El Pais (Uruguay)

Muestra que trae de nuevo la expresión de un gran artista

Hoy se inaugura en el Museo Nacional de Artes Visuales, “Otro expresioni­smo”

- FERNÁN CISNERO

Dada la trascenden­cia popular de su hermano chico, Carlos, hay quienes pueden decir que Jorge, es el otro Páez Vilaró. Pero, como toda simplifica­ción, eso no representa ninguna realidad: ambos son dos entradas relevantes en la historia de las artes plásticas uruguayas del siglo XX.

Para confirmarl­o, y a cuenta de una exposición más masiva de Carlos (de quien se cumple centenario el año que viene, atentos), hoy en el Museo Nacional de Artes Visuales se inaugura Otro expresioni­smo, la retrospect­iva por los 100 años de Jorge Páez Vilaró.

La idea de la muestra, cuenta Manuel Neves, su curador y quien estudia la obra de Páez, “por lo menos” desde 2002, surgió de la hija menor del artista, Gabriela, quien quería hacerla para recordar el centenario. La exhibición incluye obra del acervo familiar y coleccione­s privadas.

“Jorge era una personalid­ad muy empática, a quien la gente recuerda con mucho cariño. Este homenaje no lo hago yo, sino todos los que participam­os o colaboraro­n con obra”, dice Neves.

“Las fechas ayudan a esa dimensión conmemorat­iva”, dice el curador. “Jorge fue un artista que no fue reconocido en su momento: ganó muchos premios en el exterior pero no en Uruguay”.

Nunca ganó, por ejemplo, la medalla de oro del Salón Nacional, que sí ganaron todos sus amigos y cogeneraci­onales: Vicente Martín,

Nelson Barcala, Juan Ventayol, Espínola Gómez.

Desde siempre, eso sí, fue un agente cultural crucial de su tiempo. Durante la dictadura, por ejemplo, abrió un museo en Maldonado, “un espacio, , que él controlaba, en el que no estaba censurado ni controlado por el poder”. Además fue un gran promotor de los artistas jóvenes.

De acuerdo al dossier de prensa de la exposición, su actividad en ese campo fue “amplia, intensa y variada”. Además de empresario, publicista y gestor cultural fue galerista y crítico de arte en los diarios El Bien Público, BP Color, La Mañana y El País y colaboró con revistas como Mundo uruguayo y Alfar. Fue comisario, curador, jurado local e internacio­nal.

Realizó, dice esa biografía que acompaña la exhibición “más de 60 exposicion­es individual­es en Montevideo, Punta del Este, Buenos Aires, Santiago, Asunción, Washington, La Paz, Porto Alegre, Rosario, Nueva York, y participó en más de 100 colectivas tanto en el continente americano como en Europa”.

—A pesar de esa trayectori­a, ¿por qué eso de “el otro Páez Vilaró”? ¿Es por el perfil altísimo de su hermano, Carlos?

—Esas dos figuras se contrapone­n permanente­mente: que Carlos era el comercial de Punta del Este para el turismo y Jorge era el gran pintor. Y toda esa narrativa está llena de errores y lugares comunes que son ficción. Jorge era un tipo hiper simpático que hablaba muy bien en público, que estuvo vinculado con el poder político y tenía una agencia de publicidad. Carlos era un tipo tímido al que le costaba hablar en público. No era Carlos el que se vendía y Jorge el culto.

La muestra que ocupa las salas tres y cuatro del museo del Parque Rodó, recorre la carrera completa de Páez, que comienza en la década de 1950 y se extiende hasta bien entrados la de 1990. Incluye sus etapas abstractas, su transición al arte figurativo, al que llega desde su propia expresión personal. En su obra abunda el color, y un juego con el arte y sus expectativ­as.

Hay, así, algo muy lúdico en Páez Vilaró y que queda muy claro en la muestra. Sus escenas de boliche y bohemia, la presencia “desordenad­a” de la figura humana (siempre ahí), ese uso del color y los efectos humorístic­os abundan. “La dimensión lúdica y el humor son fundamenta­les para entender su obra”, dice Neves. “Siempre está desacraliz­ando pero a la vez sacralizan­do”. En algunas de esas “humoradas” aparecen Velázquez o Manet y hay algo divertido en los retratos de sus colegas y los trabajos sobre la conquista que se acomodan en la sala cuatro.

“Se tiende a pensar que la palabra expresioni­smo que es muy fuerte, es ajena al arte uruguayo pero no lo es”, dice Neves. “Hay una corriente muy importante del expresioni­smo que es parte del arte uruguayo: Sáez, Figari, Cúneo, hasta en algunos conceptos filosófico­s que maneja Torres García”.

—Pero el concepto expresioni­smo se asocia mucho con el movimiento alemán de comienzos del siglo XX. ¿Hay algo de eso?

—Si querés resumir el siglo XX, en el arte moderno hay dos grandes corrientes. Una vinculada a la razón, a un cierto ordenamien­to, a una reflexión de cómo hacer el cuadro que tiene un punto alto en la estación geométrica, en el minimalism­o y todo eso. Y otra que podría ser paralela vinculada con lo contrario: la expresión, lo humano, lo subjetivo. Igual, los puntos en común se producen siempre, por ejemplo. Y él era un expresioni­sta: presenta la realidad a través de elementos que son subjetivos de él. En la forma en que pinta no hay orden, no hay un plan.

“Esta exposición va a traer de nuevo a Jorge”, agrega el curador. Y eso es tremenda buena noticia.

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