Perales se despidió de los escenarios en el Antel Arena
Una caricia a su guitarra, una sonrisa cálida y los ojos llenos de lágrimas. Esos gestos de José Luis Perales tras interpretar “Me iré calladamente”, la canción con la que se despidió de los escenarios, van a quedar en la memoria de los uruguayos por años. Lo que se vivió el domingo en el Antel Arena fue histórico: luego de una vida repleta de recitales, llegó a Montevideo para ofrecer el último show de su carrera.
Durante dos horas repasó clásicos como “Quisiera decir tu nombre”, “Si...” y “Celos de mi guitarra”, y tanto el músico de 77 años como el público que agotó el recinto se reencontraron por última vez con uno de los repertorios más populares de la música en español. El sentimiento que sobrevoló la noche final de la gira Baladas para una bienvenida fue el del más honesto agradecimiento.
Sobre las 21.15, el hombre de voz dulce y de canto casi recitado subió al escenario junto a siete músicos. Con una camiseta negra y una camisa abierta de color azul marino, salió a escena con, justamente “Balada para una bienvenida”, un manifiesto para este momento de su vida. “No quiero despedirme con una despedida, / ni quiero una promesa cargada de mentiras, / no creo en los abrazos vacíos de ternura, / ni creo en el regreso que no regresa nunca. / Hoy quiero despertarme vestido de esperanza, / radiante de alegría”, cantó.
Con “Me llamas” se oyó el primer suspiro del público, ese que se dispara involuntariamente cuando alguien se encuentra con un amigo que no veía hace años. “Ay, ¿te acordás, Nancy?”, le comentó, emocionada, una mujer a su acompañante apenas escuchó cómo Perales desempolvaba uno de los éxitos del disco Tiempo de otoño (1979). Es que de eso se trató la noche: del reencuentro con la banda sonora de toda una vida.
Ojos llorosos, parejas abrazándose y familias reunidas formaron la imagen que definió a la platea del Antel Arena. “Muchas gracias y bienvenidos a una noche de música y encuentro. Que, por cierto, ya era hora de un encuentro”, dijo el español al público apenas terminó “Me llamas”.
Antes de “Celos de mi guitarra”, su primer éxito en tierras uruguayas, Perales se tomó un tiempo para recordar el significado del tema en su carrera. “Corría el año 1973 cuando nació una canción que se coló en vuestras casas por mucho tiempo. Son casi 50 años de eso, pero espero que la recordéis todavía”, dijo con la voz quebrada mientras varias mujeres lo interrumpían al grito de “Ídolo”.
Si en las primeras cuatro canciones Perales se mantuvo alejado de la carga emocional que representaba la ocasión, con el estribillo de “Celos de mi guitarra” el ambiente cambió. La emoción se trasladó a sus ojos y se percibía su esfuerzo por no quebrarse
El español ofreció en Montevideo el último show de su carrera y se llevó una larga ovación del público.
en medio de un tema. Desde entonces, se acercó al proscenio tras finalizar cada interpretación. Con una amplia sonrisa y las palmas apoyadas sobre sus brazos cruzados, dejó que el público lo ovacionara mientras se aguantaba las lágrimas. “Soy tu último espectador”, se leyó en una pancarta de las primeras filas.
Y el artista brindó varios guiños de agradecimiento al público. “Os quiero”, cantó sobre el final de “Ámame”; “En Uruguay he encontrado gente maravillosa”, celebró en “Gente maravillosa”; y “Os quiero como la tierra al sol”, aseguró en “Te quiero”. Cada una de esas frases fueron respondidas por aplausos y enérgicos vitoreos.
“El corazón se pone triste contemplando la ciudad porque te vas”, cantó en “Porque te vas”, aquella canción pop que se hizo conocida gracias a la voz de Jeanette. Apenas la entonó, el público lanzó unos cuantos “¡No te vayas!”, pero como queda claro en la selección del repertorio, la intención de Baladas para una bienvenida no es la de un último adiós, sino la de celebrar un nuevo comienzo.
“No va a haber más conciertos pero sí va a haber más música; no voy a prescindir de algo para lo que tengo una gran vocación”, le aclaró a El País antes del show. “La bienvenida es volver realmente a empezar, a empezar donde empecé hace más de 50 años: a escribir. Estoy deseando volver a eso que me dio tanta tranquilidad”.
Recién sobre el final hizo referencia al significado de esta despedida. “Este es mi último concierto y es muy especial, porque en todo este tiempo que os he visitado, he pensado que son gente muy especial y bastante generosa”, dijo antes de ser interrumpido por una ensordecedora ovación de un minuto y medio.
Para los bises, interpretó “Un velero llamado Libertad”, “Te quiero” y “¿Y cómo es él?”, y luego quedó solo en el escenario. “Esta noche no me quiero ir sin cantarles una canción muy especial que compuse hace muchos años pensando en un día como* esta noche”, dijo antes de tomar su guitarra e interpretar “Me iré calladamente”. Con el recinto atento a cada palabra, entonó su despedida: “Me iré tranquilamente, como llegué un día, / Me llevaré conmigo, un cuerpo de guitarra, / Y algún aplauso preso entre mis puños y alguna que otra herida en el alma”. Fueron tres minutos en los que la comunión con el público llegó a su punto máximo y varios rompieron en llanto mientras veían la despedida de aquel artista que los acompañó durante décadas.
En un fragmento inédito de la entrevista que le brindó a El País en 2020, hacía referencia a la intención de la letra del tema que grabó en Con el paso del tiempo (1986). “Esas cosas que digo en ‘Me iré calladamente’ son parte de ese deseo que tengo cuando pienso en marcharme y en la forma en que tengo que despedirme: casi de puntillas”, reveló. “Cuando empecé a ir a Hispavox (su primera discográfica), una crónica que escribió un periodista que trabajaba allí decía: ‘Cuando vemos llegar a José Luis pasa sin hacer ruido; parece que no llega’. Bueno, así me quiero ir ahora”.
Y así es como decidió despedirse. Tras acariciar al clavijero de su guitarra y recibir una ensordecedora ovación de más de cinco minutos, Perales miró por última vez al público, se metió las manos en los bolsillos y se alejó lentamente mientras por los parlantes se escuchaban los acordes de un piano. Caminó hacia la imagen de un bosque que se proyectaba en la pantalla gigante y se alejó tranquilamente del escenario por última vez. Fue el cierre ideal para una noche histórica.