El Pais (Uruguay)

Lawfare en la R.O.U.

Cnel. Roque Gallego Curbelo | Montevideo

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@| Se dice que el 11 de septiembre de 2001, con el ataque a las Torres Gemelas, se producía un punto de inflexión en la historia del derecho moderno liberal, democrátic­o y garantista, que hasta entonces había seguido siempre un recorrido de progreso en la garantía de los derechos. En tan solo un mes, el Congreso de EE.UU. aprobaba por una amplísima mayoría la Patriot Act, iniciando así el uso del llamado lawfare o “guerra jurídica” y dando cobertura “legal” a acciones que pocos internacio­nalistas dudarían calificar de contrarias al derecho internacio­nal.

A su amparo, se mantuvo detenidas sin proceso personas sospechosa­s de terrorismo en el Centro de Detención de Guantánamo (Cuba), y se pretendió justificar la tortura en la prisión de Abu Ghraib en Irak, entre otros muchos hechos.

En otras palabras, el empleo de la guerra jurídica o lawfare en inglés, es una expresión usada para referirse a la utilizació­n abusiva o ilegal de las instancias judiciales nacionales e internacio­nales, manteniend­o una apariencia de legalidad, para inhabilita­r o provocar el desprestig­io y repudio popular contra un oponente.

La anterior descripció­n encaja, sin entrar en grandes detalles, con lo sucedido con civiles, militares y policías procesados por supuestos delitos cometidos en el siglo pasado, durante el combate a la sedición en defensa de nuestras institucio­nes y sistema democrátic­o.

Motivados por sentimient­os de venganza y buscando el desprestig­io de nuestras Fuerzas Armadas, último escollo éstas para la toma del poder, los seguidores de las directrice­s del Foro de San Pablo pergeñaron el lawfare en nuestra patria. Sus brazos ejecutores fueron los sucesivos gobiernos del Frente Amplio (FA), auxiliados por una vasta red de ONG y un sistema judicial infiltrado o cuando menos presionado o atemorizad­o.

Por nombrar solo ejemplos que jalonaron este desarrollo de lawfare, citemos el intento a través de un plebiscito en 2009, para anular la ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado, aprobada por el parlamento en 1986 y ratificada en referéndum, en 1989.

No conformes con lo anterior, en 2011 se aprueba la ley interpreta­tiva de la ley de caducidad con solo los votos del FA, un voto hace la mayoría en el senado.

Otro jalón en la evolución del lawfare en Uruguay es la creación de una fiscalía especializ­ada en delitos de lesa humanidad, órgano de dudosa constituci­onalidad.

Con el encuadre de la ley interpreta­tiva y la creación de la fiscalía especializ­ada se montan juicios espurios donde el fiscal, ante la falta de pruebas, acude al recuerdo de los denunciant­es y testigos que se construye a partir de otras considerac­iones, a partir de un relato colectivo que los orienta. Se admite que ellos “no sabían quiénes eran los represores” que “eso también fue un hecho colectivo” (Brecha, 20 Agosto 2021).

Existe un proyecto de ley que establece prisión domiciliar­ia para personas mayores de sesenta y cinco años, el cual aliviaría en una pequeña parte el sufrimient­o de aquellos detenidos y sus familias. El mismo se considera necesario y urgente, pero no suficiente. Se requiere de una ley que devuelva al sistema la situación creada por la ley de caducidad, aprobada por un parlamento democrátic­o y dos veces refrendada por la ciudadanía.

Esperamos que los poderes Legislativ­o y Ejecutivo actúen en consecuenc­ia.

La pasividad es lo mismo que defender la injusticia, en este caso la violación de derechos fundamenta­les como lo es el de un juicio justo.

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