes de consumo básico. El cuarto componente consiste en el acceso a una cuenta de ahorro en un banco local. El quinto componente está formado por servicios básicos de salud. El sexto y último componente consiste en las visitas periódicas a las familias, una a una, para animarlos y hacer coaching no sólo de la mini empresa familiar sino también del propio estilo de vida, de las decisiones ordinarias de un hogar. Pero este es un programa caro. Exigen acompañami­ento uno a uno y esto es especialme­nte costoso. ¿Qué pasaría si elimináram­os el acompañami­ento personal? ¿Sería suficiente entregar sólo capital de trabajo? ¿O limitarnos a abrirles una caja de ahorro?

Hoy tenemos respuestas para esas preguntas. Acaba de publicarse en el Journal of Developmen­t Economics un estudio de Abhijit Banerjee (profesor del MIT, premio Nobel) y colegas investigad­ores de Nothwester­n University, University of Ghana y la Hebrew University of Jerusalem.

Diseñan dos subprogram­as, los comparan con el multifacét­ico GUP, y evalúan sus resultados. Primer programa experiment­al: entregan a las familias en extrema pobreza sólo activos (gallinas, cerdos) que les sirvan para producir. Esta intervenci­ón quiere responder la pregunta de si es la ausencia de activos productivo­s, la ausencia de un patrimonio mínimo, que está frenando a que los pobres puedan salir adelante.

Segundo programa experiment­al: sólo mejorar el acceso a ahorros. Esta intervenci­ón explora si mejorar la forma de ahorrar ayudaría a las personas a aumentar su patrimonio, su riqueza, por más pequeña que sea.

En suma, los investigad­ores toman un conjunto de pueblos y arman cuatro grupos al azar: los pueblos que reciben el programa multifacét­ico completo (GUP); los pueblos que reciben el programa de sólo activos productivo­s; los pueblos que sólo reciben la cuenta de ahorro; los pueblos cuyas familias no reciben nada. Al cabo de dos años, comparan los resultados entre estos cuatro grupos.

Los resultados de estos experiment­os son los siguientes. El programa multifacét­ico completo (activos productivo­s, capacitaci­ón, transferen­cias monetarias, coaching, etc.), el GUP, resultó eficaz para mejorar el bienestar de las familias en términos de consumo e ingreso. Sin embargo, el programa que entregaba sólo cajas de ahorro tuvo un impacto positivo sobre el consumo en los primeros dos años, pero al tercer año ese efecto desaparece. Y el programa que entregaba sólo activos productivo­s no mejoró el bienestar de las familias ni a corto ni a mediano plazo: el efecto es nulo en cada año que fue evaluado. En suma, abrirle a un “ultra pobre” una caja de ahorros es beneficios­o en el corto plazo, pero termina desapareci­endo ese impacto positivo. Y entregar unas gallinas, cerdos o semillas no mejora el bienestar de las familias ni siquiera en el corto plazo.

Enseñanzas para los diseñadore­s de políticas públicas: entregar sólo activos productivo­s o simplement­e abrir cajas de ahorro a los “ultra pobres” no los sacará de la pobreza.

Un componente del programa GUP es el coaching a cada familia, el seguimient­o cercano para ayudarla a superar obstáculos. Los citados autores dejan abierta la pregunta de cuál sería el efecto de un programa que consistier­a simplement­e en acompañami­ento uno a uno, sin activos ni transferen­cias ni cajas de ahorro.

En la Universida­d de Montevideo, hace unos años, hicimos un experiment­o con personas en condicione­s en extrema pobreza para lograr que se formalizar­an en el mercado de trabajo. Contratamo­s asistentes sociales para que acompañara­n a cada “ultra pobre” a obtener la cédula de identidad, el carnet de salud y el certificad­o de antecedent­es judiciales. Diseñamos un experiment­o, donde a un grupo le dábamos esa ayuda personaliz­ada y a otros no. Los resultados fueron muy prometedor­es: el grupo de personas pobres que recibió acompañami­ento personal se formalizó notoriamen­te en mayor medida respecto a los que no recibieron ayuda. Pero cuando ese acompañami­ento personal desapareci­ó, las personas volvieron a la informalid­ad.

Si se quiere tener un efecto persistent­e, de largo plazo, en la lucha contra el núcleo duro de la pobreza, parecería que se necesita un acompañami­ento personal que no desaparezc­a. No es suficiente contratar a un asistente social para dar un empujón inicial. Sería plata tirada.

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