Propuestas ante la coyuntura La inflación que nos llega
En los últimos veinticuatro meses, la situación macroeconómica de nuestro país se ha visto afectada por factores exógenos que han limitado a la conducción económica su posibilidad de incidir sobre la coyuntura y la estructura de la economía, como eran sus objetivos previos. La política fiscal, la monetaria y la cambiaria, con cuyos instrumentos es con los que se actúa para incentivar el comportamiento del consumo privado y público, el de la inversión y el del comercio exterior, se han tenido que emplear para mitigar los efectos de factores inesperados sobre ellos. La crisis sanitaria mundial; tras ella los efectos de la recuperación global y ahora la irrupción de la desmedida intervención militar de Rusia en Ucrania, han afectado primero a la actividad productiva y luego a la inflación, que se ubica por encima de la meta del Banco Central (BCU).
JORGE CAUMONT
ECONOMISTA
“Es posible que la reversión a precios anteriores, como los registrados hace un año, no sea rápida, e incluso, que el aumento de precios continúe.
Ante la crisis sanitaria, la conducción económica que recién se instalaba, procuró limitar, pese al alto déficit fiscal que heredó, las consecuencias de la pandemia sobre el empleo, el ingreso de la población y la pobreza. Atender esas consecuencias, restringió la posibilidad de ir exclusivamente por la corrección de los desequilibrios macroeconómicos que existían hasta febrero de 2020: economía en receso con alto desempleo e inflación fuera de la meta del BCU. A pesar de las alternativas que se proponían desde sectores de oposición tanto políticos como sindicales, académicos y sociales, las políticas empleadas lograron que comenzara un camino de recuperación de la gran caída de la actividad del primer semestre de 2020 y de reducción de la inflación. Con la economía creciendo pero en un nivel aún por debajo del de fines de 2019, al finalizar la primera mitad de 2021 la inflación había ingresado en el rango objetivo de la autoridad monetaria y no se consideraba un problema prioritario a resolver.
Problemas de bajos stocks en el mundo para responder al inicio de una etapa con demanda global de bienes más normal y problemas logísticos para una respuesta adecuada del comercio, provocaron alzas importantes de precios internacionales que comenzaron a internalizarse en un país que continuaba creciendo: el PIB superaba al de 2019.
Para devolver a la inflación al rango meta del BCU, la institución comenzó a hacer más restrictiva su política monetaria y, a comienzos de este año, debió profundizarla por el nuevo factor que afecta a la economía mundial y a nuestro país: la invasión de Rusia a Ucrania hacia el final de febrero. Entre las consecuencias económicas de la guerra, lo que más influye sobre nuestro país son los precios internacionales de materias primas en general, de metales, de insumos agrícolas e industriales y de los productos terminados e intermedios que se fabrican y elaboran a partir de ellos.
El cuadro adjunto a esta columna muestra la variación de los precios internacionales en dólares de esos productos en los últimos doce meses: todos son aumentos, muchos de ellos muy expresivos.
Si la mayoría de los países ya tenían una inflación alta por los efectos de la recuperación de la demanda mundial, este tercer factor agrega mayor presión inflacionaria a nivel global. Numerosas naciones tienen hoy registros muy superiores a los que habitualmente, y por muchas décadas, han tenido. Ejemplos son Estados Unidos (8,5%), Alemania (7,3%), Holanda (9,7%) y España (9,8%).
Ante lo que ocurre con los precios mundiales, nuestro país vive en estos días una mayor preocupación por cómo se presenta la tendencia de la inflación que en marzo ha llegado a 9,4%, porque puede seguir subiendo y porque puede tener efectos indexatorios en general, de todos los precios —incluidos los salarios—.
La preocupación se manifiesta a nivel oficial: la política monetaria se adelanta que será más restrictiva. Pero también la preocupación se refleja en algunas propuestas, que se realizan para limitar a la inflación por otras alternativas no monetarias. Entre ellas se destacan los acuerdos de precios —que nunca tienen los resultados que se buscan porque con ellos, se desnaturaliza al funcionamiento de los mercados—; la suspensión temporal del pago de IVA sobre ciertos bienes —que por igual razón que en el caso anterior tampoco implican la solución que se piensa a pesar del esfuerzo fiscal que implica—, y otras medidas por el estilo.
Todas estas propuestas suponen que los aumentos de los precios internacionales que se internalizan en Uruguay son algo temporal y que entonces, los precios, revertirían a la baja en algún momento breve por la respuesta de una mayor oferta mundial o por una situación de menor tirantez por la guerra. Pero si bien eso es posible, también es posible que la reversión a precios anteriores, como los de hace un año, no sea rápida o, aún, que el aumento de precios continúe. Si eso fuera lo que pasara, entonces se vuelve de gran importancia pensar en aquellos ajustes que naturalmente no hace el mercado por el lado de los precios y cubrir la pérdida de poder de compra de los trabajadores con aumentos directos de los salarios nominales directos en el caso de los del sector públicos —como lo trasmite el gobierno— y con negociaciones salariales en el caso de los privados, pero dándole mayor importancia a las que se realicen entre cada empresa con sus propios trabajadores, que en definitiva son las partes que conocen bien los límites a los que, cada parte, se puede exponer.