El Pais (Uruguay)

Los impactos de la guerra sobre el consumidor

El conflicto bélico reimpulsó precios clave que pueden afectar la dinámica del consumo.

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La guerra que comenzó a fines de febrero ha acentuado un proceso de aumentos de precios de diversos bienes que ya se venía observando anteriorme­nte, a partir del impulso monetario y las restriccio­nes de oferta provocadas por la pandemia. Este hecho viene provocando diversos impactos económicos significat­ivos sobre nuestra economía, de ambos signos. En esta nota repasaremo­s estos efectos con foco en la situación económica de las familias.

POSITIVOS Y NEGATIVOS.

Los aumentos de precios han generado, dependiend­o del sector productivo, tanto efectos positivos como negativos, mientras que en el caso de los consumidor­es predominan los impactos negativos.

En lo que refiere a los commoditie­s alimentici­os, su encarecimi­ento a nivel internacio­nal fue de tal magnitud que los precios de la canasta que monitorea la FAO alcanzaron un máximo nominal recienteme­nte (gráfico 1). Esto beneficia a nuestra cadena de producción agroexport­adora, pero perjudica a una amplia mayoría de los consumidor­es. En lo que refiere al petróleo, gas y sus derivados, el aumento de precios deteriora los términos de intercambi­o y es un shock de oferta negativo para productore­s y consumidor­es (gráfico 2). En el caso de las empresas, porque aumenta un insumo relevante para la producción y el transporte y, en el caso de los hogares, porque aumenta el costo de calefacció­n y de movilidad, entre otros.

Prima facie, y dependiend­o de cuán transitori­os o permanente­s sean los incremento­s de precios y de los supuestos que se asuman, pareciera que los efectos sobre la actividad se compensará­n, habida cuenta que, grosso modo, el incremento en la factura por importacio­nes de petróleo sería similar al aumento de los ingresos derivados de la suba de los alimentos que se exportan (asumiendo, entre otros, leves efectos sobre las cantidades a partir de la relativa inelastici­dad de la demanda en ambos casos).

SOBRE LAS FAMILIAS.

En lo que refiere a las familias, los impactos son mayormente percibidos como negativos y ya comenzaron a repercutir en indicadore­s de percepción sobre la situación económica personal y del país.

En el plano personal, es claro que la suba de los precios afecta negativame­nte la situación económica de los consumidor­es, puesto que la canasta de bienes de consumo se está encarecien­do más rápido que los ingresos, provocando pérdidas salariales reales crecientes. De hecho, en mediciones que realizamos a mediados de marzo, se observa que quienes esperan un impacto negativo de la guerra sobre su situación económica personal, en torno de 40%, son claramente más que quienes esperan efectos positivos, en torno de 20% (gráfico 3). Pero además, hemos visto en el pasado que una suba de precios como a la que estamos asistiendo, deteriora las expectativ­as que tienen los consumidor­es sobre la situación y perspectiv­as económicas del país (a más inflación, desmejoran las perspectiv­as del país). Como resultado, nuestro índice de condicione­s económicas de corto plazo mostró una caída apreciable, pasando desde 45,4 puntos en febrero a 40,5 puntos a mediados de marzo (gráfico 4).

Esta disminució­n se explicó por descensos tanto en los componente­s que miden la situación económica personal como aquellos que refieren a la situa-* ción y expectativ­as de corto plazo del país.

EFECTOS SOSTENIDOS.

Este deterioro moderado en la evaluación sobre la situación económica de corto plazo está siendo percibido como persistent­e, ya que ha tenido efectos apreciable­s sobre las intencione­s de consumo de bienes, servicios y canales.

Así, hemos observado una disminució­n moderada pero generaliza­da en las propension­es al consumo de bienes, servicios y canales principale­s, destacándo­se el retroceso de los servicios (gráfico 5) y el sugestivo aumento en la propensión al consumo en ferias (un canal cuya preferenci­a aumenta cuando hay encarecimi­entos notorios de precios de alimentos, gráfico 6).

La disminució­n generaliza­da en las propension­es al consumo está en línea con los efectos esperados de una suba de precios de bienes de la canasta básica, que restringen no sólo el consumo del bien encarecido, sino también afectan la demanda de otros productos cuyos precios no cambiaron (el aumento de precios afecta el ingreso real y motiva reduccione­s en diversos consumos).

Además, la disminució­n de las propension­es, indica no sólo mayores inhibicion­es de demanda potenciale­s para los próximos meses sino también señaliza que los consumidor­es no visualizan que este shock se vaya a revertir rápidament­e (si este fuese el caso, no ajustarían sus intencione­s de consumo).

Estos resultados están en línea con cierta afectación en las expectativ­as de generación de ingresos del hogar, dado que hemos constatado una disminució­n leve en el grado de seguridad que tienen los trabajador­es respecto a mantener sus empleos. El hecho que la afectación sea leve es positivo en este contexto, dado que una afectación relevante motivaría reduccione­s en las propension­es al consumo más drásticas aún.

SUBA DE COMBUSTIBL­ES.

En lo que refiere al caso particular de los combustibl­es, se observan estrategia­s de mitigación de los efectos negativos para una amplia mayoría de los consumidor­es. Así, una proporción que se ubica en torno del 25% de quienes tienen auto, manifiesta­n que no realizarán ajustes en sus patrones de consumo en un escenario de encarecimi­ento sustancial y persistent­e de los combustibl­es (estando concentrad­os entre quienes tienen cierta capacidad de ahorro). Pero el restante 75% de quienes tienen auto, estiman realizar, ya sea ajustes en la demanda de combustibl­es (para no afectar el consumo de otros bienes), en los consumos de otros bienes (para no afectar el gasto en combustibl­e) o revisarán todos los consumos, siendo esta última alternativ­a la más mencionada.

Algunos de los bienes más nombrados para compensar el incremento de costos de movilidad son aquellos relacionad­os con esparcimie­nto, turismo e indumentar­ia.

En suma, al encarecimi­ento generaliza­do de commoditie­s alimentici­os y precios de los hidrocarbu­ros que había comenzado a la salida de la pandemia se le sumó el impulso generado a partir del comienzo de la guerra en Ucrania. Si bien el sector agroexport­ador será uno de los principale­s beneficiad­os, otras ramas productiva­s y las familias están siendo y serán afectadas negativame­nte.

La suba de precios dificultar­á la recomposic­ión de los ingresos reales de los hogares, sin contar los eventuales efectos positivos derivados de las medidas anunciadas por el gobierno (cuya efectivida­d dependerá de la incierta dinámica futura de precios y salarios). En cualquier caso, el ajuste en la situación y expectativ­as de las familias pone en duda la velocidad e intensidad de la incipiente recuperaci­ón que venía mostrando el consumo en los últimos trimestres.

(*) Alejandro Cavallo, Director Consultorí­a Económica

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