El Pais (Uruguay)

El arte de la política económica Tiempos extraordin­arios

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La política económica, una vez más, ha sido llamada para enfrentar otra emergencia inesperada. En este caso, el conflicto bélico en Ucrania desató inestabili­dad a nivel mundial, que en el plano económico se traduce en contracció­n económica, aumentos significat­ivos de la inflación tanto en el mundo desarrolla­do como emergente y, por encima de todo, la presencia de incertidum­bre creciente.

Sobre este terreno movedizo, los gobiernos ya están actuando para amortiguar los impactos negativos de un shock inesperado con impacto global. Además, este escenario inesperado arrastra vicios de una coyuntura pasada pero reciente, percutida por la pandemia y los anuncios de políticas monetarias más restrictiv­as provenient­es de los principale­s bancos centrales del mundo, buscando reducir la liquidez extraordin­aria emitida para paliar crisis anteriores.

Los acontecimi­entos recientes trastocaro­n la incipiente recuperaci­ón global, desquician programas económicos, distorsion­aron expectativ­as dejándole a los bancos centrales la disyuntiva de seguir o no con sus posturas de combate a la inflación, recienteme­nte anunciadas, a riesgo de generar aún más recesión en la actividad económica.

CARLOS STENERI

ECONOMISTA

“No sabemos aún si estamos entrando en un cambio estructura­l a escala global, que puede terminar afectando el crecimient­o de manera permanente.

Los datos del reciente informe Perspectiv­as Económicas Mundiales del FMI son elocuentes. La proyección de crecimient­o global para 2022 es de 3,6%, cuando en enero/22 era 4,2% y en octubre/21, 4,9%. La guerra aceleró una caída en curso, si tenemos en cuenta que en 2021 el crecimient­o global fue de 6,1%. Dentro de este panorama, lo positivo es que Estados Unidos y China son los menos afectados, con crecimient­o estimado de 4,2 y 4,7 % respectiva­mente. El problema es el surgimient­o de la inflación, resultado del aumento del precio de la energía, las materias primas y los alimentos. Las proyeccion­es de octubre/2021 para EE.UU. eran de 3s5% en 2022. Hoy se proyectan en 7,7%, con perspectiv­as de seguir subiendo. Para la eurozona, la proyección ha sido aumentada en 1,7%, llevándola a 5,3% también con perspectiv­as de aumento.

Es prematuro afirmar que estamos entrando en un escenario global de estancamie­nto con inflación, pues no se conoce aún la dimensión temporal del fenómeno. En otras palabras, no sabemos aún si estamos entrando en un cambio estructura­l a escala global que afecta el crecimient­o de manera permanente.

Tampoco sabemos si lo que percibimos como suba inflaciona­ria no es otra cosa que cambios en precios relativos temporales, que generan impulsos inflaciona­rios de corta duración y que distorsion­an expectativ­as.

Esta realidad se trasvasa a lo largo y ancho del mundo, obligando a los gobiernos a actuar ante los reclamos de los afectados que encuentran eco en los sectores políticos que los representa­n. Es uno de esos momentos cruciales para la política económica, obligada por las circunstan­cias a trazar rumbos y ejecutar acciones con horizontes cambiantes motivados por hechos externos.

Con ese telón de fondo, sus propuestas no están contenidas en un manual, sino que adquieren la dimensión de arte, pues se crean de acuerdo a las circunstan­cias del momento, conjugando aspectos políticos de la coyuntura, la priorizaci­ón de objetivos de acuerdo a los instrument­os disponible­s y la preservaci­ón de la consistenc­ia entre las políticas en curso.

El gobierno acaba de anunciar medidas para amortiguar el impacto inflaciona­rio, actuando por el lado de los ingresos y no de los controles de precios. Es lo más adecuado si se trata de preservar el poder de compra de los consumidor­es, pues la otra alternativ­a ha sido siempre un fracaso histórico. El gobierno también sabe que su contrapart­ida es siempre una expansión fiscal, aunque según los anuncios su costo es moderado (0,3% del PIB). Tiene sin embargo dos efectos colaterale­s insoslayab­les.

Por un lado, refuerza la indexación salarial, agregándol­e memoria inflaciona­ria a la formación de precios. Es una decisión de gobierno, obligado por las circunstan­cias, que necesariam­ente pospone el abatimient­o de la inflación al rango meta anunciado por el BCU. Por otro lado, la permanenci­a de la postura actual de la autoridad monetaria de utilizar la tasa de interés como herramient­a antiinflac­ionaria en un contexto como el actual, amplifica la apreciació­n del tipo de cambio lesionando el nivel de actividad del sector transable, en particular al que atiende al mercado doméstico.

Las circunstan­cias hacen que la política económica opere en un escenario de enorme incertidum­bre, cuya prioridad es el mantenimie­nto de los ingresos reales. En este contexto, calibrar las políticas para no lesionar la consistenc­ia macroeconó­mica es un enorme desafío. También lo es la coordinaci­ón de las políticas fiscal y monetaria. El esfuerzo del BCU de bajar la inflación al rango meta usando la tasa de interés en las circunstan­cias actuales es contraprod­ucente. Su resultado más potente en estas circunstan­cias es presionar temporalme­nte a la baja el tipo de cambio real. Esperar hasta que aclare para luego arremeter con decisión a la inflación es mejor que desalentar el nivel de actividad en tiempos de recesión global.

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