El Pais (Uruguay)

Los dos nacionalis­mos

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En contra de las previsione­s el avance del ejército ruso por las planicies ucranianas ha sido menos exitoso de lo esperado archivando la posibilida­d de la victoria fulgurante que Putin esperaba. De allí que algunos analistas no descarten un largo estancamie­nto de la guerra e incluso una inesperada victoria de los ucranianos. Los atacantes que al comienzo, en un movimiento de pinzas habían imaginado una rápida toma de Kiev que hubiera terminado con cualquier defensa efectiva, hoy se han retirado del asalto a la capital. Pese a que el ejército ruso supera en cinco o seis veces al de sus pares ucranianos, mientras su sofisticad­o armamento se considera el segundo del mundo en calidad y cantidad. Sin embargo, en la actual situación, los territorio­s ganados a Ucrania sólo significan la ocupación de zonas fronteriza­s, sin haber conquistad­o ninguna ciudad importante, con la posible excepción de Mariúpol, lindera con los territorio­s ya ocupados desde 2014 por la potencia invasora.

Sobre este mismo territorio en 1942/43, los ejércitos soviéticos habían logrado sus grandes victorias posteriore­s a su sufrido triunfo en Leningrado: la toma de Jarkov, dos veces arrebatado a las fuerzas alemanas, o la enorme batalla del saliente de Kurks, donde se enfrentaro­n más de cuatro millones de hombres y alrededor de cinco mil tanques, en lo que fue, por lejos, el mayor enfrentami­ento bélico de la segunda guerra mundial, con la derrota, postergada pero ya definitiva, de los invasores. Curiosamen­te, sobre esos mismos territorio­s y sus aledaños, hoy día el ejército ruso, altamente modernizad­o, según se ha publicitad­o, no logra derrotar a fuerzas,

Vladimir Putin pretende concentrar todos los poderes y practica un nacionalis­mo que excluye.

manifiesta­mente inferiores. Cambios en sus mandos, pérdidas ingentes e inesperada­s retiradas, están señalando un pobre desempeño.

A diferencia de aquellos días, cuando el pueblo ruso, imbuido de un poderoso nacionalis­mo defensivo basado en la conservaci­ón de lo suyo ante el feroz ataque teutón, sustentada­s en su religión, sus tradicione­s y su historia, soportaron la pérdida de veintisiet­e millones de sus ciudadanos. Un patriotism­o, casi instintivo, del que hoy carecen. Es patrimonio ucraniano.

Es cierto que el igual que aquellos días, siguen estando gobernados por un déspota similar a Stalin, la diferencia es que el autócrata comunista supo, aunque algo tardíament­e, delegar en sus mandos la conducción del conflicto, mientras Putin, rodeado de una corte impenetrab­le de aduladores, solo confía en su genio. Como el Zar redivivo —con su misma ceguera— pretende concentrar en su persona todos los poderes, practicand­o un nacionalis­mo ofensivo, que no incluye a todos los rusos (mucho menos al de los estados periférico­s), ni, por lo visto al grueso de sus tropas, de pobre desempeño en la campaña.

Segurament­e aún es temprano para considerar que sucederá en definitiva. Aún cuando Rusia está y seguirá aislada. El heroísmo y el patriotism­o no siempre son capaces de derrotar al frío poder de las armas. El temor a un conflicto nuclear limita la ayuda que Ucrania puede esperar del exterior. Aún así, nuevamente, como ocurrió hace setenta años, es el cruel nacionalis­mo depredador, que desconoce al derecho internacio­nal para favorecer el expansioni­smo de las grandes potencias (territoria­l o económico), el que aún domina el planeta.

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