De Juzgados y Fiscalías
El martes los curiales volvimos a entrar y salir de los tribunales sin agendarnos ni justificar urgencias. Los testigos dejaron de esperar turno haciendo cola en la vereda. Todas las generaciones volvieron a cruzarse con familiaridad de baranda, ejerciendo el sobrehumano don de la espontaneidad. ¡Otra vez nosotros mismos!
Se rumoreó que el corsé informático iba a quedarse, ahogando para siempre el modo natural de hacer trámites. Que eso no haya sucedido es un inmenso bien: no es un mero cambio de rutina. Es la recuperación de una libertad de proceder y de ser, que sólo transitoriamente aceptamos que se limitase por una causa de salud pública. Es para celebrarlo en voz alta.
A esa felicidad la precedió otra, también mayor: varios legisladores acordaron redactar un nuevo Código del Proceso Penal que acabe con las afrentas al Derecho en que incurre el actual. A celebrar, a escuchar, a trabajar. Y que se cumpla.
Pero si salió el sol y retempló esperanzas, también nos cubrimos de nubarrones que no pueden pasarnos inadvertidos.
No es del Uruguay que se ventilen los sumarios administrativos a Magistrados, manejando nombres, imputaciones y reputaciones sin que se hayan establecido conclusiones. La filtración periodística ha existido siempre, pero la reserva de los sumarios es imperativa desde siempre también, y el Poder Judicial está para cumplir las normas y no para ceder a modas importadas. No es del Uruguay democrático-republicano que un sector con responsabilidades de gobierno presente un proyecto de ley con penas de penitenciaría para jueces o fiscales que intencionalmente “persigan penalmente a un no culpable”, oculten pruebas a alguna de las partes o no cumplan con la obligación de investigar y, además, aplique penas a los jueces que “a sabiendas dictaran resolución injusta”. El Fiscal de Corte, Dr. Juan Gómez, lo fustigó entre el 10 y el 11 de abril.
En el fin de semana, se le sacó a relucir que en la Fiscalía que ejerce por subrogación están bajo su mando esposa e hija que ganaron sus cargos por concurso, cuando no tenía la jerarquía que hoy ostenta. Ese es un atentado contra la persona, que —como muchos Fiscales en batalla— sacrificó su salud para seguir en funciones y aceptó las cargas que se le sobreagregaron pero no se aferra al sillón. Todo lo cual merece respeto y solidaridad por encima de cualquier divergencia.
Y eso no tampoco es del Uruguay civilizado ni puede ser de buen agüero, pues basta ver en qué marasmo diabólico ha ido a parar la Justicia argentina por
Si salió el sol y retempló esperanzas, también nos cubrimos de nubarrones que no pueden ignorarse.
entreverar a los Magistrados con el conventillo político.
Nada de eso hace falta para designar un titular de la Fiscalía de Corte que concite consenso ni para ocuparse en serio de restituir a los procesos penales las garantías del Poder Judicial que establece la Constitución, derogando el fracasado ensayo de imitar mal lo foráneo
Distinguidos como mejores y estables en una América y un mundo inciertos, no por eso podemos aplaudirnos mirándonos el ombligo. Ya hicimos experiencia con distraernos.
Entonces, alerta. Se encuesta sobre muchas prioridades: economía, seguridad, educación, salud… En cambio, no se mide el clima jurídico-cultural y el perjuicio que infiere su trivialización.
Pero todos sabemos que el Derecho, desde sus bases hasta su imperio, es el único vehículo para hacer justicia en libertad y en paz. Y como su degradación daña a la República, nos golpea duro a la conciencia de los muchos que no aceptamos más caer barranca abajo.