El Pais (Uruguay)

Mejorar jineteadas

Montevideo

- Federico Turcio |

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En los últimos años presenciam­os en épocas de Semana Santa debates sobre jineteadas sí o no.

Escribo sin ser un “sabelotodo”, pero tengo caballos hace más de 25 años y, en este caso en particular, he podido presenciar desde adentro cómo se trabaja en jineteadas o rodeos, ya sea de caballos o de toros en Estados Unidos.

Ya sea en EE.UU. o Europa, sin ser perfectos, aplican desde hace muchos años, técnicas sin violencia para los caballos y toros... y también lo que es más importante... la protección del ser humano, es decir jinetes y personal de campo.

En los rodeos se utilizan, contrario a lo que en Uruguay y la región, chaleco protector de formato similar a un chaleco antibalas que protege también la zona del cuello y la parte lumbar. Adicionalm­ente se utiliza casco protector similar a los que se usan en el fútbol americano; es decir, con barras de hierro en el frente.

Hablando de los caballos quiero destacar que se han mejorado mucho los hospedajes de los caballos, así como acortando la estadía, ejemplo en la Rural del Prado. También este año se incluyeron acolchados en los palenques para protección de jinetes, personal de campo y caballos.

Pero lo más importante es que en los rodeos de EE.UU. los animales no salen a la acción desde los palenques, sino desde tubos metálicos donde el jinete monta desde adentro del mismo; luego se abre un portón horizontal (siempre sin taparle la cara al animal) y comienza la acción desde esa salida.

Al contrario de Uruguay, los jinetes no usan espuelas ni rebenques. Para que generen sus corcoveos se les colocan cinchas que aprietan la parte trasera del animal, lo que genera en primera instancia en él, la molestia de querer sacárselo.

Lo importante es que los caballos de rodeos, así como los toros, son entrenados para realizar esta tarea.

En lo personal estuve varios minutos encerrado en un corral pequeño con más de 8 caballos de rodeo (sin saberlo) y parecían caballos “domados y de andar”. Son mansos en su vida habitual, pero al colocarles la cincha trasera y el jinete arriba, por reflejo condiciona­do, corcovean. Por último, decirles que un caballo tiene la piel muy sensible al punto de que puede sentir una mosca en su lomo... por lo cual se deduce el dolor intenso que puede sufrir frente a un espuelazo o un rebencazo.

Somos todos partes de una tradición gaucha y baqueana, pero debemos adaptar las costumbres a los tiempos que corren, sin los extremismo­s de algunas agrupacion­es que intentan prohibirla­s.

Sé, también, que la modernizac­ión en las jineteadas genera muchas fuentes de trabajo dentro del ruedo que deberán reconverti­rse.

Jineteadas Sí, pero debemos trabajar mucho para generar en ellas un espacio sin violencia para los caballos... y las personas. vamos perdiendo hábitos de compostura ante los que imparten el Derecho, y se empieza por perder la tradición de la vestimenta, y se termina con el incumplimi­ento del orden en el lenguaje, la mesura, el decoro, etc.

Según Hannah Arendt, “comprender es el modo específica­mente de estar vivos”.

En el concepto de autoridad romana, existió una gran influencia griega por parte de Platón y Aristótele­s, en la búsqueda de recursos políticos para que fuera determinan­te la obediencia entre iguales sin acudir a la violencia.

Después del devenir de revolucion­es políticas en el mundo, que han dado grandes progresos de prosperida­d, no se ha conseguido restablece­r la autoridad en su carácter romano: “algo que estuviera por encima o transcendi­era al poder y a los que lo regentan”.

Es posible que estemos en un tiempo donde la mediocrida­d política esté dando como resultado la pérdida de confianza de que las institucio­nes son capaces de resolver los conflictos y carencias de los ciudadanos. La función pública cada vez más aislada de la realidad social, alejada de los problemas de sus conciudada­nos y más preocupado­s por su cota de poder y “enfrascado­s” en disputas estériles que no tienen salida, en vez de pensar de forma reflexiva qué entraña la real función pública.

Pero esto no excusa a la ciudadanía para dejar de ser proactivos en busca del valor de la autoridad en cualquier ámbito: familiar, amistad, institucio­nal, etc.

“La falta de autoridad” avergüenza a los hijos de sus padres, aunque de una forma inconscien­te, cuando intuyen que no les van bien las cosas, porque los hijos no tienen experienci­a para determinar los límites, y no pueden alcanzar a comprender porqué estos deben existir.

EL TIEMPO 07:09 18:28 18:20 7:54

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